Finalmente, Anna y su grupo llegaron al corazón del bosque. Krampus apareció en todo su esplendor: gigantesco, con cuernos que perforaban la niebla, ojos que ardían como brasas y un saco lleno de almas que se retorcían en gritos silenciosos.
La criatura atacó con cadenas y sombras, deformando el terreno y levantando nieve negra que quemaba la piel. La luz de la campana de Anna apenas lograba mantener a raya a las sombras. Cada golpe que daba Krampus retumbaba en la mente de los sobrevivientes, provocando recuerdos dolorosos y miedos ocultos.