L. B (jeffbarcode)

CAPÍTULO 2

 

¡Jeff Satur! ¡El futbolista!

Le vio caminar con soltura por la habitación mientras, sin palabras, observaba cómo las gotas de su pelo resbalaban por su espalda hasta fundirse con la toalla. Sin saber qué decir ni qué pensar, le siguió con la mirada, hasta que de pronto vio que se quitaba la toalla y se quedaba como Dios le trajo al mundo ante él.

«¡Wow, qué cuerpazo tiene! Ésos sí que son unos increíbles oblicuos.»

Tan petrificado estaba por aquella visión que no se pudo mover. Casi no podía respirar, pero disfrutó de lo que le ofrecía sin ningún pudor el futbolista, en tanto la boca se le resecaba por momentos.

—Cariño —dijo él mientras se ponía unos boxers negros—, ha llamado tu madre y ha dicho que llegará un poco más tarde.

—¿Mi madre?

—Sí.

—¿Que ha llamado mi madre? — preguntó de nuevo, perplejo.

Jeff, tras sonreír, se acercó a él, que reculó interponiendo la cama entre los dos.

—Sí —dijo—. Ha llamado mientras dormías. Por lo visto, ha salido del gimnasio y se va a tomar un café con su amiga Gin.

Con la cabeza a mil, Barcode pensó que debía de tratarse de una broma. Su madre no salía sola de casa si no era con él, y menos iría al gimnasio. Odiaba hacer gimnasia. Pero antes de que pudiera contestarle a aquel adonis, cuya tableta de chocolate era de la mejor calidad, éste saltó por encima de la cama y, atrapándolo contra la pared, dijo mientras acercaba su boca peligrosamente a la de el:

—¿Te he dicho ya que hoy estás especialmente precioso y apetecible?

Y sin más lo besó. Le devoró la boca con tal vehemencia que Barcode sintió que iba a desmayarse. Durante unos segundos perdió la noción del tiempo. Nunca lo habían besado así, o mejor ¡nunca se había dejado besar así! Jeff era pecaminoso, caliente, morboso, y eso lo excitó. Sabía que lo que hacía no estaba bien. Él no era de ese tipo de chico. Pero su cuerpo, deseoso de ser explorado por él, simplemente se relajó y disfrutó.

No obstante, cuando el calor lo iba a hacer explotar, le dio tal empujón que Jeff cayó directamente sobre la cama. A él la situación debía parecerle divertida porque sonrió y le preguntó, mirándolo con morbo:

—¿Te has levantado hoy juguetón?

Asustado por cómo lo miraba y por lo que aquel tórrido beso le había hecho sentir, agarró con la mano un portarretratos y gritó, dispuesto a tirárselo a la cabeza y a resolver aquello.

—¿Se puede saber qué hago yo aquí medio desnudo, y por qué me has besado así?

Sorprendido, Jeff lo miró y, echándose hacia atrás su mojado y largo pelo claro, murmuró mientras recorría con deleite aquel cuerpo digno de adoración.

—Lo de medio desnudo creo que lo voy a resolver ahora mismo, y tranquilo, que te voy a besar todavía mejor. Ven aquí.

—Ni lo pienses —siseó, mirándole con gesto furioso.

Sin darle tiempo a pensar, Jeff se levantó y de un tirón lo atrajo hacia él. Dos segundos después, lo tenía tumbado en la cama a su merced. A Barcode le faltaba el aire. Pero ¿qué estaba haciendo aquel loco? Y sin pensárselo dos veces, mientras él lo besaba con deleite el cuello, abrió la boca y le mordió la oreja.

—¡Ahhhh...! —gritó Jeff.

La respuesta fue inmediata. El joven cesó y, quitándose de encima de el, lo miró enfadado.

—¿Se puede saber qué te pasa? —le preguntó—. ¡Joder, cariño, me has mordido!

Barcode, al verse libre, se levantó de la cama, y entonces se dio cuenta de que todavía llevaba en la mano el portarretratos. Iba a lanzárselo a la cabeza, pero miró antes la fotografía y se quedó de piedra. Era de el y Jeff, besándose y ¡vestidos de novios!

—¡Oh, Dios...! ¡Oh, Dios! —gimió, con los ojos como platos.

—Lo sé, cielo..., lo sé —sonrió él, olvidándose del mordisco—. Siempre te ha gustado esa foto de nuestra boda, y cada vez que la ves lloras.

A punto de un ataque de ansiedad, Barcode fue a preguntar sobre aquello de «¡nuestra boda!» cuando de pronto se abrió la puerta del dormitorio y su sobrino, Dan, aquel que adoraba por encima de todo, entró corriendo y gritando, se tiró a los brazos del futbolista.

—Tito..., tito, ¿vamos a jugar al fútbol?

Jeff sonrió y asintió.

—Claro, maestro Pokémon. Estoy esperando a que tu tío se centre, deje de morder y termine de vestirse.

—¿El tito te ha mordido? —preguntó el crío, alucinado.

—Sí, colega. Se ha levantado con hambre de la siesta y casi me come — asintió Jeff, haciendo reír al niño mientras le dejaba en el suelo.

Ver a su sobrino con aquella expresión de felicidad y el balón debajo del brazo a Barcode le puso el mundo del revés.

¿Desde cuándo su sobrino jugaba al fútbol? Durante los últimos años había intentado que el niño jugara con él a otra cosa que no fueran las maquinitas y nunca lo había conseguido. Pero más que eso lo que le sorprendió fue que aquel enano inseguro se tirara a los brazos de un desconocido y le llamara tito, ¿Qué estaba ocurriendo allí? Decidido a acabar con aquella locura, se acercó al crío y le asió de la mano.

—Vamos, Dan. Regresamos a casa. Esta estúpida broma se ha acabado.

—¡¿Broma?! —preguntaron al unísono Jeff y el niño.

—Pero bueno, ¡basta ya! —protestó Barcode. Y mirando a su alrededor gritó—: ¿Dónde está la cámara oculta? ¿Qué hace aquí mi sobrino? ¿Y qué es eso de que te llame tito?


—Tito, ésta es nuestra casa y hoy tenemos una fiesta de... ¡Huy, tito, se me ha escapado! —dijo de pronto el niño con cara de susto.


—¿Nuestra casa? ¿Fiesta? ¡¿Tito?! — gritó, perdiendo la paciencia.

Jeff, con una sonrisa que le indicó al niño que no pasaba nada, le guiñó el ojo, y volviéndose hacia su alocado chico, dijo:

—Vale, bombón. Me has pillado. Esta noche he organizado una fiesta para celebrar que justamente hoy hace un año que me salté un semáforo en ámbar, dejé como un acordeón a tu Arturo y nos conocimos.

La habitación comenzó a dar vueltas, y Gulr soltó al niño, que rápidamente se cobijó junto a Jeff. El joven se sentó sobre la enorme y mullida cama bajo el atento examen del hombre y el niño, que se miraban asombrados. 



#196 en Fanfic

En el texto hay: kinnporsche, pongtong

Editado: 29.12.2022

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