Kilig: Parte I

Sacrificio

Taite rápidamente se recompuso del asombro y recogió la gruesa vara de madera que llevaba consigo. Aún cuando Nefertiti les ordenó irse ella no se fiaba del general. Aquellos ojos oscuros le preocupaban, sumado a eso era un guerrero, un bárbaro sediento de sangre que fácilmente podría forzarla. Los hombres egipcios eran desleales, libertinos y unos infames. Cuando su madre se alejó, tomo lo primero que pensó serviría como un arma y fue tras Nefertiti. Aún si perdía la vida protegeria la pureza de su ama. Apretó con fuerza la madera entre sus manos "Teshub, dios de los dioses, dame tu fuerza" pensó para sí. Se lanzó hacia el general con arma en mano.

— ¡Alto! ¡Taite detente! —chilló Nefertiti en hurrita mientras observaba con horror las intensiones de su sierva.

—No diga nada, señorita. Vengaré su honor aunque me cueste la vida.

—No entiendes nada Taite, baja esa vara ahora. Nadie me ha deshonrado. —Nefertiti se sostenía la frente con la mano. ¿Cómo es que aquél momento mágico se transformó en ésto?

Dicho esto Taite miro con fiereza al general. ¿Qué le hizo aquél hombre que su ama ahora lo defendía? ¿Le habría extorsionado? ¿Qué sucio truco egipcio usaría?

—¡Asqueroso Egipcio, voy a matarte! —Taite murmuraba con odio. Aún con la furia a cuestas no iba a gritar y alertar a todos. Debería ser rápida, pero maldecía su estupidez. Debió traer un cuchillo, no, jamás debió permitir que su ama se fuera sola. Repararía el error con su vida, aunque difícilmente lograra matarlo al menos le rompería uno que otro miembro. Idealmente el que llevaba entre las piernas.

Por su parte Bomani estaba horrorizado ¿Qué había hecho? Besó a la concubina de faraón ¡La próxima esposa real! Y había sido descubierto por aquella muchacha que vagamente recordaba. No entendía absolutamente nada de su conversación, pero la mujer estaba molesta e intercambiaba palabras hostiles con Nefertiti. ¿Le habría amenazado con contar todo? ¿Estaría extorsionando a la pequeña diosa? Se golpearía la cabeza de estar solo por tamaña estupidez. La chica con la vara de madera lo observaba con odio ahora. Una cosa era asumir su castigo, no temía a la muerte ni al juicio de Osiris. Pero el destino de Nefertiti sería doloroso y su próxima vida estaría comprometida. No, acabaría con esa mujer que parecía ser la personificación del inframundo. Debía silenciarla a como dé lugar. Desempuño del cinto en su cintura la daga que siempre cargaba consigo. Cuando Nefertiti vio al general ponerse en posición de batalla y a Taite responder su provocación sintió que se tiraría los cabellos y eso le dió una idea. Recordaba como el general era capaz de pelear y cuan inmerso se ponía en batalla, jamás permitiría que tocara a Taite. Rápidamente se sacó la peluca y la lanzó a Bomani, impactando en su cara. Éste quedó petrificado y su sierva la observó con la boca abierta he inmóvil.

— Ni pienses en tocar a Taite—. dijo a Bomani, quién la miraba perplejo—. Déjame esto a mi—. Al menos ambos eran incapaces de hacer un movimiento ahora. Nefertiti se sentía bastante avergonzada de su acción y esperaba lucir digna en la medida de lo posible—. Tira eso ahora Taite, te lo ordeno—. Miraba a los ojos de su sierva con suma seriedad. Taite conocía perfectamente bien esa expresión, no estaba jugando. Se lo pensó un segundo—. Si no sigues mis órdenes mandaré que te devuelvan a Mitani—. Taite siempre era así, sobreprotectora como una hermana mayor pero obediente como una leal sierva. Agradecia su cariño y comprendía los sentimientos que la llevaban a actuar de esa forma, pero ella no podía olvidar su posición. Nefertiti era de noble cuna y ella su sirviente, no eran hermanas ni eran amigas. Aquella relación asimétrica se había marcado a fuego y no permitiría que la línea se difuminara otra vez.

Taite soltó la vara de sus manos. No entendía nada pero debía obedecer, aunque no olvidaría a aquél general. Nefertiti recogió la peluca del suelo y la sacudió con las mejillas sonrojadas. Miró al general quién la observaba impresionado, aquella mujer siempre hacia un movimiento inesperado y a pesar de lo gracioso que resultaba ser detenido en combate y bajar la guardia por un proyectil peludo, verla a ella, con su cabello corto y marrón que resaltaba sus delicados rasgos le distraía de cualquier otro pensamiento.

— Bomani, es mejor que me vaya ahora—. El calor del momento se había disipado pero ese beso había despertado algo desconocido en ella. No entendía bien el qué, pero ya nada era lo mismo—. Necesito confirmar que estás de mi lado, general—. Las palabras sonaban fuera de lugar pero era vital enfriar las emociones.

El general quería acariciar aquella mejilla y brindarle una confirmación más cercana, pero no. Aquello fue un error. Cuidaría a la pequeña diosa con su vida, pero mantendría las distancias. Se arrodilló a sus pies y llevó una mano a su pecho.




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