La absurda agencia Spookwind.

CAPÍTULO 20. Reunión de los Spookwind.

Robert finalmente se estacionó a las afueras del lugar, junto a su equipo. En cuanto habían recibido la ubicación exacta, se desplazaron hasta donde Igari y Loni se encontraban.

—Al parecer es propiedad de Avery Hansen —dijo el moreno, mientras observaba la alta estructura.

—¿De quién?—preguntó Leonard, el segundo al mando. Y uno de sus compañeros más cercanos.

—Es una abogada muy famosa —respondió Robert, mostrándole una foto desde su celular, de una mujer de cabello negro y ojos cafés—. Bien, vamos a entrar, sean cautelosos —ordenó el agente y el resto de su equipo comenzó a caminar.

En cuanto ingresaron al edificio, pudieron ver a los sujetos con pasamontañas de colores inconscientes en el suelo, por lo que un par de agentes se acercaron para verificar que estuvieran respirando.

Todos se pusieron alertas al oír que una de las puertas del segundo piso estaba siendo abierta. Pronto los dos miembros de la agencia Spookwind, y Finny quedaron a la vista del grupo de la SEG.

Rob se sintió aliviado, en cuanto los chicos comenzaron a bajar las escaleras.—¿Necesitan atención médica?—cuestionó, viendo la condición en la que se encontraba Loni y el rostro manchado de sangre de Igari.

El líder de la agencia apenas y movió la cabeza en un gesto negativo.

—No, gracias —dijo Igari de manera vacilante, pues no le parecía buena idea contradecir a Loni en ese momento.

—¿Dónde están los chicos?—preguntó el líder con seriedad.

—Están bien. Están en el hospital principal —explicó Robert—. ¿Son todos?—cuestionó, observando a Finny quién era sujetado por Igari.

—Hay otros tres arriba —respondió Loni con disgusto, llegando hasta donde estaba el agente—. Están muertos —agregó, mirándolo a los ojos y salió del lugar.

Robert desvió su vista hasta el más joven de la agencia, quien lo miraba con preocupación. Rob sabía sobre el pasado de Igari, estaba al tanto de sus habilidades y, al igual que Francis, habían respetado la decisión de ocultarle ese aspecto al resto del equipo.

—Ahora sabe lo que soy, y no creo que vaya a perdonarme—dijo el menor, deteniéndose frente a Rob, con semblante angustiado.

—Solo deja que lo procese, ya verás que arreglarán las cosas —respondió el agente en un intento de animarlo.

Robert sabía que no siempre se podía evitar derramar sangre. Lo había aprendido bien, al ser parte de la SEG. A pesar de que la prioridad de la organización era rescatar a las personas, sabían que en ocasiones la única forma de ganar o sobrevivir, era acabando por completo con el enemigo.

—¿Entonces, señor agente, vas a esposarme ahora?—preguntó Finny, estirando ambas manos hacia enfrente, atento a lo que Rob e Igari conversaban.

Robert lo miró con recriminación y llamó a Leonard para que se encargara de él.

—No creas que dejaré que tu madre te salve de esta, Finny Hansen —advirtió Robert, pues ya estaba al tanto de la verdadera identidad del joven.

—No espero que lo haga —se burló el de cabello negro, mientras sonreía.

Leonard finalmente lo esposó, y lo llevó afuera con el resto de los hombres, quienes ya habían sido subidos a los vehículos de la SEG.

Cuando Rob e Igari salieron del edificio, Loni ya se había marchado en la motocicleta de Hooked.

—Vamos, te llevaré al hospital —dijo el mayor, mientras colocaba una de sus manos en la espalda de Igari y lo guiaba hacia su auto—. Ya tendrán tiempo para hablar.

Igari apenas y asintió. Comenzaba a sentir el cuerpo cansado. Sabía que no solo se debía al aspecto físico. En realidad era su mente la que lo agotaba.

Además, estaba asustado. No solo porque la parte que se esforzó por retener, finalmente había salido a la luz, sino también porque aún debía enfrentarse al resto de su equipo. Ellos merecían saber la verdad tras todo el accidente. La verdad sobre quién era. Y también estaba Loni, quien quizás ya no querría volver a dirigirle la palabra jamás. Eso era lo que más miedo le daba. De alguna forma, pensar en que podrían alejarse, lo hacía sentirse incompleto.

El viaje hasta el hospital fue silencioso. Robert pudo notar lo preocupado que estaba Igari, pero aun así, intentó darle espacio para asimilar sus sentimientos.

En cuanto el menor bajó del coche, se apresuró hacia donde Rob le había indicado. Llegó hasta la habitación de Hook, y aunque su corazón latía como loco, por el nerviosismo de pensar, que quizás Loni ya les había dicho lo sucedido, abrió la puerta sin dudarlo. Como era de esperarse, su líder ya se encontraba ahí. Hablaba animadamente con Gregory, mientras Hooked los observaba desde su camilla.

El rubio permanecía sentado en un pequeño sillón, y Loni estaba a su lado, en una silla de metal. Cuando entró al lugar, todos desviaron la mirada hacia él. El mayor se levantó con dificultad del sillón, y sonrió aliviado.

—Garito, finalmente estás aquí —dijo con alegría y eso le bastó a Igari para saber que los dos mayores aún no estaban al tanto de toda la situación—. Estábamos muy preocupados por ustedes, pero me alegra que los dos estén bien.

Igari sintió cómo un nudo se formaba en su garganta. Sus compañeros parecían realmente heridos. Y de alguna forma sentía que todo era culpa suya.

Después de tanto tiempo, las palabras de su tía aún cobraban sentido. Él traía desgracia a todos aquellos que amaba, y era un monstruo.

Igari no pudo evitar mirar a Loni, quien, al contrario, no parecía querer hacer contacto visual con él. De alguna forma, el menor pudo sentir cómo el ambiente de repente se tornaba tenso.

Su líder lucía incómodo. Igari iba a comenzar a hablar, cuando Loni, se levantó de su lugar y se dirigió hacia la puerta, pasándolo de largo.

—Buscaré a Rob—dijo únicamente y salió de la habitación.

Gregory frunció el ceño debido a la escena, incluso Hooked parecía confundido.

—Lo siento mucho —dijo Igari con arrepentimiento, observando a los dos más grandes.




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