La absurda agencia Spookwind.

CAPÍTULO 16. Igari ¿Wind?

Igari se sumió en una especie de sueño. Imágenes sobre su pasado empezaron a invadir su mente. Recordó todo aquello que se esforzó por olvidar. La cadena de accidentes que se desató durante su infancia.

Igari Mortimer no supo lo que era ser un “niño normal” hasta después de la muerte de sus padres. Luego del entierro, se mudó a la casa de sus tíos, los únicos familiares cercanos que tenía y que no habían puesto oposición aun sabiendo a lo que se dedicaban sus progenitores.

Martha West, la hermana de su madre, era una mujer fría y recatada. Nadaba en dinero debido a su exitosa carrera como diseñadora de modas, y su esposo, un gran empresario, rara vez se aparecía por su enorme casa. Ambos tenían un hijo, solo dos años mayor que Igari, que estudiaba en un internado a unos kilómetros de la ciudad.

Los primeros días, Igari optó por permanecer en su habitación, únicamente salía durante la comida y cena. Se pasaba las tardes leyendo o practicando algunas posturas de pelea. Su tía no parecía prestarle demasiada atención, pero eso a él no le importaba, pues nunca había sido mucho de hablar con otras personas.

Por desgracia, su rutina tuvo que cambiar debido a la llegada de su primo. Las vacaciones iniciaron y su presencia en aquella casa, se convirtió en su pesadilla.

Igari no solo descubrió que los demás chicos no entrenaban desde los 5 años como él, sino que también podían visitar lugares públicos sin la necesidad de portar un arma o estar alertas todo el tiempo.

Se dio cuenta de que Matthew obtenía todo lo que deseaba haciendo vergonzosos berrinches, y que sus padres lo dejaban pertenecer a diferentes clubes e invitar a sus conocidos a casa. Se dormía hasta tarde viendo programas de televisión y su habitación estaba llena de todo tipo de juguetes.

Después de un par de días, su primo finalmente accedió a presentarse y decidió invitar a Igari a su habitación. Por primera vez, el más joven vio a su tía sonreír. La mujer se puso tan alegre, que prometió compensar a su hijo, por lo que para ella había sido una generosa acción.

En cuanto ambos chicos se quedaron solos, el mayor comenzó a analizarlo, como si de su nuevo entretenimiento se tratara.

—¿En serio eres un chico?—preguntó el rubio mientras se acercaba a Igari—Tu cabello es largo y tu cara parece la de una niña.

—A mis padres les gustaba que usara el cabello de esta forma y a mí también —respondió mientras se tocaba la coleta que se había hecho por la mañana.

—Solo las niñas y las señoras se peinan de esa forma, deberías cortarlo. Como sea, los raros de tus padres ya no van a notarlo.

A pesar de la punzada que sintió en su corazón, Igari decidió ignorar aquel comentario. Pudo percibir cómo la tristeza y el enojo comenzaban a mezclarse. Intentó mantener la calma y tomó uno de los muñecos que se encontraban en el suelo.

Posó su atención en él, en los detalles del pequeño robot y la manera en que sus ojos se encendían de rojo, simulando un rayo láser.

—¿Me estás escuchando?—dijo Matthew mientras le arrebataba el juguete.

Igari permaneció en silencio, pues no sabía lo que debía responder. No había hablado así, con nadie más. Sus padres siempre lo educaron en casa y las pocas veces que podía salir, evitaban a toda costa el relacionarse con otras personas. Era la primera vez que Igari mantenía una conversación tan larga con alguien cercano a su edad.

—¿Acaso eres estúpido?—volvió a hablar su primo y tomó a Igari por los cabellos.

El menor se sobresaltó, mientras se esforzaba por mantener la calma, pues no esperaba que Matthew hiciera eso.

Sabía que podía defenderse, pero no estaba seguro de que fuera correcto hacerlo. Sus padres le habían dicho que todo su entrenamiento y los conocimientos que le enseñaron, le servirían para protegerse de las malas personas. Aquellos que intentaran hacerle daño, pero sus escasos contrincantes siempre eran adultos. No sabía si estaría bien atacar a un niño.

—Deberías soltarme, por favor—contestó finalmente Igari con seriedad.

—Así que al fin decidiste hablar —respondió Matthew, sujetándolo con más fuerza—. Sí que eres alguien raro.

—Quiero irme a mi habitación —pidió el más bajo, sintiendo cómo su cuerpo comenzaba a temblar, en un intento de contener sus impulsos.

—¿Estás asustado, primo?—preguntó el rubio—. Acaso crees que voy a lastimarte, ¿tienes miedo de morir? ¿Crees que podría enviarte con tus padres?—cuestionó con diversión.

—Ya cierra la boca—respondió Igari con enojo.

—¿Qué fue lo que dijiste, estúpido?—Matthew parecía molesto, su rostro estaba rojo y tenía su mano libre cerrada con fuerza.

Igari pudo anticipar con facilidad lo que el chico haría y logró parar el puño que iba en dirección a su rostro. En un rápido movimiento, se las arregló para pasar el brazo de su primo tras su espalda y tirarlo al suelo.

—No te muevas —advirtió Igari, colocando su mano libre sobre el rostro del rubio, mientras lo presionaba contra el suelo.

—Suéltame—pidió su primo con rabia, pero Igari no cedió.

—Te haré una sugerencia —comenzó a hablar el más joven. Su tono era distinto. Algo frío para un chico de su edad —Deja de actuar como un imbécil— advirtió acercando su rostro al de su primo—. Si sigues por ese camino, terminarás por convertirte en alguien muy malo. Y si eso sucede, no habrá forma de que te libres de mí.

Matthew abrió los ojos asustado, y dejó de moverse.

Igari estaba por soltarlo, cuando la puerta fue abierta con brusquedad.

—¿Qué demonios le estás haciendo a mi hijo?—preguntó su tía entrando a la habitación.

De inmediato empujó a Igari, para poder liberar al rubio, se hincó cerca de él y lo abrazó.




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