Había llegado la hora y Laia estaba en frente de la casa de Hoseok, este por su parte le temblaban las manos, sentía que su corazón en cualquier momento iba a salir de su pecho.
Así que, cuando ella tocó al timbre esperó unos segundos para luego responder.
— ¿Laia?, pasa –dijo él mientras intentaba que su voz no fuera tan evidente de que se estaba muriendo de vergüenza por dentro.
— Hoseok.
No hubo respuesta.
— ¿Sigues ahí? –preguntó ella al estar ya enfrente de él, este respondió.
— Sí, perdona.
En menos de lo que Laia esperaba ya estaba en la habitación de Hoseok, sentada a su lado, en su cama, el ambiente era bastante incómodo para ser sinceros.
Hoseok estaba sonrojado, estaba imaginando mil escenarios que podrían suceder después de hoy, después del beso, y ninguno acababa bien.
— Hoseok... –estaba sonrojada.
— Dime –respondió este mirándola.
— ¿Cómo se besa? –la pregunta le pilló por sorpresa en un momento, pero luego recordó por qué estaba allí.
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