Cielo color plumbago a las siete de la noche,
Esperándola estaba, sentado en un escaño
De la pulcra explanada de la estación Aluche,
Con su fuente funcional, tal cual es desde antaño.
El farol ilumina, mientras a troche y moche
Descienden pasajeros, peldaño por peldaño.
De a poco aumenta el ruido, no hay voz que no se escuche,
Señal del presto arribo de la mujer que extraño.
Tengo que confesarlo, piernas he estado viendo
De las damas bajando, pero no es con lascivia,
Solo le pongo atención a la clase de atuendo
Y automáticamente me formulo una trivia:
Ella no es de usar faldas, no es de estar exhibiendo,
Ni siquiera a la altura del peroné y la tibia.
De pronto una vibración, cual si oyera un estruendo,
Me altera al acercarse quien mis ansias alivia.
Satisfacción enorme, saber reconocerla
Entre cientos de chicas por su forma de vestir.
Y aún sabría cuál es si ella fuera una perla
Rodeada de millares, por su argénteo sonreír.
Maravilloso enigma del amor surge al verla,
Acerca de los nervios que incapaz soy de encubrir,
Como la vez primera en que comencé a quererla
Y a pesar de los años es inmutable el sentir.
Plática y cafeína, motivos de la cita,
Aunque, para mi gusto, chocolate caliente.
Mientras vamos a un parque, me mira y solicita
Que yo cierre los ojos y le sea obediente.
"Sorbe de tu bebida", me pidió mi bonita
Y luego de unos tragos sentí extraño el ambiente.
Decreció el ritmo con que mi corazón palpita,
Hasta que en sitio incierto me desperté consciente.