Anna regresó a Hinterwald con el Libro de las Sombras bajo el brazo. Sabía que no podía enfrentar sola a Krampus. Durante su camino, encontró a otros sobrevivientes: niños que habían escapado de la niebla, aldeanos que habían presenciado las desapariciones y un cazador que afirmaba haber visto a Krampus en otras regiones.
Se reunieron en la antigua iglesia del pueblo, cuyas paredes estaban cubiertas de símbolos protectores. Anna explicó la naturaleza de Krampus y la necesidad de actos de bondad genuina para fortalecer el ritual. Cada persona debía enfrentar sus propios miedos y demostrar su arrepentimiento verdadero.
El cazador, un hombre viejo llamado Markus, les contó sobre la primera manifestación del demonio en su juventud. Krampus no perdonaba errores y podía manipular los recuerdos y emociones de los vivos. Cada uno escuchó con temor, pero comprendieron que no tenían alternativa: si no enfrentaban a Krampus ahora, nadie estaría a salvo.