L Detective

Capítulo Xll

—La niña está bien, solo tiene moretones en las muñecas y tobillos, necesita descansar. Aún sigue dormida —dijo uno de los médicos a bordo de la ambulancia. 


—Gracias —contestó Katherine.


La agente salió de la ambulancia para volverse a reunir con Thompson. 


—Se pondrá bien —dijo. 


—Me alegra. 


—¿Aún no se ha podido comunicar con L? 


—No, seguramente esta ignorando mis llamadas y mensajes, siempre es tan irritante e infantil —respondió el detective. —Esperaremos a que la niña despierte para ver si nos puede decir que es lo que ocurrió aquí, no tenemos ni idea dónde puede estar Pennywise. 


—Supongo que los forenses ya habrán tomado muestras de la sangre. 


—Están en eso —contestó el detective. 


El detective, la agente y la niña se fueron de la zona acordonada, dejando en custodia de la policía, la vivienda dónde ocurrieron los hechos. 
A mitad del camino la pequeña Tamara abrió los ojos lentamente, vió que estaba dentro de una coche de policías pero eso no evitó que se sintiera aterrada; la niña se movió bruscamente golpeando a Katherine en la cara y comenzó a gritar pidiendo auxilio: estaba confundida. 


—¡Tranquila Tamara, somos de la policía, somos los buenos! —dijo la señorita Jones en un intento por calmar a la pequeña. —¡Estarás a salvo, te llevaremos con tus padres! 


—Todo estará bien, ya pasó —añadió el detective. 


La niña se tranquilizó pero no dejaban de salir pequeñas lágrimas de sus ojos.


Durante el resto del trayecto las personas a bordo del automóvil solo se ocuparon en distraer a la niña de lo que había ocurrido, ya llegaría el momento de poder hablar con ella.


Thompson avisó a los padres de Tamara sobre la situación, ellos pidieron ver a su hija pero el detective negó la visita. Aunque los padres estaban molestos sería mejor que la niña viera primero a un psicólogo infantil. 


El cuarto era blanco con muebles pequeños y muchos juguetes de colores, la habitación estaba decorada para que fuera atractiva a los ojos de los niños. 
El psicólogo platicaba con la niña cómo si ya la conociera, Tamara se sentía bien al estar junto al hombre que tenía una pequeña libreta dónde anotaba las respuestas a sus preguntas, o eso era lo que imaginaba Tamara. 


—Estaba desayunando, el hombre malo me preparó un pan con mermelada y luego me dijo que lo comiera, tenía mucha hambre pero también me daban ganas de vomitar la comida que él me daba. 


—¿Sientes dolor, te causo daño ese hombre? —preguntó el psicólogo. 


—Muy pocas veces me pegó, me duelen mucho los pies y las manos, la cinta que me ponía era muy fuerte cuando él no salía yo trataba de liberarme pero nunca pude. La cinta que me ponía en la boca solo me la quitaba cuando me daba de comer. 


—¿Sabes a dónde fue el hombre malo?¿Que es lo último que recuerdas Tamara? 


—Ya le dije —contestó la niña. —Estaba comiendo pan con mermelada. 


—Si, bueno, cuéntame ¿Qué pasó después? 


—El hombre malo me veía comer, tenía miedo pero a él no le gustaba que yo llorara. Una Sirena entró junto con un muchacho. 


—Asi que… una sirena —comentó el psicólogo mientras apuntaba en su libreta.


—Tenia cabello rojo como el de las sirenas y era muy bonita. Ella me salvó. 


—¿Qué más recuerdas? 


—El muchacho me hizo una señal para que yo no hiciera ruido pero el hombre malo se dio cuenta y me puso la pistola en la cabeza, luego me aventó y escuche el sonido de una pistola. La muchacha de cabello rojo me abrazó y no me dejó ver, luego de eso, escuché que dos personas se peleaban y luego cuando la sirena me dejó ver, el hombre malo ya no estaba.


—¿Como era el muchacho que acompañaba a la sirena? —preguntó el psicólogo. 


—Era más bajito que la sirena, me dijo que estaría a salvo si me escondía en el ropero, que la policía pronto llegaría, así que fui y me tapé con la ropa para que nadie me viera. Lo último que escuche es que me dijo que vería a mis padres muy pronto. 


—¿Dices que el muchacho era más pequeño que la “sirena”? —volvió a preguntar el psicólogo a la niña para conseguir más información. 


—Si, le llegaba a la oreja y tenía lentes. 


Thompson cruzó la mirada con Katherine, ambos observaban la consulta desde el otro lado del vidrio de visión unilateral. 


El detective y su compañera abandonaron la cámara. 


—¡Ese maldito loco! —gritó Thompson. —Ahora sé porqué no me contesta. 


El detective volvió a marcar al asesor pero no recibió respuesta.


—¿Dónde se habrá metido? 


La agente Katherine se detuvo en el pasillo. 


—Creo que ya sé dónde está L, en la mañana vi tirado un pedazo de periódico dónde tenía la imagen de una bodega, estaba marcada con un círculo rojo: dijo que pensaba comprar la bodega para hacer más espacio en su casa. Aunque quizá lo único en lo que él estaba pensando era en adquirir la bodega para llevarse a Pennywise cuando lo capturara. 


—¿Recuerda la dirección? —preguntó el detective. 


—No. 


Thompson se quedó mirando a su acompañante, estaba pensando, chasqueó los dedos y sacó su celular del bolsillo derecho. 


—Creo que sé cómo podemos conseguirla —respondió mientras marcaba unos números en la pantalla de su celular. 
 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.