Mientras avanzaban, el grupo comenzó a escuchar voces de niños y adultos atrapados. Susurros llenos de miedo y desesperación intentaban confundirlos y separarlos. Las sombras del bosque parecían humanas al principio, pero cada figura se deformaba y se movía de manera antinatural.
Anna comprendió que Krampus usaba las almas atrapadas para atraer a los vivos y alimentarse de su miedo. Cada paso en la nieve era una prueba, cada sonido un recordatorio de la presencia inminente del demonio. La campana de Anna vibraba sola, emitiendo destellos de luz que mantenían temporalmente alejadas a las sombras.