Kull-Dan: La Búsqueda de las 7 Máscaras Perdidas

Tras las Rejas y las Mentiras.

 

 Es el atardecer en un día como cualquier otro, todavía falta tiempo para que llegue la noche, pero aun así los rayos del sol no están llegando a los pies de un gran edificio que se encuentra ubicado en las lejanías de un gran bosque. Enorme y de esencia amenazante; este lugar haría a cualquiera en darse media vuelta y volver por donde vino con sólo darle la primera mirada.

 

  A simple vista, luce como un reclusorio o un campo de concentración, sellado tanto desde afuera como desde adentro. Y en una de sus habitaciones hay una persona recostada en el suelo, la única fuente de luz proviene de la pequeña ventana que se alza a unos dos metros del suelo.

 

*Toc*Toc*

 

  Suena desde el otro lado de la única puerta, esta misma persona pasa sin pedir permiso, pues es él que tiene las llaves.

 

*Chiiink*

 

  Hace el chirrido de las bisagras viejas cuando la puerta es abierta, no obstante, lo que aquí más llama la atención es la presencia de esta nueva persona, quien sin ninguna espera se dirige al otro individuo recostado en el suelo.

 

—???: Despierta. Tu castigo ha terminado.

 

     Sin embargo, no recibe ninguna contestación.

 

—???: Anda, muévete de una vez si no quieres que te vuelvan a extender el tiempo.

 

      Le ordena con firmeza.

 

—???: Parece que tú no entiendes.

 

    Cansado, el hombre de gran físico lo toma de la mano para obligarlo a levantarse con total facilidad, y como si fuera un trapo empieza a arrastrarlo a través de los pasillos, los cuales, en realidad, recuerdan a los de un colegio como cualquier otro y, salvo por el montón de cámaras que hay de aquí para allá, todo luce bastante normal.

 

    Este hombre, del cual ahora está claramente visible su vestimenta, que es alguna clase de combinación entre ropa formal y la de un soldado, por fin lleva al chico cargando, con un solo brazo, hasta su salón de clases, donde sus compañeros lo reciben con un montón de miradas. El grupo no es muy extenso pues no supera las 5 personas, incluyendo al recién llegado.

 

—???: Muchas gracias, Rupert, ya puedes dejármelo a mí.

 

     Dice la maestra con una dulce voz.

 

—Rupert: Siempre es un placer ayudarla, Señorita Liese Miller.

 

      Luego de que el hombre deja el salón, la maestra continúa tranquilamente con su clase, los otros estudiantes igualmente hacen como si nada hubiese ocurrido.

 

      Mientras tanto, el chico permanece tirado sobre su pupitre, como si acabara de ser apaleado, aunque su ropa luce en buen estado. Hasta que poco a poco recupera la conciencia y mueve su cuerpo, sujeta su cabeza como si se tratara de una jaqueca y mira lo que hay frente a él.

 

—???: ……

 

   Mira su libreta, en ella está algo escrito sobre la primera hoja:

 

   “Busca la Máscara de la Discordia en la oficina del director de la Academia Rutherford.”

 

    Él se queda mirando directamente a su cuaderno hasta que por fin entra en sí.

 

—Richard: Oh…oh… ¿Dónde estoy?

 

    Mira a todos lados hasta que uno de sus compañeros le regresa la mirada, es el del asiento más próximo a él.

 

—Richard: ……….

 

—???: ¿Y cómo estuvo?

 

—Richard: …Cómo… ¿Cómo estuvo qué?

 

    Hablan en voz baja.

 

—???: Pues el castigo, ¿qué más? Ya es la tercera vez en esta semana, Richard, no entiendo cómo luces tan tranquilo.

 

—Richard: Ah… ¿Me castigaron?

 

—???: ¡Y luego hablas como si no te importara!

 

—???: ¡A-Alex, no hagas ruido…!

 

    Debido a la exagerada reacción del chico, otro compañero salió a callarlo lo más disimuladamente que pudo. Sin embargo, es obvio que la maestra se dio cuenta, pues ésta paró por un segundo de mover la tiza, hasta que todo quedó en silencio continuó con su trabajo.

Todos excepto Richard quedaron paralizados al notar esto.

 

Más tarde, un pedazo de hoja corrugada cae frente a él. Lo abre y encuentra escrito con letra nerviosa: “¿Ves? Casi por tu culpa termino siendo castigado.” Al parecer, el mensaje es del chico llamado Alex, quien es el que está sentado más cerca de Richard, por lo que puede disimular fácilmente.

 

  Entre todo esto, la maestra da su clase con un notable carisma que por alguna razón no termina por contagiarse a los mismos alumnos. Richard se siente igual de extrañado, no puede recordar qué estaba haciendo antes ni de cómo llegó hasta aquí.




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