Knight-Lord Experiment: El Secreto de los Nahuales
Autor: Manuel RM Reyes
…Déjame entender algo… ¿Quieres conocer mi vida o conocer a los nahuales? Bueno, no importa, de todas formas, tengo una historia que responde ambas preguntas. ¡Camarera, tráenos un par de tequilas, del bueno, un vaso para mí y otro para este “We”!
Verás, yo nací un 10 de abril de 2588 en Toledo, Tamaulipas. Toledo es un pueblo de reciente creación por parte del presidente en turno. “Por un México libre de violencia” Irónico, el pueblucho estaba en el mero ojo del Averno. Este pueblo era tranquilo pero con mucha tristeza, no había ni un solo día en que alguien se quejara por tener a un familiar desaparecido o muerto, tal como lo fue mi padre antes de que yo naciese, cuentan que era un lugarteniente del Cártel de San La Muerte, el cártel más poderoso de México, para que te hagas una idea, hace siglos la fundó el Chapo Guzmán y hubo narcos temidos y poderosos como Mario Marín, El “Triste” Alatriste, “San” Pedro Marfil entre otros, tuvo diversos nombres con el paso del tiempo. Los constantes asaltos, “levantones”, robos y descuidos por parte del gobierno, hicieron que el lugar tomase un aspecto parecido al de un pueblo del año 2006, pero con las carencias de uno de 1910. Nada de carros voladores, ni hologramas, nada de tecnologías de punta.
Mi madre decía que él, mi padre, murió intentando escapar del cártel con tal de volver con ella, le dispararon ya llegando a casa. Mamá cuidó de mi hermana y de mí, nos consentía, era una mujer increíblemente maravillosa, gentil y hermosa, muy hermosa. Era una mujer de piel morena como la tierra de México, con un largo cabello negro azabache como el mío, sólo que ella se lo dejaba suelto y yo me lo peino en trenza.
-No hay que temer a la oscuridad Refugio -decía mi madre
-Me da miedo la oscuridad, de ahí salen los monstruos -decía yo a los 8 años, siempre me dio miedo la oscuridad.
-Mi niño, en la oscuridad no hay nada, además, tenemos a Dios en el cuarto -señalaba a un Jesucristo colgado en la puerta de mi cuarto. - Además, estoy contigo, ya duérmete.
Tras un beso de buenas noches, dormí. Cuando niño, los cuentos de terror que contaban en mi escuela me afectaban muchísimo, no podía mirar hacia la penumbra porque inmediatamente me ponía a chillar, y casi muero esa noche.
Escuché que algo cayó del techo, me despertó, me giré y vi como un par de ojos centellantes me miraban desde el suelo, quise gritar, pero era tal mi miedo que no podía hacerlo, luego esa figura saltaba hacia mi cama, luego se desplazaba lentamente hacia mi cabeza. ¿Cómo reaccionas ante unos ojos verdes que centellan como vidrio en la penumbra? Entonces maulló. Todo miedo se disipó, esos ojos dejaron de darme miedo.
- ¡Clotilde! -ese era el nombre de la gata que no dudé en acariciarla entre las sombras. - ¡Qué bueno que eres tú Clotilde!
Acaricié hasta dormirme con el animal, pero como es la naturaleza de los gatos, al día siguiente se fue con nuestra vecina y homónima, Doña Clotilde García, esa señora sí que amaba los gatos, tenía diez gatos del cual su favorito era la gata negra que compartía su nombre.
La gata me daba cobijo en muchas noches, ahí le fui perdiendo el miedo, me hice la filosofía de que en la oscuridad puedes descubrir sorpresas que la luz no te permite. Un año después, tras salir de la primaria y entrar a la “secu”, me encontraría a mi primer enemigo Oscar… ¡PUAJ!
Permíteme un segundo ¡Camarera! ¡CAMARERA! ¡¿A esto le llama tequila?!
-Usted pidió “del bueno”
- ¡El Tequila bueno se hace en Jalisco! Deme la botella ¿De dónde es? Estados Unidos… con razón, se creen expertos tomando una vez alcohol y no hacen más que volverse mediocres buscando imitarlo, ¡DEME TEQUILA AHORA MISMO O SE QUEDA SIN PROPINA! ¡LLAME AL GERENTE DE ESTE BAR!
-Idiota
Como sea, volviendo a mi relato… Oscar, no sé que tenía en su cabeza de chorlito, pero tenía algo con mi madre, estaba enamorado de ella, pero no de una forma sana, ni idea de por qué ella y no mi hermana Itzel, de por sí nunca me llevé con mi hermana, me encantaba levantarle la falda para burlarme de las florecitas que tenía su ropa interior, ya te has de imaginar que tipo de relación era. Sin embargo, como bien sabes, en México hay dos mujeres con las que no te debes meter, puedes meterte con las demás menos con estas dos: la Virgencita de Guadalupe y nuestra mamá, porque te metes con una y es sentencia de muerte.
En una ocasión, saliendo de la escuela, cuando me proponía a dar una vuelta escuché un quejido familiar, al dar la vuelta solté mi mochila, estupefacto, mi madre yacía en el suelo atontada, tenía la falda rota, pues le habían pasado un machete por esta, Óscar y algunos de sus amigos reían.