L Detective

Final

—¡Ya está! —gritó Thiago levantando victoriosamente el pedazo de papel reconstruido por Trece. 


—¡Rápido!, tenemos que mandarle la dirección al detective Thompson —dijo Trece. 


—Cierto —contestó el muchacho. —Enseguida me comunicaré con él, le enviaré la ubicación de la bodega. 


El teléfono del detective Thompson emitió un pequeño sonido, había recibido la notificación de un mensaje. El detective se encontraba con un grupo de policías revisando uno de los departamentos a nombre de L, dicho departamento se encontraba vacío, revisó su celular y leyó el mensaje de Thiago. 


Thompson y sus hombres se retiraron del departamento para ir al lugar citado en el mensaje de texto; ahora el detective se encargaba de reenviar la dirección a la agente Jones, que se ocupaba, al igual que Thompson, de revisar otra de las propiedades pertenecientes al detective privado. 


La señorita Katherine subió a un automóvil de la policía y se dirigió al lugar, al buscar la dirección que había recibido por internet, descubrió que se trataba de un edificio en Brooklyn. Esperaba con ansias llegar a tiempo al lugar antes de que su joven compañero pudiera tomar una mala decisión. 


—Eres un monstruo, un sádico y también un asesino. 


El detective de anteojos caminaba hacia su prisionero que estaba despertándose después de haber perdido la consciencia al ser golpeado con la silla. 


El detective abofeteaba constante e impacientemente al hombre que tenía amarrado para que el criminal despertara completamente y pudiera seguir torturándolo. Caminando con una lentitud dramática se volvió hacia la mesa de cristal que iluminaba los objetos con los que ahora sufriría su prisionero. 


—Te lo juro, yo no lo maté, yo no soy el culpable de la muerte de tu amigo. 


L se negaba a escuchar al hombre, ¿por qué debería creerle a un asesino? “Todos mienten” eso es lo que  él siempre decía y pensaba de los demás, no cambiaría de pensar, a pesar de que en los ojos del asesino veía algo de verdad en sus palabras. 


—¡Podré ser un asesino pero no un mentiroso! —gritó el hombre, cómo adivinando los pensamientos del joven detective. 


L se encontraba de espaldas al hombre, decidiendo cómo podría castigar Morgan Williams. 


—Yo no pude ser, estaba hospitalizado —tosió. —Dime cómo es que pude estar en dos lugares al mismo tiempo... mírame muchacho, te estoy diciendo la verdad —suplicaba.


—Tú lo mataste —respondió L en voz baja, tratándo de convencerse a él mismo. Ya no estaba seguro de qué pensar. Los sentimientos que tenía reprimidos desde hace mucho tiempo lograban nublar su pensamiento lógico y racional. 


—¡Yo no toqué ningún cabello de su cabeza! —volvió a gritar con desesperación. 


El joven de playera gris caminó velozmente hasta quedar enfrente de Morgan, lo tomó del pelo y con la mano derecha puso un destornillador en la sien del hombre. 


—Escúchame, no quieres volverte un asesino, he visto los periódicos… sé de ti, eres un gran detective a pesar de ser tan joven, no eres como los otros detectives. Yo no soy el culpable de la muerte de tu amigo, debes atrapar al verdadero responsable del asesinato. Tu estas dispuesto a hacer lo que crees correcto, incluso te atreverías a romper la ley: eres un joven muy raro L, eres un hombre honorable —dijo el prisionero tratando de convencer al detective. 


—Tienes un poco de razón: no soy como los demás, no soy un hombre promedio —dijo sonriendo de lado. 


Morgan gimió de dolor cuando el detective clavó la punta del destornillador que tenía en la mano en su cuerpo, haciendo que su prisionero volviera a desmayarse. 
 




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