El rugido resonó a través de las copas de los árboles, un lamento que vibró en el mismo corazón de la selva de Ruanda. No era un rugido de ira, sino de dolor, un grito primigenio por una pérdida insoportable. Kobo era un gorila de montaña, no uno cualquiera, sino uno de un tamaño tan colosal que las leyendas de los ancianos lo mencionaban como un ser sagrado. Sin embargo, su estatus no lo protegió de la crueldad humana.
El olor a pólvora aún flotaba en el aire, mezclado con el penetrante aroma a sangre y miedo. Kobo se mantuvo de pie, inmóvil, observando el silencio que la muerte había impuesto en su hogar. Los cazadores furtivos se habían llevado a su familia, dejando tras de sí un rastro de destrucción. Con el corazón roto y la rabia ardiendo en su interior, Kobo se alejó de su hogar, dejando atrás el único mundo que conocía.
Su huida lo llevó al borde de la civilización, a un lugar donde las leyendas de los gorilas gigantes no eran más que historias para dormir. Pero un día, una niña llamada Mbali, se atrevió a cruzar el umbral del miedo y le extendió la mano. En esa pequeña aldea, la naturaleza salvaje de Kobo y la inocencia de Mbali se encontraron, forjando una amistad improbable en un mundo que aún no estaba listo para ellos. Sin embargo, la sombra de los cazadores furtivos se cernía sobre ellos, y Kobo y Mbali tendrían que unirse para sobrevivir.
Editado: 19.08.2025