Después de la primera noche de terror en Hinterwald, Anna no podía dormir. Cada vez que cerraba los ojos, veía la figura de Krampus entre las sombras de su habitación, arrastrando cadenas y susurrando promesas de muerte. Su hermano Hans había desaparecido, y aunque sabía que había salvado a algunos niños con su bondad y la campana, una sensación de culpa la consumía.
Desesperada por entender la naturaleza de la criatura, Anna recordó los viejos relatos que contaba Friedrich sobre un libro maldito que contenía la historia completa de Krampus. Esa noche, bajo la tormenta de nieve, se dirigió a la biblioteca del anciano, un edificio antiguo cuya madera crujía como si susurrara secretos.
El polvo cubría cada estante, y las velas encendidas apenas iluminaban las filas de libros antiguos. Anna se detuvo frente a un manuscrito de cubierta negra, con símbolos tallados que parecían moverse bajo la luz. Cuando lo abrió, una ráfaga de aire frío recorrió la habitación, y las páginas comenzaron a girar solas.
Las primeras palabras eran un aviso:
"No leas si temes conocer la verdad. Este libro revela la maldad que alimenta la oscuridad y el precio de cada pecado."
Anna sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero continuó. Las páginas hablaban de un espíritu creado hace siglos, forjado por los aldeanos que habían sacrificado su propia humanidad para castigar la maldad. Cada acto cruel o desobediente fortalecía al demonio, y sus primeras víctimas habían quedado atrapadas para siempre en su saco.
Mientras leía, un susurro emergió de la biblioteca: “Lo verás todo… y no habrá escapatoria.” Anna se dio cuenta de que Krampus no solo era una criatura de leyenda; era un producto de la codicia, el miedo y la desesperación de generaciones pasadas.