Anna corrió mientras Krampus la perseguía. Cada árbol que tocaba parecía estirarse y atraparla, y las sombras que lo acompañaban intentaban enredarla en cadenas invisibles. Su respiración era corta, el corazón le latía con fuerza, y la campana en sus manos vibraba como si tuviera vida propia.
De repente, una de las sombras la atrapó. La campana brilló y un haz de luz atravesó la niebla, haciendo que la sombra se disolviera en gritos silenciosos. Krampus rugió con furia y la atacó directamente. Anna apenas logró esquivar, golpeando la campana contra su cuerpo. Por un instante, el demonio retrocedió, pero sus ojos rojos mostraban que la batalla apenas comenzaba.