L Detective

Capítulo V

L se preparaba un café en la estación de policía mientras el detective Thompson atendía a los padres del detenido. Se quedó mirando hacia la ventana, ahogado en sus pensamientos, un sentimiento de nostalgia le hacía sentir incómodo. El cielo se había pintado de total oscuridad, Nueva York lucía a su mayor esplendor de noche, mostrando su belleza inigualable.


L suspiró con pesar: los anocheceres no eran de su agrado; sus mayores pesadillas, miedos y recuerdos solian atormentarlo cada vez que trataba de conciliar el sueño. Su celular emitió un sonido de unos escasos segundos, trayendo al joven de vuelta a la realidad. Dio un sorbo a su café y revisó su teléfono, el mensaje decía:  


“Señor, Hemos terminado la tarea”. 


T. 13. 


Se trataba de sus muchachos; habían cumplido con su asignación. El detective privado levantó una ceja y con mirada ausente escribió: 


“Excelente, nos veremos pronto y discutiremos su desempeño”. 


L. 


Dio otro trago a su café, guardó el dispositivo en la bolsa de su pantalón y se dirigió a la oficina del detective Thompson.

 

Al caminar por el pasillo decidió sentarse a ver la televisión en una de las salas abiertas del departamento, el noticiero nocturno había dado comienzo; una fotografía de Madonna “La Reyna del Pop” había llamado su atención. 


Un detective no mayor que Thompson pero si menos talentoso, caminó con pasos seguros hasta donde el asesor descansaba, con aire de superioridad y un tono de voz arrogante se atrevió a interrumpir el espacio personal del joven con anteojos. 


—Así que tú eres la mascota de Thomson —dijo sonriendo plenamente. 


—¿Te importaría? —respondió el asesor. —Quiero ver el nuevo video de Madonna. 


El detective fingió una carcajada, poniéndose frente al asesor; obstaculizando su visión. L cambió de asiento sin decir nada. 


El noticiero informaba de un robo a una tienda de electrodomésticos, una reportera entrevistaba al dueño de la tienda: 


—¿Sabe si la policía tiene alguna pista en este momento? —preguntó la reportera. 


—Estamos perdidos, ya no sé qué hacer, han sido semanas difíciles, esperemos que la policía pueda resolver el problema. 


El detective de cuerpo delgado volvió a interponerse entre el asesor y la pantalla. La voz difusa del detective brabucón evitó que L pudiera seguir escuchando. 


—Oye —dijo, interrumpiendo al detective charlatán. —No se ni quién rayos seas y no me interesa saberlo. Si en verdad quieres impresionar a una mujer lo último que deberías hacer es comportarte como el idiota que ahora mismo estás siendo.  


El hombre de cuerpo delgado hizo un gesto que L no tardó en notar. 


—Seguramente te estarás preguntando cómo hice para saberlo, así que te diré: tu mirada y la sonrisa de idiota que tienes te han delatado, cada vez que dices un estupidez desvías la mirada hacia tu derecha y luego sonríes, es obvio que tratas de impresionar a Sharon la fulana que prepara el café—Café que ni siquiera sabe preparar—sabe asqueroso —añadió al ver una sonrisa dibujada en el rostro de la mujer, con el rabillo del ojo. 


La mujer cambió drásticamente el gesto en su cara, haciendo notar su enfado. 


—Ni necesitas impresionarla, los dos son igual de idiotas: harían muy bonita pareja. 


El detective agarró de la playera al asesor, haciendo que todos voltearan a ver la escena. 


—Escucha, a mí no me vas a hablar así, entendiste perro faldero —dijo el detective. 


—¿Y dónde queda mi derecho a la libertad de expresión?, enserio, deberías ponerte a estudiar. Vamos, deja de arruinar mi playera favorita y ponte a hacer tu trabajo. 


—Por si no lo sabes soy uno de los mejores detectives —dijo en tono amenazante. —Tú solo juegas a policías y ladrones. 


—Soy un buen jugador, debo admitirlo, tanto que ahora mismo acabo de resolver un caso mientras tú solo presumes ser alguien que no eres —se levantó de su asiento y se dirigió a todos los mirones en la sala.

 

 —El culpable es él —señaló el televisor.


Todos los presentes voltearon hacia la pantalla. 


—El culpable es el dueño de la tienda: el tic nervioso en sus manos muestra culpa y además no sé atreve a mirar a la reportera a los ojos. Les daría más datos pero el detective idiota no me dejó escuchar, aún así, estoy seguro de que es él. Investíguenlo y sabrán que no me equivoco. Por cierto ¿Alguien de aquí también es fan de Madonna? 

 

Los allí presentes sonrieron; el detective brabucon había quedado cómo un idiota frente a todo el departamento. L tomó un trago de café y se dirigió a la oficina de Thompson.

 

Abrió la puerta sin decir nada y caminó hasta el otro extremo, opuesto a la puerta, para luego recargarse en una esquina, oculto entre las sombras, observado y poniendo atención a la conversación que se desarrollaba en la sala.


—Disculpará usted —dijo un hombre de mediana edad, complexión delgada y con escasa cabellera mayormente blanquecina. Era el padre del muchacho. —Sé que tienen que preguntarle muchas cosas a Liam, pero le suplicamos que lo dejen tranquilo. 


—Señores, supongo que ya saben lo que les diré pero recalcaré la situación de su hijo: él pudo haber participado en el secuestro de los otros niños —expuso el detective Thompson. 


Los padres se miraron entre sí. Thompson prosiguió con la explicación siendo lo más propio posible para no dañar a los padres con palabras incorrectas, evitando que el mensaje se tergiversara.


—Solo es una posibilidad, por ese mismo motivo queremos hablar con él, para ver si nos puede ayudar a encontrar a Tamara Hawking. 


La agente Katherine se acercó al detective L, parecía estar más tranquila. 




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