L Detective

Capítulo ll

—Lo siento, no pensé que fuera a ocurrir tal cosa, me siento culpable por lo ocurrido —la mujer bajó la mirada, sus ojos se empezaban a llenar de lágrimas. 


—Señora Thomas, tranquilícese por favor —dijo el detective. —¿Vio algo fuera de lo ordinario? 


El detective Thompson entrevistaba a la supuesta amante del señor Hawking, una mujer de cabellera rubia, madura pero de figura esbelta; aparentaba menos edad de la que tenía.

 

 Katherine y  L, que permanecía con los puños tocándose tras su espalda como si fuera un soldado, estaban situados detrás de la mujer. El interrogatorio se desarrollaba en el interior del departamento de la amante. 


El joven asesor se coló en la cocina mientras Thompson seguía con el interrogatorio, aburrido, fue a prepararse una taza de café. 

 

El detective hizo un movimiento con la cabeza comunicando a su compañera que siguiera al detective privado a la cocina.


—Sigue teniendo el mal hábito de no dormir —dijo Katherine a espaldas del asesor, recargada en la pared. 


—¿Quién necesita dormir? —preguntó retóricamente el joven, dando un sorbo al café. 


—¿Crees que ella lo hizo? —preguntó Katherine. 


L caminó hasta dónde estaba su compañera y ambos observaban el interrogatorio sin decirse nada.


—En ningún momento me bajé del auto —respondió la mujer a la pregunta del detective Thompson —Pero... recuerdo que un auto casi choca conmigo, conducía como un loco, se pasó la señal de alto y se siguió derecho. 


—¿Recuerda la hora? —interrumpió el asesor desde la entrada de la cocina.


—Creo que eran las nueve con cuarenta minutos de la noche. 


—¿Recuerda el auto? 


—Era una camioneta grande, cerrada… pasó muy rápido, no la pude distinguir bien. 


—¿Pudo ver la marca o el modelo?. 


L dio otro sorbo a su café y caminó hasta sentarse al lado de detective Thompson.


—No lo sé, no sé nada de autos —respondió la mujer de rubia cabellera.


—Supongo que conoce los colores. 


—Negra, era una camioneta negra —contestó la mujer. 


El joven se acercó a la bella dama, le dio la taza que él tenía en la mano y le guiñó un ojo. 


—Gracias por el café —dijo el asesor mientras se subía los lentes. —¡Que comience el juego! 


El grupo salió de la casa después de haberse despedido de la mujer y agradecer el tiempo prestado, subieron al automóvil de color negro. El detective Thompson empezó a conducir. 


—Pediré que mantengan vigilada a la señora —dijo el detective mirando a L a través del retrovisor. 


—No es necesario Thompson, ella ya no es sospechosa; solo estuvo en el momento y lugar equivocado.


—¿Qué quiere decir?  —preguntó el detective al mismo tiempo que esperaba el color verde del semáforo para volver a la marcha.


—Necesita poner más atención detective —contestó el joven arrogantemente. —¿Recuerda la rama que estaba rota? 


—Si, usted dijo que probablemente era la niña intentando sujetarse. 


—Exacto, eso significa que la niña estaba despierta cuando el raptor la tomó. 


El detective hizo un ademán invitando al asesor para que continuase. 


—Los exámenes de las tres víctimas cuyos cuerpos fueron encontrados, indicaban que el secuestrador había utilizado cloroformo para dormirlos. Esta vez fue diferente, cometió un error. 


—¿Por qué no drogó a la niña? —preguntó la señorita Jones. 


—Porque estaba apresurado… escuchó las sirenas. 


—¿Cuáles sirenas? —irrumpió Thompson. 


—Uno de mis discípulos —dijo refiriéndose a los jóvenes de prendas desgastadas. —Monitoreaba a través de mi escáner y escuchó un reporte: Se trataba de una disputa doméstica, una patrulla fue a la dirección; a menos de dos calles de la casa del señor Hawking. 


—Ahora entiendo —contestó el detective Thompson. —El raptor entró en pánico cuando escuchó las sirenas, pensando que lo habían descubierto. 


—tomó a la niña, corrió, entró al auto y huyó a toda velocidad; saltándose la señal del semáforo —añadió la agente que ocupaba el asiento del copiloto. 


—El auto que casi choca con la amante del señor Hawking es el que buscamos —concluyó el joven de anteojos. 


El detective Thompson estaba impresionado, todas las pistas estaban ahí: frente a sus ojos pero no había sido capaz de verlas. 


—Thompson, regresemos a la casa Hawking, necesitamos más pistas. 


El detective obedeció la orden y fijó un nuevo rumbo, se sentía inspirado. Cuando se encontraban a unas cuantas calles del lugar dónde supuestamente la amante estaba esperando a su antigua pareja, el asesor pidió a Thompson que aparcara el automóvil. El grupo salió del auto. 


—y bien, ¿qué es lo que haremos? —preguntó el detective. 


—Necesitamos buscar una cámara de seguridad o algún vecino que notase algo. Yo me encargaré de la cámara de seguridad, odio tratar con las personas. 


—Perfecto —dijo el detective. —la agente y yo entrevistaremos a los vecinos. 


El grupo se dividió para cumplir con sus objetivos correspondientes.  
L empezó a caminar por la banqueta mirando alrededor de las casas y las esquinas dónde esperaba encontrar una cámara de seguridad: era una tarea fácil pero el joven asesor no se sentía tan bien como aparentaba, tenía el mal hábito de dormir muy pocas horas y el sueño le estaba venciendo. Necesitaba un café inmediatamente.  


A unos cuantos metros de allí, la señorita Katherine y el detective Thompson caminaban por la calle tratando de encontrar algún vecino que les pudiese ayudar. 


El joven asesor tocó una puerta al doblar la esquina, dónde un frondoso árbol plantado en la banqueta adornaba la calle. Una mujer de 29 años abrió la puerta, había acabado de bañarse, cubría su cuerpo con una toalla, y su cabello estaba húmedo. 




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