La absurda agencia Spookwind.

CAPÍTULO 9. Foto con Santa.

La Navidad, en la agencia Spookwind, no era algo que los chicos esperaran con ansias. Y no es que su espíritu navideño hubiera muerto o que odiaran la celebración. Si no más bien, su falta de organización en cuanto a cenas de Noche Buena se trataba. (O a cenas, en general).

Si la comida no acababa enfriándose, porque ninguno llegaba a tiempo, el árbol terminaba en llamas, debido a los artefactos que Gregory utilizaba como "adornos" o se las ingeniaban para causar un apagón al momento de encender las luces de colores.

La cuestión era, que ninguno de los miembros, tenía demasiada experiencia para las fiestas decembrinas, pues nunca habían tenido una Navidad normal.

Empezando por Hooked, quien, la mayor parte de su infancia, la pasó encerrado en un laboratorio. Todos sus días eran iguales, y ni siquiera podía llamarlos de esa forma, pues no era consciente de los segundos, minutos u horas que transcurrían. Para él, todo era una tormentosa eternidad.

No tenía familia, ni alguien con quien festejar. Se la pasaba rodeado de hombres y mujeres en batas, y expresiones analíticas, a los que no les importaba cuántas veces se quejara o lo mucho que sangrara.

Hooked no recibía regalos los 24 de diciembre, pero sí descargas eléctricas que lo dejaban inconsciente. No había dulces o juguetes bajo un árbol decorado, solo pastillas e inyecciones que le administraban de forma constante. El chico ni siquiera se podía dar el lujo de soñar algo maravilloso o tranquilizador ese día, pues todo lo que conocía era una habitación de paredes grises, repleta de aparatos, sangre y vómito.

Los casos de Loni y Gregory eran similares. Al crecer en un orfanato, lo máximo a lo que podían aspirar para Navidad eran un par de galletas, mientras veían el expreso polar junto a los demás niños, o alguna otra película navideña, que solía trabarse de forma constante al ser utilizada anualmente. El árbol apenas y podía llamarse de esa forma, pues era tan viejo, que había pasado de ser verde a tener un extraño color gris, y las escasas esferas solo alcanzaban para cubrir la parte del frente. Por lo que nada lograba distraerlos de preguntarse el porqué sus seres queridos no estaban con ellos en una noche tan especial.

En cuanto a Igari, aunque sus padres se esforzaban porque nada le faltara, sus muestras de amor hacia él eran algo frías para un niño de su edad. Por ese motivo, nunca hubo un Santa Claus para el castaño. No se dormía ansioso por despertar y encontrar juguetes bajo el enorme árbol de la sala. Sus regalos provenían directamente de sus padres.

A los 5 años otros niños recibían carritos y superhéroes de plástico. Igari libros para el desarrollo intelectual y dagas de colección.

Otras familias cenaban alegremente; se reían y abrazaban, mientras que los Mortimer, apenas y se dirigían la palabra, separados por metros, debido a la enorme mesa.

No usaban suéteres con estampados de renos y muñecos de nieve, o gorritos de santa. Vestían siempre tan elegantes, que Igari ansiaba que se llegara la hora de dormir para poder deshacerse de su incómodo traje y ponerse su pijama. Todo era tan formal en esa casa, que Igari a veces creía que a sus padres se les olvidaba que era solo un niño.

Era cierto que habían pasado un par de navidades junto a Francis, y aunque ella era muy buena como persona, institutriz y amiga. El ser madre fue algo que aprendió de manera lenta. Así que durante esas fechas solo podía romperse la cabeza pensando en qué regalarle a cada uno de los chicos, y se olvidaba por completo de hacer la cena y poner las decoraciones. Al final del día, llegaba vestida como Santa Claus y reunía a todos los chicos en la sala, para entregarles sus obsequios y comer dulces, o compartían el postre que la señora Daisy había horneado para ellos por la mañana, hasta que alguno se quejara por dolor de estómago.

Por lo que, a sus 20 años, Fallon pretendía tener una Navidad diferente. Quería pasar esa noche junto a su familia. Ver su hogar repleto de adornos, poder cenar todo lo que Hooked quisiera cocinar, poner el árbol con ayuda de Igari y Gregory, beber chocolate junto a la chimenea e intercambiar regalos. Abrazar a sus compañeros y saber que, a pesar de ser tan diferentes, siempre estarían juntos.

—¿Un intercambio navideño?—preguntó Gregory, mientras bostezaba.

Loni había reunido a los chicos en la sala de la agencia, mientras les explicaba su plan para esa noche. Todos irían juntos al centro comercial.

Hooked se encargaría de conseguir los ingredientes para la cena, Igari de comprar los adornos, mientras tanto Loni buscaría un árbol adecuado, y por último, tomando en cuenta que Gregory era quien solía causar la mayoría de los desastres, solo se preocuparía por conseguir suéteres con temática navideña.

Todos tendrían una tarea individual, para que al mismo tiempo pudieran conseguir el regalo para la persona que les tocara en el intercambio.

—Claro —respondió Loni, sonriente —. Anoté nuestros nombres en unos papeles, tomaremos uno al azar y le daremos un obsequio a la persona que nos toque, así que en cuanto lo abran no lo lean en voz alta, debe ser un secreto.

—No lo sé —respondió el rubio, no muy convencido —. Ya tenía planes.

—¿A sí? —preguntó Loni, mientras todos veían al mayor con sorpresa.

—Sí —dijo parándose del sillón donde estaba acostado —. Pretendía dormir todo el día.

Loni rodó los ojos con diversión, mientras que Igari negaba con la cabeza.

—Te levantaste hace veinte minutos y es casi medio día —exclamó Hooked, entrecerrando los ojos.

—Pues sí, pero aún tengo sueño y hace frío —dijo abrazándose así mismo.

—¿Tú qué opinas, Igari? —preguntó Loni, antes de que los dos mayores comenzaran una pelea.

—Te estás esforzando en planear todo esto, así que me encantaría ayudarte —sonrió con timidez y Loni le devolvió el gesto.

—Ay, Garito, siempre desbordas amabilidad —observó el rubio —. No quiero ser el aguafiestas en este asunto, así que tendré que decir que sí —cedió finalmente.




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