Kilig: Parte I

Akenaton

La habitación de Taite estaba a oscuras. La sierva, ajena a los acontecimientos del día, estaba hecha un ovillo soportando los fuertes dolores menstruales. La pócima que los sacerdotes de Amón le habían brindado surtió efecto unas horas pero entrada la tarde el dolor volvía con la misma intensidad de siempre. La habitación se iluminó y su señora entró sin escoltas ni aviso alguno. Taite se incorporó rápidamente, el corazón le dió un vuelco cuando vio la expresión de Nefertiti. Sus ojos estaban rojos y su cara daba a entender que había llorado.

—Por los dioses señorita. ¿Qué le han hecho? —la voz de Taite era de furia contenida, sabía que debió ir aún cuando los dolores le impedían caminar con facilidad.

Las palabras de Taite dolieron aún más. Ella la iba a odiar, lo sabía muy en el fondo y tenía toda la razón al odiarla. Nefertiti era responsable indirecta de la muerte de Nuzi, quizás no le dió el veneno pero gracias a ella Nuzi debió probar el trago que sellaría su destino. Cerró los ojos, implorando fuerza a los dioses hurritas y Egipcios, a quién sea estuviera allí, oyendo y observando su desgracia.

—Toma asiento Taite, debemos hablar.

Taite escucho el relato de la chica en silencio. Su expresión se mantuvo ausente y solo cerró los ojos al escuchar sobre la muerte de Nuzi, presionando sus manos y abrazándose a sí misma. No lloró, tampoco le gritó ni culpo como Nefertiti esperaba. Simplemente escucho todo en silencio y cuando Nefertiti terminó su relato ella dijo:

— ¿Dónde está ahora?

—La llevaron a la sala mortuoria. Les pedí que no hicieran nada con ella hasta que te reunieras con Nuzi. Les dije a los sacerdotes y maestres qué tú decidirás qué harán después con su cuerpo. Podemos seguir las costumbres fúnebres de Mitani o las Egipcias, yo me encargaré que su ceremonia tenga todos los honores y sea lo que Nuzi merece.

Taite asintió, se despidió de su ama y partió a ver a su madre. Nefertiti quedó con un sentimiento aún más pesado en su pecho, hubiera preferido que llorara y la culpara, aún cuando ello fuese impropio y penalizado por sus rangos sociales, pero su reacción le dolió en el alma ya que su dolor ha de ser tan grande que es imposible expresarlo en palabras. Conocia a Taite y desde la infancia siempre fue una mujer racional, reservada y alegre. Su más grande tesoro era su madre, era su única familia, el único pilar en su vida. Se tomó la cabeza entre las manos, con la vista al suelo pero mirando más allá. Se sentía culpable, pero sabía que aquello era obra de Tiy. La sospechosa reacción que tuvo, la necesidad de encubrir la muerte de Nuzi y el vuelco que le dió a todo eran muestras claras de su culpabilidad. No obstante... quizás... Quizás Tiy estaba encubriendo a su hija Sitamón. Ella ya la había atacado abiertamente en la procesión, quizás aquél ardid era una simple jugarreta previa al golpe final. Era probable que su madre estuviera encubriendo a Sitamón con la ayuda del sacerdote Herihor. Por los dioses, eso complicaba todo. Si Herihor estaba envuelto en esto ya no podría confiar más en los sacerdotes a su cargo, sus pócimas, sus tratamientos y hechizos, ni su Dios. El poder de dos reinas y el sumo sacerdote de Amón era algo difícil de hacer frente, aún con la ayuda de Bomani.

—Te he estado buscando, querida cuñada. — la voz de Akenaton la sacó de sus cavilaciones. —Oh, mi error, casi cuñada. He oído que aún no se consuma nada, bien por ti.

—¿Qué haces aquí? — dijo ella a la defensiva.

—Eso debería preguntarlo yo.¿Sabes lo difícil que fue dar contigo sin levantar sospechas? De todos modos,  ¿qué haces en las habitaciones de las criadas? —dijo él, observándola con una expresión de desaprobación.— Suerte para mí que todas están revoloteando en palacio para caerme en gracia, de otro modo este lugar estaría lleno de estorbos. —la voz desenfadada de Akenaton era un poco impresionante, no desprendía la sensación de estar hablando con el próximo heredero de la dinastía. Era tan informal que bien podría ser una charla con un conocido.

—Disculpe la rudeza de esta humilde concubina, he de preguntar ¿por qué me busca, su alteza? —tras la sorpresa Nefertiti recordó su lugar, él era superior en rango y había un protocolo para hablar. Se levantó en una reverencia pronunciada tratando de enmendar en algo su error.

—Lindos pechos, casi cuñada. —dijo Akenaton en voz sugerente.—Ahora levántate, no hagas tal de tratarme de forma tan absurda. Te lo diré una vez y tómalo como una orden, tú me trataras de forma informal, al menos en privado. Me da escalofríos tanta pomposidad.

Nefertiti le observó con una mano en su pecho tratando de ocultar el gran escote de sus ropas, luego desechó la idea. Era un absurdo y ¿qué más daba? Tomó asiento nuevamente, si Akenaton la buscaba era para algo importante, algo que podría ser beneficioso para ella o, muy por el contrario, un problema extra en sus hombros.




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