El receso del mediodía había sido el más intenso que hubieran vivido hasta ahora. Sayaka y Elena, de las “Amazon Kiters”, estaban almorzando sin Karen. Se preguntaban si la forma en cómo se enfrentó a su oponente la había afectado, puesto que la vieron huir del estadio apenas los jueces la declararon ganadora del duelo. Kaito, Ai y Hayato veían la situación y trataban de resolver el problema sin éxito.
Normalmente, esperaban que fuese Ryuusei el que les diera una palabra de aliento. Pero, hasta hacía unos días, Karen era el único puente entre los chicos y él. Tampoco podían hablar con el papá de Kaito, el doctor Ichihara, puesto que sus nuevas responsabilidades como presidente interino de Kite Incorporated lo mantenían de sol a sol ocupado. Poco a poco, el desánimo de las “Amazon Kiters” empezaba a contagiar a los “Sun Kiters”.
Y eso, en lo particular, afectaba con más fuerza a Kaito, puesto que en la tarde tendría su duelo en el cual definiría su paso a las semifinales.
Hayato, al ver lo que le ocurría a su amigo, decide ir a verlo a su habitación de hotel, el lugar donde los participantes del torneo descansaban antes de su duelo. Allí, Kaito estaba preparando su cometa, aunque el desánimo se notaba en su rostro.
—¿Cómo te encuentras, Kaito?
—¿Quieres saber la verdad? —preguntó Kaito mirando fijamente a los ojos a Hayato. —¡Mal! ¡Terriblemente mal! ¡Algo está pasando y todos sabemos que es culpa de Maruyama! ¡Ya sé que desapareció antes del torneo y eso! ¡Pero no hay que ser un genio para darse cuenta de que sigue causando problemas! ¡Los sabotajes en el torneo, la desaparición de Ryuusei…! ¡Algo malo está ocurriendo y ni mi papá nos quiere decir! ¿Qué se supone que debo hacer? ¿Cómo podemos continuar con el torneo sabiendo que Maruyama podría regresar de entre las sombras y destruir todo el sistema de cometas?
—Kaito… —dijo Hayato sin saber qué decir en ese momento. Había ido para dar ánimos a su amigo, pero ahora se había quedado sin palabras. Quiso decir algo, cuando otra voz lo interrumpió.
—Solo queda seguir adelante. —era el doctor Ichihara, el padre de Kaito, quien se había parado frente a la puerta de la habitación y había escuchado las inquietudes y los miedos de su hijo.
—¡Papá! —gritó Kaito al ver a su padre, se levantó y corrió hacia él para darle un fuerte abrazo. —¡Viniste!
Kaito comenzó a llorar al ver a su padre después de tanto tiempo.
—Claro que sí, hijo. —respondió el doctor Ichihara. —Perdóname por no haber venido con anterioridad. Y no pienso excusarme con el trabajo y eso… Le prometí a Ryuusei que, si salíamos de esa prisión, vendría a verte todos los días, y no lo cumplí.
—¡No importa, papá! —gritaba desconsoladamente Kaito. —¡Lo bueno es que estás aquí y eso es lo único que me importa!
—En unas horas va a ser tu duelo, ¿verdad? —preguntó el doctor Ichihara. —¿Por qué no vamos a comer algo tú y yo antes de tu duelo?
Luego observó a Hayato quien estaba mirando detenidamente la acción.
—¿Por qué no nos acompañas, Hayato? —preguntó el doctor Ichihara. —Te he visto pelear y todo, pero quiero saber más de los amigos de Kaito.
—¡Con mucho gusto! —exclamó Hayato con mucha felicidad.
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En el restaurante, padre, hijo y amigo del hijo se encontraban disfrutando de un almuerzo previo al duelo de Kaito. Si bien, la alegría de compartir los alimentos es algo que Kaito extrañaba mucho, algo dentro de su corazón todavía tenía un resquicio de duda.
—Papá… —preguntó Kaito un tanto nervioso. —¿Por qué Maruyama nos hace esto? ¿Por qué odia las Kite Wars?
El doctor Ichihara suspiró. Sabía que este era un tema complejo, tanto como para tener que explicárselo a un niño de 10 años, su propio hijo.
—Maruyama no ve a los cometas electrónicos como un juguete. Por el contrario, conoce el alcance de este aparato y desea utilizarlo como armamento militar. Y mientras más dinero pueda sacar de ese uso, mucho mejor. Por eso hizo negocios con países en guerra. Es un hombre que no lo mueve otra cosa sino la ambición al dinero, incluso cuando ya lo ha perdido todo por culpa de esa ambición.
—Pero en el camino ha destruido a mucha gente… —respondió Hayato.
—Así es. —contestó nuevamente el doctor Ichihara. —Por eso Ryuusei los buscó a ustedes, no se equivocó al elegirlos. Vio cómo pelearon contra el Maruyama Trio y el Dark Kiter. Para ser niños, han hecho más de lo que han hecho el resto de participantes del Ultimate Tournament. Y por eso se merecen un lugar en el torneo, un lugar que se han ganado con mucho esfuerzo y lágrimas.
—Dime, papá… —dijo Kaito mirando hacia su plato, sabía que la pregunta que haría sería la más incómoda en su corta vida. —¿Eso quiere decir que nunca usaste tus influencias para que clasificáramos al Ultimate Tournament?
—Nunca haría algo como eso. —le señaló su padre. —¿Crees que te mandaría a un torneo de talla nacional sabiendo que podrías ser humillado en el estadio de las Kite Wars y ser ridiculizado en todo Japón? No podría hacerte eso a ti, Kaito.
¿Entonces…? —preguntó Kaito levantando la mirada, en sus ojos solo se podían ver algunas lágrimas.
—Según los registros del sistema de Kite Incorporated, los “Sun Kiters” fueron el último equipo en entrar al torneo. —le señaló el doctor Ichihara. —Después de ustedes, hubo al menos seis equipos que consiguieron su última victoria un minuto después. Un poco más y ustedes no hubiesen entrado al torneo.