La absurda agencia Spookwind.

CAPÍTULO 1. Conspiración de payasos.

Esbury, 2019.

Habían pasado diez años desde que Francis decidió adoptar al primero de los niños. Una década desde que visitó aquel orfanato. Por aquel entonces, no tenía idea de que, cinco años después de convertirse en madre, moriría.

Ocurrió un frío 17 de noviembre del año 2014; tres días después de que Gregory, el segundo de sus hijos, cumpliera 18 años.

Francis nunca logró poner en marcha sus ideas. Su plan de venganza no pudo llevarse a cabo, aunque quizás, en realidad, no lo necesitaba, pues en sus últimos momentos, cuando su enfermedad estaba por consumirla, miró el rostro de los cuatro chicos (sí, optó por uno más) y sonrió. Todos los años que se dedicó a criarlos, los días que pasó educándolos y entrenándolos para la batalla, comenzaron a reproducirse en su cabeza, haciendo su muerte mucho más llevadera.

Quizás no había podido acabar con la organización que tanto aborrecía, pero al menos le tranquilizaba saber que sus chicos eran más fuertes y que su patrimonio les permitiría sobrevivir por casi todo el resto de sus vidas.

De este modo, los niños que pretendían convertirse en un equipo destructivo, terminaron por fundar la agencia Spookwind. Un despacho dispuesto a investigar y resolver aquellos casos que a la policía le parecían poco relevantes. Casos fuera de lo común e inclusive descabellados.

Francis había decidido registrar a los chicos con distintos apellidos, por lo que la absurda agencia Spookwind estaba conformada por dos pares de hermanos muy diferentes.

El mayor de ellos, Gregory Spook; el más hiperactivo y analítico de los cuatro, quien se ocupaba de encontrar las pistas relevantes de los casos, y de forma constante fabricaba inventos que, el 50% del tiempo resultaban mal, seguido por Hooked Wind el fuerte e intimidante, solo unos meses mayor que Loni Spook quien lideraba al disparatado equipo y era la cara de la oficina. Por último, el menor de todos ellos, Igari Wind el más tímido y de quien todos cuidaban.

Aunque claro, había mucho más de esos chicos. Pasados trágicos y secretos que se fueron destapando con cada caso que decidieron tomar.

Martes 5 de noviembre de 2019.

12:38 pm.

El clima en la ciudad, daba indicios de que esa tarde sería una de las más heladas del año, el viento era frío y el cielo se había tornado de un gris oscuro.

La gente comenzaba a aglomerarse a las afueras del banco principal de Esbury. Al ver aquella escena a lo lejos, uno pensaría que se debía a la celebración que se llevaba a cabo a solo unos metros de distancia, pero lo cierto era, que en el interior de la institución estaba por cometerse un delito.

Habían transcurrido 28 minutos desde que tres individuos fueron capturados por un grupo de asaltantes, disfrazados de payasos. Las autoridades apenas y habían tenido tiempo de reaccionar, por lo que se encontraban afuera del lugar con semblante nervioso, mientras pedían refuerzos por sus pequeñas radios.

Hooked Wind miraba aquel alboroto con el rostro inexpresivo, recién acababa de hacer una llamada y las palmas de sus manos se habían tornado moradas. Lo extraño era que apenas y lograba notar la baja temperatura, pues su cuerpo no percibía los cambios como el de todos los demás.

Miró la pantalla de su teléfono, seguramente Rob estaba por llegar. Esperó dos minutos más y vio el auto negro estacionarse a una cuadra de dónde él se encontraba. Finalmente, bajó el antiguo compañero de su madre. Un hombre moreno de 31 años, con rizado cabello negro y ojos avellanos, que en ese instante estaban cubiertos por lentes oscuros.

—Dime que tus hermanos no están ahí adentro —pidió el agente de la SEG, acercándose al joven de aspecto rudo.

A Rob le sorprendía que incluso con ese clima Hooked no utilizara nada en la parte superior, a excepción de su chaqueta negra de mezclilla que siempre llevaba abierta, dejando a la vista su trabajado abdomen.

El más joven ladeó la cabeza, confirmándole al hombre justo lo que temía y este solo negó con frustración.

—Las noticias dicen que son 6 asaltantes y 3 rehenes, ¿cuántos hay en realidad?—habló nuevamente el agente, mientras le indicaba a Hooked que lo siguiera, y le mostraba su identificación a dos policías que resguardaban la entrada del lugar.

Los hombres observaron con curiosidad a Rob y Hook, enfocándose aún más en el segundo, pues su largo cabello negro con mechones verdes, peinado en media cola, resultaba muy llamativo, al igual que las dos perforaciones bajo su labio inferior.

—5 asaltantes y un rehén. El sexto está inconsciente en la camioneta —explicó el mayor de los Wind, de manera impasible.

—Con un demonio, Hook, ¿acaso alguna vez se plantean ser más sensatos?

12:46 pm

En el interior del banco...

—¡Dense prisa! Los refuerzos seguirán llegando y dificultarán nuestra huida —ordenó el líder de los ladrones, volviéndose a colocar la esponjosa peluca verde, que se le había caído al ingresar.

Vestía un traje de pantalones a cuadros y tirantes bicolor.

Al fondo, el encargado del banco, un hombre de la tercera edad, con gran bigote y regordete, era custodiado por uno de los payasos, mientras les daba acceso al dinero a dos más del equipo, quienes se encargaban de guardar el efectivo en grandes maletas.

Cuando finalmente no quedaba más espacio que llenar con los billetes, regresaron a la parte delantera del lugar, donde estaban el resto de los rehenes. Un joven en sus 20 s con semblante asustado, envuelto en un feo suéter con estampado de mapache, y un tipo ansioso, vestido de payaso, quien era parte del festival y estaba por retirar dinero, cuando los asaltantes decidieron tomar el lugar.

—Foppy, necesito que...

El líder fue interrumpido por el inesperado sonido de un globo desinflándose.

Todos desviaron la mirada hacia el rehén vestido de payaso, pero él parecía concentrado en los objetos que iba sacando de sus grandes bolsillos amarillos.




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