Después de casi media hora, Loni aparcó frente a una enorme reja de metal. El sitio en el que se encontraba, estaba rodeado de pinos y pequeños arbustos. Había una ligera neblina y el hecho de que el lugar estuviera aparentemente desierto, le daba un aspecto sombrío.
El chico se bajó de la motocicleta y verificó si había alguna manera de entrar. Convenientemente, una sección de la reja estaba abierta, por lo que decidió ingresar con cautela. Siguió un pequeño sendero que lo llevó hasta una construcción. La estructura era alta y completamente blanca. Carecía de ventanas y solo tenía una puerta de dos hojas, del mismo tono pálido. Esta también se encontraba abierta.
Loni se asomó al interior, sin dejar de mirar hacia todos lados. No quería ser tomado por sorpresa.
Adentro, en el centro, se podía ver una escalera que conducía al segundo piso, y a los costados, junto a la puerta principal, estaban dos habitaciones, pero estas se hallaban cerradas.
Lo que terminó por asombrar a Loni, fue la pequeña mesa ubicada del lado derecho, junto a uno de los cuartos, pues en ella descansaban cinco pistolas.
El líder de la agencia, miró las armas con curiosidad, pero una voz poco conocida hizo que se sobresaltara.
—Hola, Loni —se escuchó y al levantar la vista, pudo notar un par de bocinas sujetas en lo alto de la pared, y junto a ellas dos pantallas. Una en cada lado.—Llegaste mucho antes de lo esperado, pero no importa, ya todo está listo—dijo la voz y pronto una imagen apareció en las televisiones.
El menor de los Spook se sorprendió al ver el rostro del joven cliente que horas atrás había acudido a ellos para poder encontrar a la dueña de la florería. Ya no lucía tan asustado, de hecho tenía una sonrisa divertida, pero su mirada no mostraba rastro alguno de felicidad o de cualquier otra emoción.
—Fen—dijo Loni, aún incrédulo—. Así que eres tú quien está detrás de todo esto. Dime, ¿Dónde está Igari? Y ¿qué es lo que le hiciste?—exigió con poca amabilidad.
—Tranquilo, Loni —respondió el de anteojos, mientras se reía—Igari está aquí, mira —dijo y movió la cámara para enfocar al menor de la agencia.
Este se encontraba sentado en un pequeño sillón. Unas gruesas cadenas lo rodeaban, impidiendo que pudiera moverse. Además, estaba atado de brazos y pies con cuerda, y un trozo de cinta gris cubría su boca.
—Maldito, ¿qué pretendes?—respondió Loni, sin apartar la mirada de la pantalla, pues la imagen de Igari, lo hacía sentir desesperado—. ¿No crees que estás exagerando? Igari no es peligroso, no deberías tenerlo de esa manera.
—Tranquilo, Loni. Igari está bien. ¿Y exagerar?—preguntó riendo—. Veo que lo conoces mucho menos de lo que pensaba.
—¿A qué te refieres? ¿Quién eres realmente?—volvió a cuestionar Loni, subiendo el tono de su voz.
—Ya, ya. Deja de gritar. Te explicaré todo en cuanto estés con nosotros. Te esperaré aquí, en el segundo piso, es la última puerta —respondió el de cabello negro y volvió a mover la cámara para que únicamente enfocara su rostro.
En cuanto perdió de vista a Igari, las puertas de las habitaciones a los costados fueron abiertas y de ellas salieron 6 hombres, todos iban vestidos de negro y utilizaban pasamontañas de diferentes colores.
—Espero que no hayas pensado que venir hasta mí, sería fácil. Primero tendrás que pasar por ciertas pruebas. Y si al final eso te incita a matarme... Bueno, eso sería excitante —volvió a hablar Finny, emocionado—. Sabes, he estado estudiándolos un poco; a ti y a tus compañeros mayores, quería saber más sobre la nueva familia de Igari. Así que, de acuerdo con lo que aprendí, sé que eres perfectamente capaz de enfrentarte a la media docena de hombres frente a ti. La cuestión es: ¿Qué tan rápido puedes hacerlo? Probablemente, tú ya no tengas balas, así que dejé esas armas para ti. Puedes usar las que quieras, de esa forma te ahorrarás tiempo y llegarás mucho antes para poder ver a Igari. Y no te preocupes, ninguno de esos tipos tiene con qué defenderse, a excepción de sus manos —explicó el pelinegro, mirando a Loni con diversión.
—¿Qué planeas con todo esto?—cuestionó nuevamente el líder de la agencia, sin mucha paciencia.
— Ya te dije que las explicaciones las daré aquí arriba. ¿Acaso necesitas que te incentive para que me tomes en serio?—dijo y dejó a la vista un enorme cuchillo, movió nuevamente la cámara y Loni pudo ver como ponía el filo del arma justo en la garganta de Igari, quien lucía desorientado—Así que ahora decide si tomarás o no las armas, para matar a esos hombres y llegar más rápido.
—Vas a pagar por esto —dijo Loni con seriedad, mientras observaba la mesa con las armas.
—Yo espero que sí. Intercede porque sea así —bromeó el de anteojos, guiñándole un ojo al más bajo.
—Estás loco —dijo Loni, y se enfocó en sus contrincantes.
—Bueno, te estaremos observando —avisó Finny y desactivó la cámara.
Nuevamente, la pantalla se tornó negra. Y los hombres empezaron a rodear al líder de la agencia.
Loni le echó un último vistazo a la mesita, y apretó los puños con frustración. Quería llegar rápido con Igari, pero no podía matar a esos hombres, no era esa clase de persona. Pelearía, y lo haría como nunca antes, para poder rescatar a Igari.
La idea de que él sufriera oprimía su corazón. Loni creía que alguien tan bueno e inocente como el menor de los Wind, no merecía estar en su situación.
Finalmente, uno de los tipos atacó. Lanzó un puñetazo, pero Loni lo interceptó, acercó al hombre hacia su cuerpo y con un fuerte golpe lo puso de rodillas.
Dos más se abalanzaron contra él, por lo que, sin pensarlo mucho, y con la necesidad de estar junto a Igari sofocándolo. Golpeó directo en la nuca del sujeto para dejarlo inconsciente, y lanzó lejos al otro con una potente patada.
En un descuido, uno de los atacantes logró derribarlo y posarse sobre él. Comenzó a lanzar golpes constantes hacia su rostro. Loni se esforzaba por frenarlos con sus brazos. En cuanto le fue posible, levantó su rodilla y la estrelló en el vientre del tipo de pasamontañas azul.
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Editado: 21.03.2025