—Liam, por favor háblame.
El detective Thompson interrogaba al joven de la cicatriz sin obtener buenos resultados. El muchacho no decía palabra alguna y solo miraba la mesa que los dividía.
—Oye, sabemos quién eres, tus huellas lo confirmaron. Por favor, dinos cómo terminaste conduciendo esa camioneta —Thompson hablaba amigablemente con Liam, intentando ganarse su confianza.
El muchacho se mantenía sentado, cabizbajo, con las manos en las piernas, sin emitir sonido alguno.
La agente Jones y L observaban la escena desde el otro cuarto de la cámara Gesell: una habitación acondicionada para permitir la observación con personas, dicha cámara estaba conformada por dos ambientes separados por un vidrio de visión unilateral, el cual permitía que la persona entrevistada no pudiera ver que la estaban observando.
—Ya llamamos a un psiquiatra pero no creo que haya mucha diferencia —anunció la agente Jones. —Ese chico no quiere decir nada.
—¿Ya notificaron a sus padres? —preguntó L sin dejar de observar el interrogatorio.
—El comisionado hizo la llamada, ya vienen para acá pero les tomara una hora deshacerse de todos los reporteros alla fuera.
—Esta es la historia del siglo: niño perdido que se creía muerto, recuperado después de tantos años.
El joven de anteojos tenía una postura firme con manos detrás de la espalda como si fuera un militar.
—Pero el hecho de que lo encontramos conduciendo la camioneta del secuestrador es obviamente más que una coincidencia ¿No lo cree?
El compañero de la agente permaneció en silencio.
—Leí un caso como este —respondió al fin. —La policía de Japón halló a un niño de 15 años de edad que estuvo perdido durante 10 años. El hombre que lo rapto lo llevaba a la escuela y le permitía llevar amigos a su casa. El niño nunca quiso escapar porque llegó a simpatizar con su secuestrador.
L dio tres pasos al frente y entrecerró los ojos.
—Creo que eso es lo que pasó con el joven Liam. Eso explica el por qué estaba huyendo de la policía y no pidiendo auxilio —concluyó el joven.
—¿Eso significa que el chico se encariñó con el lunático? —comentó la señorita esperando una respuesta del detective privado.
L asintió con la cabeza evitando contacto visual con su compañera.
—La pregunta es… ¿a qué grado?
La habitación quedó en silencio. Del otro lado del espejo, Thompson seguía sin obtener respuesta.
—Si Liam está vivo, tal vez otro de los niños lo esté —inquirió la agente.
El asesor levantó una ceja como muestra de interés.
—Las víctimas segunda y tercera son dos de las que logramos encontrar sus cuerpos —dijo el joven dirigiendo su cuerpo hacia la agente por primera vez. —Sus condiciones sugerían que él prefería matarlas. Ahora surge otra pregunta ¿Qué papel jugó Liam en esas muertes?
—¿Crees que el muchacho ayudó en los crímenes?
—Como usted lo dijo, Jones: él se encariñó con su captor.
El joven se acomodó sus anteojos y se llevó la mano izquierda al mentón.
—Liam Stewart ¿Víctima o Cómplice? —dijo para si mismo.
—Los forenses están buscando evidencias que prueben si Tamara Hawking estuvo dentro de la camioneta —dijo la agente.
—Y el muchacho, ¿cuánto tiempo lo tendremos aquí?
—Hasta ahora lo tenemos aquí por robo de auto.
—¡Maldición! —respondió frustrado —Se nos acaba el tiempo, si él no empieza a declarar en este momento el asesino del globo escapará.
—Y la niña morirá —Enfatizó la mujer.
—Si, si, si, y la niña morirá —contestó indiferente.
La mujer con peinado de coleta y traje salió furiosa del cuarto de observación, a pesar de haber trabajado y tratado con el asesor en muchas ocasiones nunca pensó que éste fuera tan cruel e inhumano cómo lo decían los demás oficiales y detectives del departamento. Lo que a él le importaba no era salvar a la niña sino atrapar al criminal detrás de los asesinatos. Estaba obsesionado con esa idea.
El detective privado salió tras la joven persiguiéndola hasta su escritorio intentando saber cuál era el motivo de su radical cambio de humor.
—Creí que le conocía —dijo alfin. —Pero usted es de lo peor, no le importa nada de lo que pueda pasarle a Tamara.
—¿Enserio? ¿Creía conocerme? —el joven rio sínicamente. —Señorita Jones usted no sabe absolutamente nada sobre mi. Nadie me conoce. Dígame ¿Sabe cuál es mi nombre?
La mujer bajó la mirada y se quedó en silencio.
—Exacto ¿Ahora sigue creyendo que me conoce? —L se acercó más a la agente.
—Usted me decepcionó —contestó la mujer cabizbaja.
—Yo no la decepcioné, usted se formó una imagen equivocada de mí ¿Por qué? porque no me conoce. Usted misma se engañó.
La agente le dio la espalda al asesor, sin fijarse en la alfombra que estaba en suelo se atrevió a dar un paso, pero el largo tacón de su zapatilla logró atorarse en ella haciendo que la agente se fuera de frente sin poder sostenerse de nada.
Esperaba sentir la alfombra en su cara y un fuerte golpe en la frente, sin embargo, al abrir los ojos, lo único que pudo ver fue al detective de anteojos sosteniendola del brazo, a escasos centímetros de besar el suelo.
Enseguida tiró del brazo de la agente, ambos estaban ahora demasiado cerca el uno del otro.
L, tras ver la comprometedora situación en la que se encontraban, se alejó rápidamente de la cercanía de Katherine.
—Tienes que aprender a poner atención por donde vas —dijo acomodándose los anteojos para luego dar la espalda a la agente.