Cerca de la oficina del líder, Amy volvía a reunirse con Loni, en lo que parecía ser una cocina. El menor de los Spook apenas podía controlar el impulso de dejar la habitación donde se encontraba. La chica de las trenzas lo había convencido de que no era una buena idea ir sin apoyo hasta donde se encontraba el señor Teerman. Ya que no solo era peligroso enfrentar a los 4 guardias, que en realidad eran mercenarios contratados para proteger al líder del culto, sino que también alertaría al resto de los hombres que custodiaban el templo, y pondría en peligro las vidas de las otras chicas.
Además, Amy le había prometido no agregar la píldora especial con la que se solía drogar a las chicas del lugar.
De esa forma, Igari tendría oportunidad de defenderse, y gracias al micrófono y la cámara que llevaba ocultos, podría obtener evidencia verdadera. Lo único que necesitaban era un poco de tiempo.
—¿Estás segura de que así obtendremos lo que buscamos?—preguntó el líder de la agencia Spookwind.
Amy asintió y se sentó al lado del más alto, quien observaba la pantalla de su teléfono, para supervisar que el castaño estuviera bien.
—Una vez que las chicas consumen el té, apenas y quedan conscientes. Bueno, solo lo suficiente para responder de manera corta —explicó la joven un tanto nerviosa—Así que, en cuanto tu amigo tome el té, el señor Teerman mostrará sus verdaderas intenciones.
—¿Entonces tú eres la encargada de preparar las bebidas?—cuestionó el de chamarra verde, mirando el rostro de Amy.
—Solo cuando no soy yo quien debe consumirlas— dijo y desvió su mirada hacia la del chico, parecía asustada—No me siento como la mejor persona al ayudar a drogar a las demás, pero si no lo hago, si no soy de utilidad en alguna de las labores domésticas, tendré que ser yo quien asista a la ceremonia de purificación.
—¿La ceremonia de purificación?—cuestionó Loni.
—Así es como la llaman, aunque en realidad solo es tortura —dijo y su voz se quebró en la última palabra—. Este lugar obviamente es una fachada. Clientes de muchas partes vienen y eligen a una chica; ella consume el té y después la llevan a la zona de purificación, donde la golpean y lastiman, con la excusa de ayudarla a expiar sus pecados.
Loni entreabrió la boca; sin embargo, no supo qué decir. Era consciente de que había algo extraño pasando en ese lugar, incluso Gregory había sugerido lo del daño físico y mental, pero no pensó que, en realidad, había un negocio más turbio, tras la mentira del templo.
—¿A ti te han lastimado? ¿Estás herida?—preguntó finalmente con preocupación.
Amy desvió la mirada y se limpió de manera brusca el rostro, con el dorso de su mano, pues las lágrimas comenzaban a caer por sus mejillas.
—Lo siento, Amy, no quiero hacerte recordar cosas que no quieres —dijo Loni, con culpabilidad.
—Estoy bien. He logrado evitar la ceremonia durante dos semanas. Pero me asusta mucho la idea de volver a esa área —explicó, jugando con las puntas de su cabello, para no tener que mirar a Loni.
—Es aterrador estar ahí. No solo por el hecho de ser golpeada, porque en realidad, en ese momento, no sientes nada al estar bajo los efectos de la droga, pero de alguna forma aún puedes ver todo lo que ocurre. A los sujetos riéndose y disfrutando de torturarnos. A otras chicas siendo lastimadas.
—Tenemos que sacarte cuanto antes de aquí. A ti y a las demás —dijo Loni mirando la salida de la habitación.
—No, por favor —pidió la pelinegra—. Entiende que si lo haces, el señor Teerman matará a mis padres. Él tiene demasiado poder, y mientras esté libre, podrá dañar a las personas que me importan. Por eso no he intentado escapar, por eso otras chicas como yo tampoco se van.
—Él no va a librarse de esto —aseguró el líder de la agencia—. Pondremos a tu familia y a la de todas las demás bajo protección.
—Primero tendrán que salir vivos de aquí —dijo Amy sin muchas esperanzas—Esos tipos son realmente peligrosos.
Loni no respondió, pues su mirada estaba fija en la pantalla del teléfono. Su corazón se aceleró de golpe y sintió un cambio drástico en su temperatura, como si de pronto todo se volviera demasiado frío. Tenía los ojos abiertos y la boca seca.
La cámara había dejado de transmitir, todo estaba en negro y al intentar escuchar, se dio cuenta de que el micrófono también había dejado de funcionar.
Había perdido a Igari.
Rápidamente, se levantó de la silla en donde estaba, y apretó su comunicador, mientras caminaba hacia la puerta.
Algunos minutos antes...
—¿Puedes soltarme, maldito gorila?—se quejó el rubio, mientras se apartaba bruscamente del más alto.
—¿Puedes dejar de ser una molestia por solo un segundo?—pidió el otro y siguieron andando por el pasillo, hasta que a lo lejos vieron a dos guardias parados afuera de una gran puerta.
—Demonios. En cualquier momento nos verán— dijo Gregory dejando de caminar.
Los encapuchados miraban fijamente la pared que estaba frente a ellos, pero el de ojos azules sabía que no tardarían en notar, que se encontraban a unos metros en el mismo pasillo, y si eso pasaba, podrían alertar a todos los demás vigilantes del templo.
—Debemos pensar rápido en un plan para deshacer...
Gregory no pudo terminar su oración, pues Hooked ya había acortado con rapidez la distancia entre él y los miembros del lugar.
Tomó al primero de ellos por el cuello, mientras lo arrastraba hasta uno de los pilares que había a cada lado de la puerta. El otro intentó asestarle un golpe con el fierro de metal que sujetaba, pero, el de cabello verde, lo esquivó, alzó su mano derecha y la estampó en el rostro del sujeto. Al final, estrelló a ambos tipos contra la pared y estos se desplomaron inconscientes.
Sorprendentemente, el ruido había sido mínimo, y nadie más apareció en el pasillo.
—Actuando como un salvaje. Tan propio de ti —se burló Gregory mientras se acercaba al más alto, y le palmeaba uno de los hombros.
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Editado: 21.03.2025