prólogo
Todo ocurrió unos meses antes de la llegada de la Navidad, era una niña de apenas 8 años. Mis amigas del colegio siempre contaban durante los recreos, sobre las travesuras que realizaban sus mascotas. Ellas lo relataban con mucha emoción . Otras chicas expresaban esa felicidad que les generaban, cuando lo sacaban de paseo a sus perros, junto con sus padres.
Al oírlas me deprimía porque mis papás nunca me permitieron tener una, ya que donde vivíamos teníamos poco espacio y los dueños del departamento no aceptaban animales.
Muchas de mis compañeras se burlaban de mí, porque era la única que no tenía ningún perro, ni siquiera un gato y esa era una de las razones por las cuales me sentía como la marginada del curso, todos menos se distanciaban de mí.
Por las tarde de regreso del instituto pasaba con mi mamá por una veterinaria y siempre que transitábamos por esa calle, en la vereda del local había una jaula que tenía perritos o gatitos en el cuál se encontraban en adopción.
En cuanto los veía me separaba de ella y le rogaba que me dejara unos minutos para poder acariciarlos, ellos me lamian los dedos de mis manos. Me sentía feliz y disfrutaba poder estar un rato con ellos, podía pasar horas observándolos pero al poco tiempo, mi mamá, me llamaba mencionando que debíamos regresar nuestro camino, estaba segura de que ella no quería que me encariñara.
¿Sera que estaba mal lo que hacía o tenía prisa porque papá llegaba a casa?... pensaba
Continuaron pasando los meses y estábamos a días de que sea Noche buena, el espíritu navideño se percibía cerca, recorría las calles de New York junto con mamá y observa las decoraciones en muchas casas e tiendas de otros ciudadanos, unas eran más bonitas que otras.
En los ventanales de las recidencias se podía contemplar las luces navideñas que titilar todo el tiempo y en la puerta principal podía visualizar las coronas navideñas otras llevaban enormes carteles que deseaban unas ¡felices fiestas!. Algunas personas adineradas que poseían un enorme jardín delantero, colocaban adornos en forma de animales o muñecos de nieves que estaban envueltos por las luces, siempre en los vecindarios era una competencia por quién tenía la mejor decoración en los barrios.
Si circulabas por el centro, se podía observar el enorme árbol de navidad colocado en la avenida principal de New York, solía ser una de las atracciones más populares de la temporada para los turistas, todos tenían una foto con él. Los empleados de las jugueterías, aprovechan la temporada y se disfrazaban de duendes y se colocaban cerca del gran árbol para entregarles folletos a los nenes que paseaban cerca de las tienda y los invitaba a sacarse una foto con Papá Noel.
Algunas veces salía Santa de la juguetería con su campana haciéndola sonar para llamar la atención de los niños, gritando su típica frase:
−jo, jo, ¡Feliz navidad!─
Ese día lo había visto, cuando estaba regresando a mi domicilio con mamá, lo salude con una sonrisa y él me vio, enseguida me lanzo un beso, me emocione mucho porque entre toda la multitud había logrado que Papa Noel me viera.
─Mami, mira es Santa quiero ir a saludarlo − Exprese emocionada, dando pequeños saltos en el lugar y tironeaba de su mano en dirección a él
─Hoy no podemos bebé, si tenemos tiempo iremos más tarde − dijo ella, tenía prisa por llegar a casa.
Al entrar al departamento me quite la mochila del colegio y la coloque en el perchero, ya quedaban pocos días para la finalización. Me senté en la silla de la mesa del comedor a merendar, en ella ya estaban colocadas mi chocolatada con mis galletitas de mantequilla.
— ¿Te fue bien en el colegio? — pregunto Mamá mientras me alcanzaba una hoja de papel para que realizará, mi carta de navidad estaba emocionada por escribirla.
—La maestra Kimberly nos preguntó que queríamos de regalo, le comenté que quería un perrito—exclame emocionada y me puse a relatar cómo me imaginaba que sería, utilizaba movimientos corporales para imitarlo, ella se reía como los hacía.
— Sabes que la casa es pequeña al señor Adams no le gustan los animales en su departamento, quizás más adelante tendremos uno, te lo juro — me prometió mamá— Porque no le escribes a Santa que quieres una muñeca.
—Ya no quiero muñecas soy una niña grande además Soobin me las rompe—le conté a mamá
—Soobin es un buen chico,no deberías ser así con él pero igual no tendremos un perro—anuncio ella finalmente, aquellas palabras me hirieron.
Sonó el teléfono y mi madre corrió por él.Mientras hablaba con mi abuela, me puse a pensar que podía pedirle a Santa hasta que se me ocurrió que podía escribirle a Papá Noel mi deseo.
Por varios compañeros del colegio había oído que dicen que Santa Claus tiene poderes mágicos, como los superhéroes de las películas de Marvel, él puede cumplirte lo que quieras.Tome mis lápices y me puse a escribir la carta:
Querido Santa:
Me llamo Lola White tengo 8 años y estoy en tercero de primaria, estudio en uno de los colegios más prestigiosos de New York.
Durante todo el año tuve muy buena conducta en el colegio, obedecí a mi madre, comí todas las verduras de mi plato y estudie mucho para los exámenes, sé que a veces no soy una buena persona con Soobin pero tengo mis razones.
Él siempre está molestándome en la escuela y cuando voy a su casa, si tengo que verlo siempre porque es el hijo de la mejor amiga de mi madre. Cuando estamos solos y nadie nos vigila no deja de jalarme el cabello.
Hoy me saco la lengua en el recreo y me dijo gritandome:
—No te soporto, siempre quieres llamar la atención, siempre contestas todo en clases ¡YA BASTA! ¡NO TE CREAS IMPORTANTE!—
Al terminar con su odio con sus pequeñas manos me empujo a lo que termine cayéndome al suelo del patio, jamás entendí porque me odia, por suerte mi amorcito, me defendió en cuanto vio esa situación, se acercó a Soobin y le pego una patada en la cara.