Los días pasaron y la pequeña abeja ensayaba día y noche sus pasos de baile, las palabras que le había dicho el señor conejo permanecían en su mente, no iba a renunciar a su sueño, no se iba a dar por vencida. Le demostraría a todos que ella sí tenía talento, pero, no lo iba hacer solo por ellos, lo haría por ella, para demostrarse que era capaz de perseguir y luchar por su sueño, hasta verlo convertido en realidad. No iba a importarle lo que dijeran, no iba a renunciar. Estaba segura y decidida a cumplir su sueño, y se convertirá en la bailarina que siempre soñó ser.
Sus amigos no la dejaban sola, siempre estaban a su lado, dándole ánimo y alentándola a seguir y no rendirse.
— ¿Cómo te siente amiga abeja? — preguntó el señor escarabajo, el cual se había enterado de lo que había pasado en la feria y no dudó en ir a darle su apoyo.
— Muy bien señor escarabajo — dijo la abeja— preparándome para el gran día.
— Estamos seguro que lo hará muy bien amiga abeja — contestó el señor escarabajo — solo debe confiar en ti misma y lo vas a lograr — expresó el escarabajo.
— Así será señor escarabajo, estoy muy feliz de poder contar con el apoyo de cada uno de ustedes. Si no fuera por ustedes mis amigos habría renunciado a mi sueño.
— No tiene que agradecer amiga abeja, para eso son los buenos amigos. Ellos siempre van a estar ahí para ti siempre que lo necesite.
Todos estaban felices por su amiga abeja, ella había decidido luchar por su sueño y ellos como sus amigos, siempre estarían a su lado para apoyarla y levantarla siempre que se deje caer.
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