Al día siguiente, el grupo ingresó al bosque maldito, guiado por los símbolos del Libro de las Sombras. La niebla era espesa y parecía tener vida propia. Los árboles se inclinaban para bloquear el paso y las sombras imitaban los rostros de personas queridas, susurrando palabras que mezclaban amor y terror.
Cada sobreviviente debía enfrentar sus peores recuerdos: traiciones, envidias y miedos ocultos. Algunos comenzaron a gritar, atrapados por las ilusiones del bosque, mientras Anna usaba la campana para mantener la luz y proteger a los que aún no sucumbían.
Krampus los observaba desde la niebla, sus ojos brillando con odio puro. Sus cadenas arrastraban cadáveres transformados en sombras, y cada golpe sobre la nieve resonaba como un martillo sobre los huesos. Era un recordatorio de que cualquier debilidad sería castigada.