Las paredes eran iluminadas por luces parpadeantes de color azul y rojo que pertenecían a las tres patrullas que se dirigían velozmente a la bodega, donde esperaban que el detective L estuviera escondido. Thompson lideraba el equipo estando al frente, conduciendo su característico automóvil negro.
Las llantas de los coches derraparon al frenar momentáneamente, dejando marcas en el piso, el sonido de las sirenas inundaba todo el lugar aturdiendo a los vecinos y escandalizando a los perros de todo el vecindario.
Varios agentes bajaron con armas en mano, saltando del vehículo uno por uno hasta estar todos frente a la enorme puerta de metal. Thompson bajó de su automóvil y segundos después otro vehículo de igual color se acercó a la escena; se trataba de la agente Katherine.
—Llega justo a tiempo, estamos listos para entrar —dijo el detective a la mujer de ojos azules mientras ésta desenfundaba su arma.
La agente Jones asintió con la cabeza, dándole a entender al detective que estaba lista para empezar con la operación.
Seis policías se formaron en dos filas; abriendo la enorme puerta de metal, entrando con escudos, armas, chalecos antibalas y lámparas que ayudaban a ver en la oscuridad de la bodega. Thompson y Jones entraron alumbrándose, igualmente, con un par de lámparas.
Todo estaba oscuro, la búsqueda del detective había tardado más de lo esperado, era noche y la luz de la luna se podía ver a través de las pequeñas ventanas en lo alto de las paredes que rodeaban la bodega. Los policías se esparcieron en todo el lugar dirigiendo la luz de sus lámparas hacia todos los rincones de la enorme bodega. Dentro de ella solo había polvo, cajas y más cajas llenas de más polvo.
Uno de los oficiales caminó hasta donde se encontraba puesta una larga mesa de cristal, pegados al contorno de todo el vidrio se hallaban lo que parecían ser unos pequeños focos de luces LED que iluminaban perfectamente toda la mesa.
—¡L!, ¡Detective!... ¡sí usted está aquí, ríndase inmediatamente! —gritó el detective Thompson, esperando que el joven de anteojos diera señales de estar en aquel lugar pero nadie respondió.
Las botas de los polícias resonaban en toda la estancia con cada paso que ellos daban, uno de los hombres de Thompson se percató de un sonido extraño al pisar el suelo: el sonido de un charco al pisar el agua, bajó la mirada y apuntó la lámpara hacia el suelo; aquello que producía el sonido extraño no era más que un espeso y abundante charco de sangre.
—¡Encontré algo! —gritó el hombre, moviendo su lámpara para que la luz de ésta llamara la atención.
Thompson se acercó al lugar con pasos veloces y firmes siguiendo los pasos de Katherine ambos se esperaban lo peor: L había matado al asesino. Habían llegado demasiado tarde.
La compañera del detective se volteó mostrándose decepcionada por la decisión que había tomado su compañero y decepcionada de ella misma por no haber podido evitar lo ocurrido. Thompson se llevó las manos a la cara suspirando lentamente, negando con la cabeza.
—¡¿Qué has hecho muchacho?! —decía para sus adentros.
El sonido de una notificación en su celular lo sacó de sus pensamientos, desbloqueó el dispositivo y vio las tres llamadas perdidas de un número desconocido, se preguntaba quien podría ser, ignoró las llamadas para poner su atención en el mensaje recibido; el remitente era el mismo número.
—¡Esto tiene que ser una broma! —expresó Thompson al leer el mensaje.
—¿Qué ocurre? —preguntó Katherine.
El detective mostró la pantalla del celular a la agente, en ella se podía leer el mensaje:
“Estoy en la central, tengo a Pennywise”
L.
—L acaba de llegar a la central de policía con ¡Pennywise! —repitió el detective Thompson por si su compañera no veía el mensaje claramente.
—Pero ese no es su número de teléfono —señaló la agente.
—Pues aquí no hay nadie y el mensaje fue redactado como él lo suele hacer, así que supondremos que es verdad. Tenemos que ir al departamento.
Katherine y Thompson salieron de la oscura bodega a pasos agigantados para después subirse a sus respectivos vehículos e ir hacia el departamento de policía dónde según el mensaje recibido; tenían que estar L y el asesino, esperándolos para seguir con el procedimiento.
La noche era tranquila pero para el detective Thompson y los agentes había sido un día bastante agitado, lleno de emociones.
Había pasado alrededor de media hora desde que sus compañeros habían llegado a la central, L esperaba sentado en el sillón de la oficina del detective Thompson, con la mirada hundida en el suelo, sosteniendo su barbilla con los pulgares mientras cubría su boca con los dedos entrelazados… pensando.
Katherine observaba el interrogatorio del detenido desde el otro lado del espejo de la cámara Gesell mientras Thompson estaba sentado frente al criminal llenándole de preguntas.
—No detective, L no me secuestró, trataba de atraerlo hacia mí y luego me siguió hasta la bodega.
—Bodega que curiosamente compró L y ahora está a su nombre.
—Si, lo sé, creí que era bastante original que encontraran el cuerpo del muchacho en la bodega que recién había adquirido —mintió. —Lo haría parecer como un suicidio.
—¿Podría explicarme cómo se hizo esas heridas? —preguntó el detective señalando el área del abdomen.
El hombre gordo suspiró fastidiado.
—Yo me lancé hacia él, él se defendió… —respondió, jugueteando con sus dedos. —Tan simple, así.
—Entonces él lo apuñaló.
—Si, es un milagro que no le diera a ningún órgano… de acuerdo con la doctora que me revisó en la celda.