La noche de la gran tormenta de nieve, Anna caminó hacia el bosque, llevando consigo la campana. La neblina era tan densa que apenas podía ver a unos metros. Entonces lo vio: Krampus, más grande y monstruoso que nunca, con su saco lleno de cuerpos deformes y cadenas que crujían como huesos rotos.
El demonio rugió, y las sombras se abalanzaron sobre ella. Anna tocó la campana, y un destello de luz iluminó la figura del demonio, mostrando sus escamas negras y ojos rojos que brillaban con odio puro. Krampus chilló, un sonido que hizo temblar los árboles y levantar la nieve como una tormenta.