La absurda agencia Spookwind.

CAPÍTULO 5. Ositos explosivos.

Todos los días Igari abría los ojos justo a las 6:30 de la mañana. Miraba hacia arriba, y lo primero que veía era el pálido color del techo. La pequeña grieta con forma de relámpago sobre su cabeza. Se quedaba completamente quieto, solo contemplándola. Ni siquiera el ritmo de su respiración cambiaba.

Observaba, observaba y observaba.

Podía oír a unos metros a Hooked, quien se alistaba para salir a correr. Era el único de los cuatro que hacía ejercicio, y el primero en levantarse. Escuchaba cómo abría la puerta trasera y se marchaba.

Igari nunca se lo había preguntado y Hooked jamás se lo dijo, pero el castaño sabía que su hermano mayor, iba al parque que estaba a unas calles de la agencia. Aquel, donde poca gente transitaba a esas horas y estaba repleto de tantos árboles, que daba la impresión de ser un bosque.

El silencio volvía a reinar en la casa, y él solo podía pensar.

Lo absorbían tanto sus pensamientos, que casi ni parpadeaba, y tenía la sensación de que el aire dejaba de pasar hasta sus pulmones.

Las ideas daban vueltas una y otra vez en su cabeza, hasta que el miedo terminaba por instalarse en su garganta.

Odiaba tanto eso. Estar tan atemorizado, cada momento de su vida. Solo esperando a que alguien lo rescatara y lo apartara del peligro.

Finalmente, transcurría una hora y diez minutos. Para ese punto, Igari apenas y recordaba lo que segundos atrás rondaba por su mente. Lo único que persistía era el miedo.

El castaño respiró profundamente y salió de la cama, para después dirigirse al baño. Rezando por qué el agua fuera capaz de disipar el malestar en su estómago.

La mañana era fría, pues el mes de noviembre solía tener temperaturas muy bajas. Por suerte, Igari ya estaba acostumbrado a eso, y al llevar sus extraños suéteres, se mantenía cálido de forma constante.

Aquel día optó por usar una de sus prendas favoritas, esa a la que Gregory solía llamar "El suéter de vagabundo"

La tela morada estaba rasgada por varias partes, y dejaba a la vista la camisa blanca que llevaba abajo. El castaño decidió complementar su atuendo con una corbata negra y unos pantalones del mismo tono.

Estaba al tanto de que nadie en esa casa entendía su manera de vestir, pero al mismo tiempo siempre la encontraban adorable.

Ni siquiera sabía qué pensar respecto a eso. Era consciente de que ninguno de los chicos pretendía lastimarlo al tratarlo como débil o poco amenazante. En el fondo, el castaño, incluso agradecía que los demás pudieran verlo como alguien amable. Aunque en ocasiones su vulnerabilidad acababa por cansarlo.

Igari terminó de acomodarse sus guantes negros sin dedos, y salió de la habitación. Tocó la puerta frente a la suya, y la que estaba del lado derecho, con la esperanza de que Loni o Gregory se despertaran, pero solo recibió ronquidos como respuesta. Sabía que ninguno se levantaría hasta después de las 9.

Eran las 8:05 am cuando Hooked volvió a la agencia.

Igari entró a la cocina, y se puso en marcha. Preparar té, siempre había sido una de sus actividades favoritas. El hecho de medir porciones de agua y elegir las hojas que usaría, lo ayudaba a relajarse. Mantenía su mente ocupada, y el aroma que desprendía el té, al estar casi listo, lo reconfortaba.

Tomó dos tazas de la alacena y las llenó con el líquido.

Después de unos minutos, el de ojos grises, finalmente bajó al primer piso y entró a la cocina.

—Buenos días, Hook—saludó Igari, sonriendo, y le tendió una taza.

—Gracias—respondió el más alto, para después darle un trago a su bebida.

Ambos se tomaron el té en silencio. Era parte de su rutina de las mañanas. Ninguno hizo esfuerzo por iniciar una conversación. No es que su convivencia fuera mala, pero sí poco convencional. Cada uno de los chicos, tenía su manera de comunicarse, y Hooked siempre había sido de pocas palabras, al menos si se trataba de Igari o de Loni, porque con Gregory solía discutir todo el tiempo. Tenerlos a ambos en una misma habitación, era la única manera de poder oír hablar a Hook. En esas ocasiones era como si se tratara de otra persona. Solo Gregory podía sacar esa versión de él.

Terminaron sus bebidas, y el mayor recogió su cabello suelto, en un chongo, para después lavarse las manos. De esa forma, Igari supo que empezaría a hacer el desayuno.

Incluso antes de que Francis se fuera, Hook ya se hacía cargo de preparar los alimentos. Él era muy bueno y parecía disfrutarlo.

Pronto el sonido de los utensilios, siendo ocupados, comenzó a invadir el lugar e Igari optó por irse a la sala para no estorbarle. El castaño comenzó a limpiar y barrer los alrededores. La casa era muy grande para ellos cuatro, y a pesar de eso, nunca tuvieron algún tipo de personal. Ni siquiera para las cuestiones académicas, pues Francis y Rob se encargaban de todo eso.

Después de casi una hora, el menor de los Wind, escuchó a Hook colocar los platos sobre la mesa y a Loni bajando las escaleras.

Aquello siempre lograba sorprender a Igari, pues de alguna forma el líder de la agencia adivinaba el momento exacto en el que su plato, estaría frente a su lugar. No sabía si se debía a su desarrollado olfato, pero era como si, en cuanto detectaba el aroma de la comida, supiera que debía salir de su habitación.

Tanto el castaño, como Loni, llegaron al mismo tiempo a la cocina. El segundo aún parecía somnoliento, pero sonrió ampliamente en cuanto vio al menor.

—Justo a tiempo—habló Igari.

—Buenos días, Gary— dijo Loni, mientras despeinaba suavemente el cabello del más joven, con una de sus manos.

El menor le devolvió el saludo, sonriendo con timidez.

A veces Igari no tenía idea de cómo sentirse con la forma en la que Loni lo trataba. No porque le molestara, sino más bien, porque creía que no se merecía toda esa amabilidad. No entendía cómo es que el menor de los Spook, no terminaba por hartarse de él. Aunque la simple idea de que eso pasara le provocaba un terrible malestar interno.




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