El grupo llegó a un claro donde la niebla era tan densa que parecía absorber la luz. Allí, Krampus los esperaba, rodeado de espíritus atrapados que intentaban seducirlos con ilusiones: recuerdos felices que rápidamente se transformaban en pesadillas.
Cada sobreviviente debía enfrentar sus peores recuerdos y pecados. Anna vio la cara de su hermano Hans entre las sombras, atrapado y llorando por ayuda. La criatura empujaba sus mentes al límite, distorsionando la realidad y haciendo que dudaran unos de otros.
La única manera de avanzar era demostrar actos genuinos de bondad y valentía, aunque el demonio intentara corromper sus corazones. Aquellos que cedían al miedo o la ira eran arrastrados por las sombras, convirtiéndose en parte del ejército de Krampus.