—¿Cuanto tiempo cree que nos tomará atrapar al criminal? —preguntó la agente Jones.
—Espero que no más de 48 horas —respondió el joven con anteojos. —O, de lo contrario, me temo que será demasiado tarde.
Ambos estaban sentados en un sofá grande que adornaba el interior de la oficina del detective Thompson. L mantenía la barbilla levantada, los brazos cruzados y los ojos cerrados: le ardían.
—Le prepararé café —dijo la agente, levantándose de su asiento.
El detective levantó su puño mostrando su pulgar como símbolo de aceptación.
Después de 5 minutos la agente entró en la oficina.
—Su café —anunció extendiendo la bebida al asesor.
—Gracias —contestó el joven agarrando la taza, aún con los ojos cerrados.
La señorita Katherine se sentó junto al asesor sin saber qué más decir para iniciar una conversación con él, sus piernas rozaban. Ambos tomaban sus bebidas en silencio, luego de unos minutos el joven se apartó unos pocos centímetros de la agente con la excusa de prender el ventilador de al lado. Ni siquiera hacía calor. El contacto físico no era de su agrado.
El detective notó algo en el rostro de su compañera.
—Estas incómoda —dijo, cuando ella volteó a mirarlo. —Por ese motivo me aparté —confesó
—¿Por qué debería? —preguntó la señorita.
—Tu posición corporal te delata y el leve sonrojo en tus mejillas me dice que estoy en lo cierto. No estás acostumbrada a estar tan cerca de un hombre, lo que indica que haz estado trabajando mucho tiempo.
Katherine trató de ocultar su cara llevando la taza de café a la altura de su rostro.
El teléfono del joven empezó a sonar.
—Su celular está sonando —señaló la señorita Jones.
—Siempre hace eso —dijo L sin importarle.
—¿No va a contestar la llamada? —preguntó la mujer.
—No es importante.
L dio un trago a su café.
—Ni siquiera sabe de quién se trata —comentó Katherine. —podría tratarse de uno de sus muchachos.
Las miradas de ambos se cruzaron por milisegundos.
—Ah, es ella otra vez —dijo indiferente al revisar su teléfono, luego lo volvió a depositar en su bolsillo.
—¿Ella? —preguntó la agente Jones mirándolo con cierto interés.
—Se trata de una vecina, estudiante de universidad. La contraté para que hiciera limpieza en la casa para así ahorrarme tiempo y le doy clases particulares de química. Thiago le dio mi número, solo por molestar, dice que ella está interesada en mí, ¡pero está mujer no me ha dejado en paz desde la mañana, no hace otra cosa que molestar, llenando de mensajes mi celular! —respondió. —Creo que me cambiaré el número.
—¿Y es bonita? —interrogó la agente, jugando coquetamente con su cabello.
—Diría que es… hermosa. No me mal entienda, es una chica de mi edad pero no saldría con ella, la categoría “hermosa” la aplico porque la mujer en cuestión es atractiva pero usa demasiado maquillaje, detesto el maquillaje y detesto que me molesten con trivialidades cuando estoy sumamente ocupado.
La agente Jones instintivamente se tocó los labios rojos.
—Preferiría a alguien que no tenga un aspecto tan… cómo decirlo… escandaloso. Aunque la verdad, las chicas no son mi área —concluyó.
—Entonces quizá no soy la única que se sentía incómoda y juraría que usted tampoco ha estado tan cerca de una mujer.
L dio un sorbo al café.
—¿Y hay alguien que sea de su interés? —preguntó la agente, cruzando las piernas.
—Sí hay alguien de mi interés en este momento, ese es Pennyse —respondió mientras observaba el fondo de la taza.
En la cabeza del asesor no había espacio para pensar en otra cosa que no fuera buscar venganza, durante 5 largos años había intentado atrapar al asesino del globo pero el criminal siempre terminaba escapando. Su rostro nunca había sido revelado.
La agente comprendió que el joven de playera cuello alto y anteojos no había prestado atención a su coqueteo.
La agente sentía cierto enfado por la contestación del joven así que trato de desquitarse.
—Usted es un gran detective, muy hábil con el piano y en muchas otras áreas, se siente seguro sosteniendo un arma, pero no en lo relacionado con mujeres u otras personas en general.
El asesor le miró entrecerrando los ojos. La agente Jones se sintió satisfecha con su expresión.
El detective Thompson entró apresurado a su oficina, hizo una pausa para tomar aire y se dirigió a los jóvenes.
—Respondieron a nuestro boletín, ¡vayamos tras él!
El grupo salió a toda prisa del departamento de policía tratando de no chocar con las personas que se cruzaban en su camino, subieron al auto de color negro que pertenecía al detective y se pusieron en marcha.
El detective Thompson conducía tranquilamente, aunque en el interior se sentía exitado, una sensación que se producía al estar cerca de atrapar a su objetivo. Podía sentir la adrenalina corriendo por sus venas.
La señorita Katherine, por el contrario, estaba enojada con el joven asesor aunque no lo demostrara. Al mismo tiempo se sentía apenada de ese sentimiento, se sentía ridícula.
L, que estaba ocupando la parte trasera del automóvil parecía estar sereno pero sus puños apretados no lo dejaban mentir: estaba furioso, su mirada era fría y fulminante, el movimiento de su pierna daba a entender que sentía ansiedad.
El grupo se estaba preparando mentalmente para cuando llegará la hora de la verdad: desenmascarar al criminal. Esta vez no había error alguno, la camioneta del secuestrador estaba localizada y se dirigían a su encuentro.