Gregory era considerado el más inteligente de los cuatro miembros de la agencia.
Aun así, en ese momento se sintió como un completo tonto. Parado frente a al menos 20 estudiantes. Todos un par de años más jóvenes, pero que lo miraban como si estuvieran a punto de comérselo. O al menos eso es lo que pasaba por su cabeza. Pues no solo estaba ansioso al estar frente a una multitud. (Porque para él, más de 5 personas era lo que significaba esa palabra), sino más bien, el hecho de que justo en ese instante cayó en cuenta de que era un adulto.
¿Sonaba estúpido?
Claro.
Y sabía que si se lo comentaba a otra persona, lo tomarían a tonto, pero en ningún otro caso se había visto obligado a actuar conforme a su edad.
Después de todo, en realidad no era tan inteligente como todos lo consideraban.
Salió de su desconcierto cuando cierto alumno, lo miró con curiosidad. Loni debía notar su incomodidad.
—Buenos días, soy el profesor Robin, de la universidad Kennedy. El día de hoy vengo como observador junto a dos de mis alumnos —comenzó a explicar el rubio, de acuerdo a lo que Ali, su amiga, y más reciente clienta, les había pedido.
La pelinegra, había comenzado a dar clases en la universidad Rivas los días viernes y sábados, que era cuando estaba libre de su trabajo como docente en la secundaria. Recién llevaba dos meses, pero los problemas en su nuevo empleo, comenzaron a surgir de repente, por lo que había recurrido a la agencia para que la ayudaran a solucionar su caso.
Ali estaba asustada debido a la serie de regalos que le habían estado enviando de forma anónima.
No solo era el hecho de sentirse acosada. Sino también, que los objetos eran iguales a los que otra profesora había recibido años atrás, una semana antes de que la asesinaran; justo el día de San Valentín. Aquel suceso era la leyenda principal de la universidad. Incluso había alumnos que únicamente se inscribían para poder indagar más, en lo que había sucedido diez años atrás.
A excepción del primer regalo, todos los demás obsequios habían sido enviados directamente a su casa. El último de ellos se trataba de una invitación, para reunirse con el responsable, quien se hacía llamar "su admirador".
Ali sabía que podía negarse, pero estaba harta de no saber quién la estaba atemorizando de forma insistente. Además, era consciente de que no serviría de nada seguir evitando a su acosador, y el rector de la institución apenas y prestaría atención si le llevaba alguna queja del asunto, pues era poco probable que alguien creyera que el asesino de la profesora Nam había regresado. Sobre todo después de que lo hubiesen encerrado en una de las mejores prisiones. Tomarían aquello como la broma de algún alumno, y como mucho lanzarían una advertencia a los universitarios.
Por eso mismo había decidido recurrir a la ayuda de la agencia. Para que no solo descubrieran la identidad de la persona, sino también la protegieran en caso de ser necesario.
—Como su profesora de Física ya se los explicó — dijo Gregory, continuando con su discurso, mientras se acomodaba los lentes que había elegido para complementar su disfraz de docente. —La institución para la que trabajó, busca hacer un programa de intercambio, y para ello primero nos gustaría ver el funcionamiento de sus instalaciones y la manera en que se imparten sus clases. Decidimos aprovechar el día de hoy, pues de esa forma podremos ver a mayor detalle la convivencia y ambiente de su universidad, sin tener que interrumpir ninguna de sus actividades.
—¿Y no nos presentará a sus alumnos?—preguntó con diversión una de las estudiantes, mientras sonreía ampliamente, y miraba con sus grandes ojos verdes al profesor.
—Por supuesto —respondió el rubio, intentando mantener la seriedad—. Ellos son Eliot y Adam —dijo observando a los menores—. Pero, bueno, me gustaría que ustedes agregaran algo, chicos —dijo esto último y volteó hacia donde los dos más jóvenes de la agencia se encontraban.
Gregory observó primero a Igari, quien no dejaba de jugar con sus manos, en un intento de desvanecer la ansiedad que atravesaba su cuerpo.
El castaño suspiró con discreción, preparándose para hablar. Jaló las mangas de su suéter rojo de franjas blancas, hasta que este cubrió por completo sus dedos enguantados.
—Soy Eliot, es un gusto poder estar aquí —soltó sin lograr ocultar su nerviosismo.
La mayoría de los alumnos lo miraban con curiosidad, a la espera de que dijera algo más.
Igari lograba captar la atención de todos los presentes, debido a sus rasgos. A las chicas les parecía adorable y a los hombres demasiado femenino.
—Yo soy Adam—habló Loni, cuando notó que el menor se incomodaba ante las miradas—Espero que nuestra estancia aquí sea tan asombrosa como sus alumnos—agregó y algunas chicas se rieron por lo bajo, mientras susurraban un par de cosas—Todos parecen bastante amigables y eso es algo bueno, para los que deseamos hacer el intercambio.—dijo con seguridad y sonrió ampliamente.
—Maestra—volvió a hablar la misma alumna, de ojos verdes y cabello naranja.
—¿Sí, Noha?—respondió la pelinegra, al ver el brazo levantado de la más joven.
—¿Nos permitiría incluir a los chicos en las actividades que realizaremos hoy, cierto?—cuestionó Noha, sin apartar la mirada del líder de la agencia, quien le sonrió por unos segundos, y después miró a Igari con nerviosismo, pero este parecía sumido en sus pensamientos.
—Sí, los incluiremos. Quiero que sean parte de las dinámicas, para que puedan experimentar la forma en que trabajamos —respondió la profesora.
Ali era consciente de que nadie más en la universidad debía enterarse de que había infiltrado, en la institución, a un grupo de hombres que jugaban a ser detectives, o pondría en peligro su empleo.
Con suerte había convencido al rector de que aceptara que miembros de otra escuela pudieran recorrer las instalaciones, por lo que a la vista de sus compañeros y su jefe, los chicos de la agencia, en realidad estaban en el lugar por el programa de intercambio.
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Editado: 20.02.2025