Capítulo 5: Una pequeña broma.
Un menudo rayo de luz se coló por un orificio que había en el vidrio de la ventana del cuarto donde dormía Bruno, sofocándole el sueño al que estaba acostado tranquilamente en la cama.
—¡¿Qué mierda?! —se puso el dorsal entre la frente y los ojos, impidiendo que el resplandor estorbara su vista—. ¿Por qué justamente hay un orificio en la ventana? ¡Maldición!
Bruno se comenzó a quejar de rabia sobre la cama. Nadie lo culpa. Hace tiempo que no dormía cómodo en una cama de verdad, toda su vida durmió en el húmedo suelo del Bosque de Hoanim.
—Espera un momento. —Se detuvo en seco. Miró el reloj mágico que estaba sobre una mesa redonda, al darse cuenta la hora que eran, exclamó: —¡Maldición! Ya casi es mediodía.
Se levantó tan rápido como un rayo. Hizo la cama, y luego salió rápidamente afuera del cuarto. Echó varias miradas en el pasillo a ver si atinaba con el baño. ¡Bingo! Lo había encontrado. Con prisa, alcanzó la puerta del baño e ingresó sin permiso. Soltó un suspiro de alivio al ver que no había nadie.
—Este baño huele bien—se dijo al aspirar profundamente el idílico olor que había dentro del baño.
Realizó sus necesidades, luego enjuagó sus manos, luego su cara, y luego salió del baño. Recorrió el menudo pasillo hasta atinar con el comedor.
« Aquí tampoco hay nadie» se dijo a si mismo con dudas. Se acercó a la mesa y alcanzó ver una hoja de papel con algo escrito, debajo del papel había un plato tapando el contenido que había en el otro plato.
Lo leyó.
“ Bruno. Querido. Buenos días. Se que te vas a levantar tarde, así que preparé tu desayuno y tu almuerzo a la vez. Come con calma. Buen provecho”
« ¡Ah! Está mujer…» Bruno se sonrojó. La amabilidad de Yade era digna de respetar.
El estómago de Bruno rugió de repente.
« ¡Tengo demasiado hambre! » gritó en su mente. Sin dudarlo, se sentó en una de las sillas de madera, quitó el plato que tapaba el plato dónde estaba la comida; de repente un idílico olor se despidió de la comida.
—¡Es estofado de conejo! —gritó—. Mi favorito—agarró los utensilios, arrimó una olla de madera donde habían varios panes. La comida estaba caliente, como si estuviera recién echa—. ¡Que bien proveche!
Sin dudarlo, Bruno comenzó a comer.
***
—Estuvo deliciosa la comida otra vez—dijo Bruno, sobándose su pancita—. Yade no me deja de sorprender con esa manera asombrosa de cocinar.
Bruno lavó todos los utensilios sucios y luego los dejó donde pertenecían. Se dirigió a la puerta, la abrió y salió afuera. Echó unas cuantas miradas hacia los alrededores y no llegó a ver a Yade.
« ¿Dónde estará? » se preguntó, rascándose la cabeza.
Se acercó a dónde estaba el jardín de plantas exóticas, pues imaginó que la encontraría en el lugar donde se conocieron. Pero también falló.
« ¡Maldición! Aquí tampoco está» se dijo, mientras sus esperanzas de encontrarla se reducían cada vez. « La he buscado por todas partes, pero nada. ¿Dónde puede estar? ¿Acaso se hartó de mi y me dejó solo aquí? ¡No puede ser! ¡Ella no puede ser tan cruel! » sus negativos pensamientos lo estaban sumiendo aún más en su desesperación.
De súbito, entre un buen rato luchando con sus pensamientos negativos, logró escuchar un sonido de un instrumento de viento en lontananza.
Las dudas le carcomieron en ese momento y no dudó en buscar de donde provenía el sonido del instrumento de viento. Cada vez que se acercaba, el sonido se volvía una melodía bien entonada.
« Que bien suena esa melodía» se dijo, encantado por la hermosa melodía.
Mientras caminaba, sin prestar atención alguna por dónde pisaba por tener su concentración centrada en la hermosa melodía, su pie derecho se enredó en una raíz que sobresalía del suelo y cayó desparramado boca abajo; del impacto, solo se golpeó la cara y el pecho, pero salió ileso.
—¡Maldición! ¡Que mala suerte tengo hoy! —se lamentó de su mala suerte.
Se levantó como pudo, con algo de daño, se sacudió las ropas y su cara.
—¿Pero que es esto? —se preguntó, asombrado por lo que tenía delante de él.
Un hermoso paisaje se extendía en una gran proporción de tierra sagrada. Lo que captaba toda la atención era un vasto y hermoso lago; las aguas que descansaban sobre él eran casi mágicas. A la derecha, había un inmenso árbol de un grueso tronco que se inclinaba al lago, dándole más frescura al sitio; sus raíces sobresalían de todas partes y servían como refugio. En derredor, habían varios árboles de hojas brillantes, que le daban vida al lugar. Era todo un sitio mágico.
—¿Cómo es posible que exista un lugar así en estás fúnebres tierras montañosas? —dijo, casi en un musito.
La melodía se volvió a escuchar otra vez, pero está vez su suave música se entrejuntaba con el sonido idílico de los cantos de los pajaritos, que se sentían atraídos por su encanto.
Bruno siguió su camino en busca de la dueña del instrumento de viento. El camino estaba pulcro, como si nadie caminara por él.