L Detective

Capítulo VIII

—¡¿Dónde rayos está L?! —se preguntó el detective Thompson, nervioso y preocupado al mismo tiempo que golpeaba su escritorio con la palma de su mano.

 

No había noticias de ninguno de sus compañeros, tampoco había mensajes ni llamadas. El detective decidió llamar nuevamente a la agente Jones, que segundos antes no había contestado el teléfono. 


—¿Dónde demonios están? ¡Se supone que teníamos que vernos hace media hora pero parece que no está en sus planes venir a trabajar el día de hoy! 


—Lo lamento mucho señor, L salió de la casa desde temprano y aún no llega, lo estoy esperando —contestó Katherine por medio del teléfono. 


—¡Agh! Ya no lo espere más tiempo, venga a mi oficina inmediatamente: tenemos problemas. 


—¡Lo siento, voy en camino! —respondió Katherine colgando la llamada. 


—¿Todo está bien? —preguntó Thiago. —¿Te regañaron? —dijo riendo. 


Katherine estaba sería, lo que le había dicho el detective Thompson había alarmado a la agente. ¿A caso el asesino ya había matado a Tamara? Pensó.


Jones salió de la casa sin responder a la pregunta de Thiago, tan solo se despidió de él. Tomó un taxi y se dirigió al departamento de policía. 

 

La señorita aprovechó para arreglarse y presentarse decentemente al trabajo mientras estaba sentada en el interior del taxi, después de un largo camino lleno de tráfico y una vaga conversación con el conductor del vehículo acerca del clima; por fin llegaron a destino.

 

Pagó al taxista y luego se dirigió al edificio, entró empujando la puerta de cristal, caminando por el pasillo hasta llegar al elevador.


—¡Ya era hora! —exclamó el detective al ver llegar a su joven compañera a la oficina. —¿Dónde está L? —volvió a preguntar con impaciencia. 


—Salió desde temprano… recuerdo que me dijo que saldría a caminar, no recuerdo bien. Lamento mucho llegar tarde, no volverá a ocurrir. 


—Eso espero —contestó. —Por ahora dejémoslo así, no me importa demasiado, estamos ocupados en otro asunto. 


—¿Qué es lo que ocurre?  

 

Thompson suspiró


—El abogado de Liam está esperando una respuesta al acuerdo de inmunidad de su cliente —el detective paseaba alrededor de su oficina con pasos lentos ,mirando al piso, pensando en cómo debería actuar, esperaba que L hubiera descubierto algo que le facilitará mucho más las cosas y tomar así una mejor desicion pero no había noticias del excéntrico detective.


Katherine guardó silencio. 


—Y bien, ¿pudieron encontrar algo? —preguntó Thompson. 


—L, descubrió que el asesino trabajaba anteriormente como un exterminador. 

 

En el rostro de Thompson se dibujó un gesto de decepsion.


—Eso es falso, el FBI abandonó esa teoría, no encontraron a ningún sospechoso a pesar de haber entrevistado a cada uno de los hombres que trabajan en la empresa. 

 

Thompson se dejó caer en su silla, al saber que su equipo no había avanzado nada en la investigación.


—No encontraron sospechosos porque el culpable de los asesinatos ya había cambiado de trabajo. L pudo deducir que el actual empleo del hombre al que buscamos es repartidor de periódico —comentó la agente.


—Y ¿nada más? —contestó tajante y enfurecido. 


—Solo recuerdo eso. Ya sabe cómo es, solo él entiende el 100 por ciento de lo que dice, a veces habla muy rápido que es difícil seguir el paso de sus pensamientos. 


—Necesito saber qué es lo que logró averiguar, me pregunto dónde estará. 


L había salido de la casa y tomado un taxi. El detective iba tras su presa. Llegó hasta un departamento, a una hora de la ciudad. Pagó al taxista y bajó del automóvil. 

 

El departamento parecía estar en muy buenas condiciones, aunque estaba alejado de la ciudad y se encontraba en un lugar casi desierto. Cortinas de color crema cubrían completamente todas las ventanas de la cómoda vivienda.


Ahí, frente al edificio, el detective respiró profundamente; apretando los puños con mucha fuerza, se aventuró hasta la puerta del departamento. 


Con mucha destreza, abrió el cerrojo con el alambre que llevaba en su bolsillo, cautelosamente empujó la puerta con la punta de sus dedos.


Podía sentir el palpitar de su corazón; la adrenalina corría por todo su cuerpo, se sentía ansioso: cosa que no le había ocurrido al atrapar a antiguos enemigos. 


El tacón de sus zapatos hacia ruido con cada paso que daba, siendo menos cauteloso de lo que debería ser. Miró a ambos lados en las habitaciones adyacentes y caminó al cuarto que estaba a su derecha. Estaba vacía. 


Regresó y entró al cuarto de la izquierda que ahora quedaba frente a él, nuevamente no encontró nada.  
Tras haber explorado las dos primeras habitaciones, se encaminó hacia la sala principal, dónde únicamente encontró un sillón, empaques de comida chatarra, vidrios rotos de lo que parecía ser una botella de alcohol y dos amplios ventanales que iluminaban perfectamente toda la estancia. 


Con pasos apresurados y ruidosos examinó todo el interior de la casa: buscando pistas pero sin hallar una sola, solo muebles abandonados en cuartos casi vacíos y ventanas de menor tamaño que las que había en la sala. 


Empezó a revisar las habitaciones nuevamente, una a una, caminando lento y volviendo en sus pasos verificando que en el piso no existieran zonas huecas dónde el asesino pudiera esconder armas o en el peor de los casos: el cuerpo inerte de su víctima. No encontró nada fuera de lo normal. Repitió el procedimiento con las paredes del baño y las demás habitaciones. El resultado fue el mismo. 


El detective no halló nada fuera de lo normal, no había encontrado nada extraño, la casa parecía abandona ¿Se habría equivocado? Un ruido interrumpió sus pensamientos, un ruido como el que produce una rata al roer un pedazo de madera, el detective agudizó su oído: consiguiendo así, el hallazgo del ático. 




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