Kilig: Parte I

Moradas de eternidad

—  ¡Los dioses han llevado el alma de esta mujer hurrita como sacrificio para la victoria de su pueblo!  — La voz del sumo sacerdote irrumpió el silencio sepulcral. Bomani aprovechó la distracción para tomar la copa que comenzaba a enterrarse en las arenas del desierto. —  ¡Nuestra ceremonia ha logrado el Maat, la seguridad del pueblo originario de nuestras señoras está asegurado! ¡Alabado seas Amón-Ra, dios entre los dioses, por escuchar nuestra plegaria!

La gente que rodeaba a la fallecida Nuzi cambió automáticamente el semblante. Del horror pasaron a la fascinación y tranquilidad ¡sus dioses se habían manifestado! El miedo que sentían era equiparable al respeto, las palabras del sumo sacerdote de Amón eran irrefutables. Él se contactaba directamente con los dioses, tenía plena certeza de sus palabras.

El llanto de Nefertiti se vió interrumpido por la furia.

— ¿"Sacrificio"? —  Se levantó del suelo, aún con lágrimas en sus ojos y las manos temblorosas—  ¡Esto es un asesinato! ¡Alguien ha envenenado mi copa!

Nuevamente reinó el silencio. Lo que decía Nefertiti era serio, estaba contradiciendo las palabras de un hombre que hablaba con los dioses y peor aún, acababa de afirmar que uno de los presentes había intentado asesinarla. Los únicos presentes con tal poder y motivos eran las esposas reales o las concubinas de faraón, aquella insinuación podía resultar en un embrollo aún más grande si no tenían pruebas al respecto. Bomani se acercó a la dama, aún cuando aquella próximidad podría ser mal vista. Debía detenerla ahora a menos que esto resultara en algo peor.

—  ¿Insinuas que alguna de nosotras, esposas reales de faraón, intentamos matar a una simple concubina? —  Las palabras de Tiy rompieron el hielo. Bomani cerró los ojos maldiciendo por lo bajo — ¿Te das cuenta de lo que estás diciendo niña? ¡Podría mandar a matarte por tal afrenta! ¿Qué pruebas tienes?

—  Con el debido respeto, alteza Nefertiti.—  Intervino el sumo sacerdote.—  Lo que dice su alteza Tiy es cierto. ¿Tiene en su poder algo que pueda confirmar tal terrible afirmación? De no ser así me temo deberemos llevarla a un juicio ante faraón. Los dioses han hablado y sus designios son claros, la muerte de una simple sierva hurrita era lo que necesitaba su pueblo para alcanzar la victoria. Nosotros simplemente intervenimos en un conflicto que es de su particular interés. A fin de cuentas es su tierra la que está en guerra, no Egipto.

La molestia entre los presentes se hizo notar. Murmuraban palabras hostiles contra Nefertiti, quién enjuiciaba a una Egipcia por la vida de una sirvienta hurrita.

—  Pero es cierto, el vino... —  las palabras de Nefertiti eran un susurro herido e impotente. Quería gritar, matarlos a todos y vengar la injusta muerte de quien la acompañó toda una vida. ¡Malditos egipcios! ¡Malditos todos! Si querían su muerte debieron buscarla de forma directa. ¡Cobardes traidores! Nefertiti iba a arremeter con toda su furia, no podía importarle menos las consecuencias en ese momento, estaba ciega de odio y dolor. Bomani la afirmó del brazo y susurró a su oído.

—  Nefertiti, detente por favor. Harás que te maten si sigues, este no es el momento. —  Su voz era apremiante, pero ella no podía escucharlo. No podía oír nada, sólo la furia de su corazón.

—  ¿Qué sucede soldado? —  Arremetió Tiy nuevamente, esta vez contra Bomani. —  ¿Da crédito a las palabras de ésta concubina? ¿Qué significa esto? —  Su rostro no podía transmitir más éxtasis, la reina estaba encantada con aquel descubrimiento. Bomani era cercano a la concubina, era el momento de acabar con dos pájaros de un tiro.

Nefertiti palideció, las cosas se le estaban escapando de las manos y Tiy llevaría a Bomani a la desgracia junto a ella misma. Recorrió con la vista al gentío que la observaba con asco y rechazo, hasta que encontró a quién buscaba. Nut la observaba con horror, tenía las manos sobre la boca y una expresión de verdadera congoja. Nefertiti la miraba con súplica en sus ojos, la única persona con el poder suficiente de eclipsar en parte la palabra de Tiy y defenderla era ella, pero al cruzar miradas con su sobrina Nut corrió la vista espantada. Nefertiti suspiró pesadamente, reprimiendo un sollozo. La había abandonado.

—  Estoy contigo, pequeña diosa. —  Dijo el guerrero a su lado en voz baja, llevó una mano a su cinto preparado para atacar con el puñal en el momento indicado. Jamás ganaría contra todos los soldados, su amigo incluido. Podría tener una oportunidad solo, pero para asegurar la vida de Nefertiti  sería inevitable su sacrificio. —  Estoy contigo hasta el final.

Nefertiti se encomendó a los dioses. Si salía de esta iba a vengarse de aquella horrible mujer, lo juraba por la memoria de Nuzi.

—  Está bien, amigos. Suficiente drama. —  La voz de aquél hombre le arrancó una sonrisa nerviosa a Bomani. Comenzaba a creer que lo había abandonado. —  ¿Qué formas son estas para recibir a su señor?




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