El joven asesor ya había llegado a la central de policía y tomando el ascensor, Katherine y Thompson lo esperaban ansiosamente en la oficina.
L entró sin decir una sola palabra, sentándose frente al escritorio del detective esperando que el hombre robusto iniciara la conversación.
Thompson estaba molesto.
—¿Por qué te desapareces sin avisar a dónde vas? —Preguntó el detective de cuerpo robusto.
—Creí que ese era el punto de desaparecer —contestó sarcásticamente a la pregunta del detective. Sabía que había hecho mal en no avisarle, pero la policía y el detective Thompson representaban una gran molestia para que L llevara a cabo sus propios planes.
—Hablemos claro señor: no estoy de humor para soportar tus comentarios.
L sonrió.
—Aquí está lo que nos interesa —contestó poniéndose serio mientras ponía la memoria USB en el escritorio del detective.
—¿Ya revisó el contenido de la memoria? —preguntó el hombre robusto.
—Aún no, esta vez creí más conveniente que la examináramos juntos.
—Tengo una pregunta para usted —anunció la agente Jones.
—Adelante, pregunte lo que desee.
—¿Cómo fue que encontró la casa del asesino?
—Fue fácil, llamé al periódico y pregunté por el hombre responsable de repartirlo en la ruta donde se halla la casa de los Hawking. pensaron que yo era un suscriptor que quería enviar una propina.
—Pero en la mañana me habías dicho que colgaron.
—Mentí —respondió sínicamente.
La mujer lo miró fijamente con el rostro serio.
—No quería su compañía, preferiría que un rayo partiera mil veces al detective Thompson antes de que a usted le pase algo malo.
Katherine sonrió y colocó un mechón de cabello detrás de su oreja. Thompson carraspeó.
—¿Sabe que lo que hizo fue muy imprudente de su parte? ¿No?
—Lo sé.
—Ambos sabemos que este caso es muy personal para usted pero evite traernos problemas o me veré en la necesidad de retirarlo del caso.
Katherine miró a L: ahora sabía el significado de las palabras dichas por el detective Thompson. El joven de anteojos se limitó a asentir con la cabeza.
—Bien —contestó Thompson. —Ahora veamos que es lo que contiene nuestro “regalito”.
L se levantó de su asiento y se paró al lado derecho de Thompson para poder ver el contenido que guardaba dicha memoria.
Katherine abrió la laptop del detective Thompson e introdujo el dispositivo USB. En la memoria solo había un archivo existente: se trataba de un vídeo.
Thompson hizo un movimiento con la cabeza, indicándole a su compañera que reprodujera el archivo.
“Tienen algo que me pertenece, tienen a mi hijo Liam. Saben quién soy y saben lo que soy capaz de hacer, soy un maldito asesino, he aniquilado a muchas personas y lo seguiré haciendo hasta que ustedes me devuelvan al muchacho.
Sí mi hijo no está devuelta conmigo mañana a mediodía... Tendrán que recoger otro cuerpo”.
El vídeo finalizaba con la cámara enfocando a una niña con manos y piernas atadas, con un pañuelo en la boca evitando que la víctima hablase. Era la pequeña Tamara.
Por primera vez, Pennywise, mostraba su rostro. Se trataba de un hombre de cuerpo grasoso, tenía ojos azules, cabello corto y negro; su cara estaba llena de sudor.
Thompson respiró profundamente.
—¡Maldición, se nos ha acabado el tiempo! —gritó.
—Para mí significan muy buenas noticias —contestó L sumamente relajado.
—Nos ha puesto una fecha, nos está dejando sin opciones, dígame ¿Qué es lo que usted ve de bueno en todo este asunto?
Katherine miró al asesor, esperando la respuesta que le daría a Thompson.
—La sudoración en su rostro significa que se siente presionado, ansioso y muy, muy nervioso: es más propenso a cometer errores —señaló el asesor. —Además según mis cálculos solo nos quedaba este día para poder atraparlo, ahora tenemos hasta mañana al mediodía —sonrió.
—Entiendo —comentó Katherine. —Ademas ahora sabemos quién es nuestro hombre por primera vez a mostrado su rostro.
—Suena ligeramente bien —afirmó el detective. —Pero ustedes se están olvidando de un obstáculo mayor: los padres, ellos no nos dejarán movernos cómo queramos.
La sala quedó en silencio.
—No será nada fácil tratar con los padres de Liam y por supuesto tampoco con los de Tamara —dijo la agente.
—Yo diría IMPOSIBLE —agregó Thompson.
L suspiró fastidiado.
—Esto resultará más complicado de lo que creí, me había olvidado de los padres —confesó el detective L.
—¿Qué es lo que haremos ahora? —preguntó Katherine.
—Llamar a los padres de Tamara Hawking e informarles del asunto —contestó el detective Thompson.
—Bien —suspiró la agente. —Yo me encargo.
Katherine salió de la oficina, Thompson prendió un cigarrillo y el asesor se acostó boca arriba en el piso, mirando fijamente la lámpara que colgaba del techo pensando en la situación, planificando su nueva jugada.
—¡Por favor, hagan el cambio, devuélvanos a nuestra hija! —suplicaba la mujer de tez morena con lágrimas en los ojos.
Thompson se levantó de su silla, con pasos lentos y pausados rodeó su escritorio hasta quedar frente a la pareja.
—Me temo que no es tan simple, señora Hawking—Thompson hablaba pacientemente con los padres de Tamara para hacerles entender la situación y el seguimiento del caso. —El departamento no puede cambiar a una víctima por otra.
—¿Es lo que creen que es Liam?¿Otra víctima? —comentó el señor Hawking, alzando la voz. —Vi en las noticias que la fiscalía le ofreció un trato de inmunidad; Si Liam fuera una víctima ¿Para qué necesitaría inmunidad?