Kilig: Parte I

Conspiración

El sumo sacerdote de Amón, Herihor, ataviado con finos ropajes, oro, piedras y la tradicional peluca ceremonial, recitaba la plegaria a su Dios por la providencia de la joven mujer frente a él. Sitamón con la frente perlada y expresión de dolor era sumergida en la fuente que llevaba la sagradas aguas del Nilo, los asistentes de Herihor, sacerdotes divinos de Amón, murmuraban un cantico mientras quemaban decenas de inciensos invocando los poderes divinos de su deidad. Los sacerdotes lectores recitaban las sagradas escrituras del libro de los vivos para traer fortuna al complicado embarazo de la joven esposa real. Sitamón era incapaz de mantenerse en pie, su embarazo era complejo y ya había experimentado una fuerte hemorragia que hizo temer lo peor, por esto su madre Tiy había planificado tan minuciosa ceremonia. Tiy era seguidora ferviente del dios Amón-Ra, creador de sí mismo, dios de la piedad y los pobres. El Dios supremo por excelencia. Los sacerdotes de Amón apreciaban a la reina Tiy, quien entregaba fuertes riquezas a los sacerdotes para enaltecer el culto de su dios. Herihor era amigo cercano de la reina, el concejero predilecto y, de ser necesario, quien suministraba las pócimas que su reina solicitase en caso de presentarse algún "inconveniente".

Al finalizar la ceremonia llevaron a la joven reina a sus aposentos. Herihor aseguraba un parto exitoso y una próxima recuperación, Tiy estaba satisfecha, no podía importarle menos la seguridad de su hija pero debía velar por el nacimiento seguro de quién sería el próximo faraón de Egipto. Su vientre estaba seco y los dioses la habían maldecido con trágicos finales para cada uno de los varones que dio a luz, pero Sitamón era sangre de su sangre, su hijo seria una extensión de la misma Tiy y ella se encargaría de criar a aquel joven heredero de cerca.

Cuando los sacerdotes abandonaron la estancia por ordenes del sumo sacerdote, Herihor le habló a Tiy de asuntos importantes para la dinastía. Ambos se encontraban en las dependencias privadas del sumo sacerdote, tomando todas las precauciones para no ser escuchados por indeseables.

— Mi señora, los eventos recientes hacen favorable continuar con el plan trazado. En esta época de caos nadie notará el deceso de una joven concubina.— El sumo sacerdote se despojó de la gran peluca ceremonial dejando al descubierto su calva cabeza.

— Debemos actuar rápido, Herihor. Amenohotep ha puesto el ojo en esa kat tahut (prostituta) y desea poseerla lo más pronto posible. Probablemente no espere la llegada de Tushratta, a faraón poco le importa ese ridículo rey. — Tiy estaba nerviosa, vio los ojos lascivos de faraón en la fiesta y conocía demasiado bien a Amenhotep para saber lo que ello implicaba. No podía permitir que otra meretriz hurrita hiciera peligrar la sucesión de la dinastía Egipcia.

— Tengo lo que solicitó alteza. — De la blanca túnica sacó un frasco translúcido, el líquido era ligeramente lechoso, inodoro e insípido. — Sólo un par de gotas en el vino y la muchacha se enfrentará cara a cara con Anubis. Esta pócima es especialmente fuerte majestad, no debe preocuparse de nada más que hacer llegar esa copa a la joven Nefertiti y sus problemas estarán resueltos. La muerte es rápida e indolora, los sacerdotes no podrán determinar la causa de muerte y quedará como un designio de los dioses.

—  Desearía que esa prostituta muriera en medio de un terrible dolor, pero me contento con librarme de ella. — Tiy fruncía el entrecejo con una expresión de asco al pensar en Nefertiti. Jamás permitiría que una sucia extranjera diera a luz al próximo heredero, prefería que su tumba fuera profanada y su cuerpo desmembrado antes que eso ocurriese.

— Amón-Ra está de su lado majestad. El dios entre dioses conoce su veneración ciega y limpiara el camino para que haga justicia en su nombre. —  Herihor sonreía macabramente a la reina.

— Debo pagar tu lealtad, Herihor. No hay nada más valioso para mi que un aliado fiel y una mano amiga en tiempos difíciles.— La reina miraba provocativamente al hombre. Herihor tenía un par de años más que Tiy pero desde que ella asumió como esposa real su compañía y lambisconería se hizo palpable, de sacerdote escriba ascendió rápidamente a sumo sacerdote, con la mano de un benefactor misterioso y el favor de la nobleza egipcia llegó a ser el más grande y rico sacerdote de Amón-Ra, liderando decenas de templos en todo Tebas y aún más en cada extremo de Egipto.

— Su alteza sabe que actúo guiado por los designios del gran Amón. — El sacerdote cortó la distancia y tomó de la cintura a Tiy. — No hay placer más grande que satisfacer a una reina tan devota. — Besó a la reina con pasión, ambos cayeron sobre las telas donde descansaba el sacerdote y consumaron el deseo de sus cuerpos, ávidos de un placer carnal sin sentimentalismos. Tiy dominaba al sacerdote con el placer de la carne, pero sabía que el hombre era un ser insaciable, su cuerpo añoso no podría satisfacer del todo al sacerdote por tanto le aseguraba la compañía de jovencitas de su harén privado cada semana.

Dos días después llegaron papiros que informaban el desarrollo del enfrentamiento entre Mitani y los Hititas. Tushratta se había recuperado del fracaso inicial y ahora lideraba la guerra, su armamento era prolifero y los guerreros feroces pero solicitaba la ayuda de los Egipcios de empeorar la situación. Faraón no estaba conforme, era reticente a enviar tropas de su ejercito a tan lejanos parajes dejando desprotegido a su reino. La tía de Nefertiti, Nut, trataba de interceder como mediadora diplomática pero ciertamente no deseaba molestar a faraón. Antes de la llegada de Nefertiti ella era una de las favoritas para calentar la cama de Amenhotep, pero con la llegada de su sobrina faraón intercalaba el consejo de guerra con los cuerpos de jóvenes mujeres que sustituyeran de alguna forma el deseo no consumado por la belleza hurrita. Aconsejada por el sumo sacerdote, Nut dio la idea que las damas del harén deberían ir al sagrado Nilo para purificar sus cuerpos y así lograr el equilibrio con el cosmos, el Maat y, de esa forma, contentar a los dioses para que les brinden su providencia y un feliz desenlace al reino vasallo. Faraón se declaró a favor de tal idea y los sacerdotes comenzaron a preparan todo. El general Bomani sería el encargado de resguardar la seguridad de sus esposas legales y el sumo sacerdote Herihor realizaría el ritual sagrado.




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