La Abandonada

Epílogo

☆*☆*☆*☆*☆*☆*☆*☆*☆ 

 

Era la mañana de navidad, Betel y Jorge yacían en la cama abrazados, tratando de dormir un poco más pues se habían acostado muy tarde celebrando la Nochebuena con la familia Valdez en la casa de uno de ellos, cuando la puerta de su habitación se abrió de golpe. 

— ¡Llegó Santa Claus! — Gritaron los niños corriendo hacia la cama. — ¡Llegó Santa Claus! 

Betel soltó una carcajada y Jorge soltó un suspiro. 

— ¿Y por eso nos despiertan tan temprano? — Preguntó fingiéndose enojado, sentándose mientras los niños brincaban a su alrededor. 

— ¡Queremos abrir los regalos! — Exclamó uno de los pequeños. 

— ¡Hay muchos! — Gritó otro. 

— Van a despertar a su hermanita, no griten tanto. — Les dijo Jorge, levantándose. 

Justo en ese momento, la bebé empezó a llorar en su cuna. 

— Demasiado tarde. — Dijo Betel con un suspiro, levantándose ella también. 

— ¡Pero también hay regalos para la bebé! — Gritó uno de los niños mientras salían corriendo de la habitación hacia la salita. 

Ambos sonrieron, Betel cargó a la bebé y empezó a caminar hacia la puerta, Jorge la alcanzó y pasó su brazo sobre los hombros de la mujer. 

— Buenos días. — Le dijo dándole un beso en la frente. — Feliz navidad. 

— Feliz navidad para usted también. — Le dijo ella con una sonrisa. 

Jorge se inclinó y acarició la mejilla de la pequeña. 

— Y feliz navidad a ti, mi muñequita hermosa. — Musitó. 

Llegaron a la salita y Betel se sentó en un sofá mientras él se sentó en el suelo junto al pequeño arbol de navidad y empezó a repartir los regalos. Los niños gritaban entusiasmados mientras él sonreía complacido. Luego de un rato, mientras los niños jugaban con sus nuevas adquisiciones, él se sentó frente a su mujer y le dio una caja pequeña. 

— Esto es para usted. — Le dijo besándola de nuevo. 

— No tenía que darme nada. — Dijo ella soltando un suspiro y recargándose en el hombro de él. — Ya gastó mucho con los niños. 

— Pero usted también se merece su regalo. — Insistió él, tomando a la niña en brazos. 

Betel abrió la cajita y soltó una exclamación al ver dentro de ella unos discretos aretes de oro con forma de corazón. 

— ¡Qué bonitos! — Exclamó sorprendida. 

— Quería regalarle un dije con su cadenita. — Le dijo él. — Pero luego pensé que la niña se lo iba a estar arrancando a cada rato, así que mejor esto. 

— Están preciosos. — Musitó Betel. — Muchas gracias. ¿Sabe? Yo también le tengo un regalito. 

— ¿En serio? — Preguntó él, sorprendido.  

— Sí. — Asintió ella. — Lo escondí allí atrás, sáquelo por favor. 

Él se levantó del sofá y sacó una pequeña caja del mueble que ella le indicó, la abrió y admiró una fotografía enmarcada de Betel y los niños, en la que había una dedicatoria: 

“Para el mejor esposo y el papá más maravilloso del mundo. Te amamos.” 

— Oh guau... — Dijo Jorge emocionado. — Esto es lo mejor que me podría haber dado jamás.  

Se acercó de nuevo a ella, se sentó y la abrazó. 

— Nunca tuve familia. — Le dijo emocionado, mirando la foto. — Nunca tuve navidades, nunca tuve nada tan bonito como esto que me está dando. Muchas gracias Betel, no tiene idea de lo feliz que me hace cada día. 

— Tanto como usted me hace feliz a mí. — Dijo ella con una sonrisa emocionada. — Feliz navidad esposo mío, lo amo mucho. 

— Feliz navidad, esposa amada. — Respondió él antes de besarla. 

 

FIN 




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