Capítulo 8: El entrenamiento.
—¡Control de Invocación! —Yade extendió su mano derecha hacia adelante—. ¡Manada de Hombres Lobos Malditos! —un ojo maldito, con el cristalino con forma de una luna de sangre, surgió de repente en el corazón de su palma; varios nervios del ojo maldito, henchidos de puro poder, surcaban la palma de Yade.
El ojo maldito parpadeó varias veces, acatando a la orden, y varios círculos demoníacos comenzaron a surgir adelante, en una circunferencia de varios metros; en un santiamén, surgió una gran cantidad de Hombres Lobos Malditos, bañados hasta el tope de mucha energía demoníaca y con frenesí de desgarrar cualquier objeto vivo.
—Creo que eso es suficiente para que comiences…
Un raudo movimiento la interrumpió: Bruno se movió tan rápido que descuartizó a todos los Hombres Lobos Malditos en un abrir y cerrar de ojos con solo blandir su espada. Yade quedó perpleja, con la boca abierta y sin habla. Bruno volvió a su sitio, incólume, impávido, casi diciendo que puede con el mundo entero si se lo propone.
« ¿Pudo acabar con mi Manada de Hombres Lobos Malditos como si nada? ¡Tenía toda la razón mi señor Yato! ¡Este chico es un Prodigio de las Profecías de los Dioses! No hay dudas de eso» tragó saliva y se trató de calmar un momento; su temple se había descontrolado.
—¡Control de Invocación! —volvió a extender su mano; ya el ojo maldito estaba despierto en su palma—. ¡Manada de Hombres Lobos Malditos! ¡Mejora X5!
El mismo orden de invocaciones se produjo adelante en una gran circunferencia perfecta, pero ahora estos Hombres Lobos Malditos lucían más grandes, más robustos, más fuertes, y su poder demoníaco era aún más poderoso que antes; eran como cincuenta de ellos, preparados para luchar.
—¡No tengan piedad con vuestro objetivo! —baladró Yade, asustada, pero a la vez decida, dándole una orden a su manada.
Los Hombres Lobos Malditos acataron con varios aullidos al aire y no dudaron en comenzar con la ofensiva.
No obstante.
—¡Me encanta esa actitud! —dijo Bruno, henchido de orgullo—. ¡Prueben mi nuevo ataque con este poder! ¡Control del Todo! —apuñó fuertemente la manivela de su espada con una sola mano—. ¡Golpe Sagrado!
Toda la espada fue embojotada de una luz sagrada. Bruno no dudó y soltó un fuerte espadazo, que rápidamente se volvió en una gran explosión de luz cuando impactó sobre sus objetivos, suprimiendo en un tris a toda la manada entera; al suelo se le hicieron varias cisuras en forma de espiral al sentir la potencia descomunal del poder de Bruno.
—No puede ser… —Yade cayó arrodillada, no se podía creer que Bruno acabará con su Manada de Hombre Lobos Malditos como si nada; no sirvió de nada que los mejorara por cinco.
—¿Qué pasa, Yade? —preguntó Bruno, desilusionado, manteniendo esa caradura fría y áspera—. ¿Eso es todo? ¡Todavía mi poder no es suficiente para hacer evolucionar a mi espada!
« ¡Je, Je, Je! Habla como si fuera mi padre esta nueva catadura engreída de mi querido Bruno» se dijo en su mente Yade, surgiendo en su bello rostro una mueca de enfado. « Si tanto quieres presumir de tu maldito poder. ¡Te voy a mostrar que te equivocaste a haberme subestimado!» gritó en su mente, mientras se colocaba entre sus pies.
—¡Control de Invocación! —extendió su mano—. ¡Jefe de los Hombres Lobos Malditos! ¡Mejora X2!
El ojo maldito en su palma parpadeó una sola vez: un vasto círculo mágico maldito surgió adelante; de él comenzó a surgir una gran bestia de un colosal tamaño abismal. Era un gran Hombre Lobo Maldito, mejor dicho, el Jefe de todos ellos. Poseía unos inmenso brazos, también unas poderosas piernas, y por último, sus armas principales eran unas aterradoras e afiladas garras. Su cara era cuadrada y deformada. Su complexión era hercúlea. Todo su cuerpo estaba marcado por inmensas cicatrices que surcaban por cada lugar. De sus fosas nasales se despedía un espeso humo de rabia. Ya estaba listo para luchar.
—¿Qué te parece mi invocación, mi querido y grosero Bruno—dijo Yade, alardeando con una de sus joyas más apreciadas.
—Es un buen contrincante. No lo niego—fue lo único que dijo Bruno—. Sin embargo. ¡Tiene que estar a la altura!
Bruno empuñó su espada con su mano derecha, miró fijamente a su objetivo y se fue a la carga. Yade solo observaba en silencio ese combate; tenía que saber todo de ese nuevo poder de Bruno. Los dos se encontraron y desataron una sangrienta reyerta.
« Creo que no puede usar su otra mano—se dijo Yade, intuyendo inteligentemente la condición de Bruno—. Es por eso que solo puede empuñar la espada con la mano que le permite usar su Foco de Poder Secundario. Que inteligente es. Pero…»
La gran bestia peluda cayó derrotado ante Bruno; al fin y al cabo, le había brindado una gran batalla.
—¡Maldición! —baladró molesto Bruno—. ¿Por qué demonios mi poder no aumenta?
—No seas engreído, mi querido Bruno—lo trató de calmar—. Debes entrenar todos los días hasta sentirte preparado para dominar a la perfección tu nuevo poder.
—Pues. A que esperamos para… —de repente su poder flaqueó, desactivándose de súbito su ojo astral.
—¡Bruno! —Yade pudo tomar entre sus brazos a un Bruno que se había desmayado a causa de la perdida ingente de poder; todavía no podía mantener su nuevo poder con el nivel que poseía. Ella lo miró, y sonriendo le dijo: —Buen trabajo, querido. Eres el ente perfecto que acabará con el Rey Demonio.
Yade se levantó con Bruno entre sus brazos y lo llevó a su casa.
Los días comenzaron a pasar. Bruno se enfrentaba con todo tipo de monstruos de nivel alto que invocaba Yade para que mejorara su entrenamiento. Aunque eso no era nada para él. Yade se moría de rabia cuando Bruno la regañaba con ese aspecto engreído que despierta cada vez que su poder se activa; soñaba con el día de darle su merecida lección. Bruno caía, pero se levantaba con más fuerza y valor; Yade a veces era muy dura con su entrenamiento, invocaba a monstruos que desgastaban el poder de Bruno solo por venganza.