Capítulo 12: ¡No sé los permitiré!
Nuestro grupo de viajeros conformado por Bruno, Yade, y Bárbara, habían recorrido más de la mitad, pero el cansancio era notorio en alguno de ellos.
El clima estaba un poco soleado. El cielo estaba totalmente despejado, dándole paso a los rayos de luz para martirizar a cualquier ser vivo que se mantuviera dentro de su alcance. Menos mal que a nuestros viajeros los acompañaba la sombra de algunos árboles que permanecían cerca del camino que se dirige a la aldea.
—¡Por favor, parad! —suplicaba Bárbara, mientras se arrastraba por el suelo del cansancio—. ¡Ya no aguanto más!
—No seas exagerada, Bárbara, si apenas hemos recorrido la mitad de nuestro camino a la aldea—apuntó Bruno, algo desilusionado por ella—. Si quieres, te puedo llevar cargada en mi espalda.
—¡Oh, si! Me sería de mucha ayuda.
—Creo que los viajes largos no son lo tuyo, Bárbara—añadió Yade, riéndose.
—¡Si! —exclamó Bárbara, sintiendo como era aplastada totalmente por el cansancio—. No estoy acostumbrada a esto.
Bruno y Yade se rieron por la embarazosa situación de su compañera. No sé podían creer que una chica con una complexión atlética que reforzó gracias al trabajo arduo en la granja le pudiera vencer una simple caminata.
—Descansemos un rato bajo la sombra de aquel árbol—señaló Yade, mientras Bruno cogía entre sus brazos a una casi muerta Bárbara, que suplicaba por un descanso urgente.
—Esta bien—aceptó Bruno.
—Gracias por apiadarse de su endeble compañera de viaje—decía Bárbara, casi que se desmayaba.
—Estas exagerando las cosas—dijo Bruno, riéndose de Bárbara.
Los tres lograron alcanzar el árbol que daba una perfecta sombra. El árbol no era tan grande, pero era lo suficiente extenso para brindar una cálida sombra bajo su manto de hojas verdosas.
—¡Por fin! Un descanso—suspiró Bárbara, tirándose en el suelo sin dudarlo.
—¡Oye! ¡No te tires en el suelo de esa manera! —le regañó Yade—. Te puedes lastimar.
—Es que ya no aguantaba más mi insignificante cuerpo agotado—aclaró, suspirando de alivio al sentir la frescura del suelo henchido de hojas por doquier.
—Otra vez estás exagerando las cosas—opinó Bruno, haciendo una mueca chistosa.
Cuando tenían pensado relajarse un poco, un presentimiento pasó por la mente de Yade como un rayo de luz. Bruno se había acatado también.
—Bruno—le dijo Bárbara, cambiado su temple.
—Si—afirmó a su intuición—. Será un problema si no nos sacamos a esas basuras inmundas del camino.
—¿A qué se refieren con eso? —inquirió Bárbara, mientras se sentaba.
—Esa presencia morbosa la reconocería en cualquier parte—habló Yade, llena de mucho rencor—. ¡Esos malditos religiosos están haciendo de la suya y no se los permitiré!
—Yade…—Bruno hizo un gesto de sorpresa al notar el rencor que brotaba de Yade.
—Vamos, Bárbara. No es tiempo para estar flojeando—le criticó—. Tenemos trabajo que hacer.
—Como tu digas, Yade. —Bárbara se levantó y se colocó al lado de sus compañeros. Ya su cansancio se había ido.
« ¡Qué rápido se recuperó!» exclamó sorprendido en su mente.
—Síganme—ordenó, con su temple serio.
Bárbara y Bruno afirmaron al unísono y siguieron a una Yade que estaba sumida en su rencor de acabar de una vez con la maldad de esas tierras sagradas.
Por otro lado.
Una fémina se encuentra acorralada por un grupo de religiosos que visten los mismos atuendos de aquellos infortunados hombre que murieron en las manos de Bruno; el signo de la hoja envuelta en llamas era inevitable. La pobre fémina estaba recostada a un árbol, sudando de miedo por el peligro que tenía delante de ella.
—¿Bajando la guardia en una misión de espionaje? ¡Que tonta! —se burló uno de ellos, el más autoritario del grupo—. Es raro ver a uno de ustedes bajar la guardia de esa manera.
La fémina no respondió nada, se mantenía en silencio.
—¡Oh! Así que era verdad que vosotros no delatan a su jefe cuando son atrapados en infraganti. —Y se fue en risas. Se acercó más a la fémina y colocó una mano en su hombro. La fémina soltó un respingo. El hombre le dijo: —Tengo la intuición de que no vas a delatar a tu jefe por nada en el mundo. Se de vuestra costumbre. Son capaces de llevarse a su tumba toda la información sobre vuestro jefe. Pero está vez vamos a intentar algo diferente. ¿Cómo se sentirá ser violada por todos nosotros?
La fémina abrió en grandemente sus ojos, sumiéndose más en la desesperación.
—¡Por favor! ¡Se los imploro! ¡Denme mi merecida muerte! —la fémina por fin habló, suplicando que le dieran su muerte—. ¡No me hagan sufrir de esa manera! ¡Solo mantenme y ya!
Todos ellos se rieron. La fémina sabía que ellos no iban a complacer sus súplicas, los conocía muy bien, eran desagradables cuando se trataba de sacarle provecho a una mujer.
Al sentirse al borde de la desesperación, de repente varias lágrimas comenzaron a rezumar de sus ojos.
—¡Mirad! La niña está llorando. —Y se fue en carcajadas.
Todo el grupo lleno el lugar de carcajadas, mientras la pobre fémina lloraba por sentir impotencia en ese momento. Pero tenía que ser fuerte y soportar todo, para eso fue entrenada, para no cometer errores durante una misión de espionaje. Pero había bajado la guardia, y ahora deberá pagar muy caro ese desliz, sufriendo hasta la muerte y llevándose consigo toda la información de su jefe.
« Lo siento, querido jefe. He fallado—comenzó a hablar en su mente—. Bajé la guardia y ahora me encuentro entre la vida y la muerte. Pero esto será diferente. Voy a ser totalmente violada por estos seres sin corazón hasta morir. Pero no sé preocupe. Nunca voy a romper mi promesa. Por favor. ¡Acabé de una vez con esta maldita religión de sádicos sin escrúpulos!» mientras gritaba, todos los hombres, entre carcajadas, se acercaban a ella para desnudarla y violarla hasta morir.