Capítulo 15: Aldea Arco Caído.
El día estaba sosegado y apacible. La fresca brisa golpeaba suavemente las hojas de los árboles, levantándose así un sonido latente. En una gran porción de tierra, rodeado por varias montañas, se levantaba la muralla de contención de la Aldea Arco Caído.
Bruno, Yade, Bárbara y Ana ya se encontraban dentro de la aldea, caminando por una espaciosa calle, cuya calle era la principal de la aldea; desde que la calle se integra a la aldea, nunca hace un recodo o algo parecido y así se mantiene hasta que alcanza el final. Había mucha gente por doquier, la mayoría conversando mientras caminaban, algunos riendo, incluso otros sentados, disfrutando la buena vibra del ambiente. Habían muchas construcciones, la mayoría casas de alquiler para los turistas, cuyas construcciones tenían un gran orden reconocible de un premio.
—Veo muy alegres y enérgicos a los aldeanos de esta aldea—dijo Yade, sospechando—, incluso puede decir que ninguna chispa de maldad amenaza en derredor.
—No confíes en tu instinto en este momento—advirtió Ana, seriamente—. Puede que estás personas estén alegres, sin nada de preocupaciones, pero la verdad que ellos viven con miedo, la mayoría lo sabe y por eso esconden su miedo para no levantar sospechas.
—¿Por qué harían una cosa así? —inquirió Yade, ahora llena de dudas—. El miedo no es una cosa que se pueda ocultar para siempre. ¿Para que ocultar su miedo para no levantar sospechas? Vivimos en las tierras más seguras de todo Dragonye, no pueden seguir…
—¡Silencio! —gritó de repente Ana, interrumpiendo en seco a Yade.
—Ana…
Bruno y Bárbara vieron de reojo a las dos féminas, más a Ana, que había cambiado de repente su semblante; los dos por nada del mundo se querían entrometer en esa conversación.
—¡Ustedes no saben nada! —volvió a gritar, pero ahora preocupando al grupo—. ¡Todos los días vivimos con mucho miedo y sufrimiento! Sin embargo, no dejamos que los demás vean nuestro martirio. ¡Porque somos personas que seguimos los pasos de “no mostrar debilidad” que nos enseñaron nuestros antepasados”!
Yade, viendo la actitud violenta que había tomado Ana así de repente, abrió en grandemente sus ojos, contenida a decir algo al respecto.
No obstante. Ana se detuvo.
De repente comenzó a llorar.
—Por favor, discúlpenme—se arrodilló mientras tapaba su rostro con las manos por vergüenza—. Yo no tenía intenciones de gritarte de esa manera, solo es que…
—No tienes que disculparte, Ana—le interrumpió Yade, colocando su mano sobre el hombro de Ana—. Nosotros somos lo que tenemos que disculparnos por se tan ignorantes.
—Yade. Tu… —el rostro de Ana se vio iluminado por el resplandor de esperanzas que emanaba Yade.
—Así que levántate—le extendió la mano—. Todavía no es hora para rendirse.
Ana afirmó con la cabeza y agarró la mano de Yade, y esta la ayudó a levantarse.
—Síganme, chicos—dijo de repente Ana—. Quiero que conozcan a una persona.
Los tres, sin intenciones de retribuirse de sus sospechas, le acataron y la siguieron.
Ana condujo a nuestros viajeros por una calle estrecha y oscura, llena de basura y cajas de madera vacías por doquier, hasta que alcanzaron el final. No vieron nada más que una pared que se alzaba delante de ellos y que no dejaba avanzar más.
—¿Qué hacemos aquí, Ana? —le preguntó Bruno, sospechando.
—¿Qué tienes pensado hacer, chica? —también le preguntó Yade, con las mismas sospechas.
—Aquí no hay nada, pero el lugar si que da un poco de miedo—añadió Bárbara, sin sospechar; solo le preocupaba el lugar donde estaba.
—No se preocupen, chicos—por fin habló Ana, extendiendo su mano a la pared—. No podemos permitir que descubran nuestro escondite.
—¿Escondite? —habló Bárbara por los demás.
—Si—afirmó—. ¿Están listo?
Los tres afirmaron con la cabeza.
—¡Magia de Ocultación! —baladró Ana—. ¡Portal Dimensional!
La mano de Ana se vio embojotado completamente por una energía mágica de color blanco; de repente un círculo mágico apareció delante de ellos.
—¿Magia? —exclamó Yade, sorprendida—. ¿Cómo puedes usar magia?
—No hay mucho tiempo que perder en este lugar. Alguien nos puede descubrir—advirtió Ana—. Contestaré todas sus dudas después que nos encontremos en un lugar más seguro. ¡Rápido! ¡Síganme!
Nuestros viajeros, llenos de muchas dudas, solo les quedó acatar a Ana y traspasaron el portal mágico, uno por uno después de Ana.
De un momento a otro ya se encontraban en otro lugar.
Delante de ellos había un estrecho pasillo que iba todo recto hasta atinar con una puerta a lo lejos. Por algún motivo, el portal mágico los transportó dentro de una edificación.
Ana hizo desaparecer la energía mágica que embojotaba su mano, haciendo que el portal mágico también desapareciera.
De lado a lado estaban rodeados por unas paredes que fueron levantadas con piedra y argamasa; no tenían ningún tipo de pintura que las cubriera de su verdadero arte. Unos quinqués descansaban taciturnos sobre las paredes, iluminando con su llama todo el pasillo. El techo también estaba construido por el mismo material de las paredes.
—Síganme—ordenó Ana—. Todavía no hemos llegado.
Nuestros viajeros asintieron con la cabeza y siguieron a Ana.
Cuando más se acercaban, varias voces de personas llegaban a los témpanos de sus oídos.
—¿Voces de personas? —inquirió Bruno, con dudas, mientras miraba para todos los lados, buscando de dónde provenían esas voces.
—No tienes que preocuparte, Bruno—le hizo saber Ana, sonriendo—. Nada en este lugar les hará daño.
Entre una corta caminata, ya habían alcanzado su objetivo: la puerta.
Un símbolo de un arco al revés, con un carcaj con flechas arriba del arco, estaba pintado en el medio de la puerta.
—Por favor, se los pido de corazón—Ana se puso su mano derecha a la altura de su pecho, dónde descansaba su corazón—. Este es un lugar muy importante para nuestro jefe. Solo síganme y no se pierdan de vista hasta que lleguemos donde se encuentra Él.