La absurda agencia Spookwind.

CAPÍTULO 3. Conspiración de payasos. (Final)

5 de noviembre.

8:30 am.

Gregory e Igari observaban desde la furgoneta, en busca de cualquier cosa sospechosa. A excepción de los dos vigilantes frente al banco y un par de civiles que recorrían el parque, no había nadie más a la vista.

Los chicos habían decidido estacionarse en un lugar donde no llamaran mucho la atención, por lo que, desde el vehículo, no podían cubrir todas las zonas, así que Loni y Hooked supervisaban el área más de cerca.

El líder de la agencia paseaba a Douglas, el perro de su anciana vecina. A quien ocasionalmente lo llevaban hasta alguno de los parques cercanos, como un favor hacia la señora Daisy.

Mientras tanto, Hooked simulaba ejercitarse. (Aunque en realidad sí lo hacía).

—Si sabes que no tienes que correr en serio, ¿verdad, gorila tonto?—cuestionó Gregory, prendiendo su comunicador, mientras observaba al más alto, desde su lugar.

—Cierra la boca y concéntrate en vigilar —ordenó Hooked, con seriedad.

—Es que nadie va a creer que se está ejercitando con ese pantalón y esas botas —le dijo Gregory a Igari, aun sin apartar la vista de Hooked.

—Bueno, al menos esta vez optó por usar una playera —respondió el menor con timidez, desviando su vista hacia el exterior. Donde el de cabello verde seguía trotando, sin rastro alguno de cansancio o frío. A pesar de la temperatura baja y de que solo llevaba una delgada playera negra de tirantes.

—Me irrita. Me da frío solo de verlo —respondió el rubio, frotándose ambas manos.

—Iré a dejar a Douglas, vuelvo en unos minutos —avisó Loni, mientras abandonaba la zona.

—Entendido, si hay algún cambio, te informaremos —respondió Igari, con rapidez.

El tiempo siguió transcurriendo, pero nada fuera de lo común parecía suceder.

Las puertas del banco estaban por abrir, pues el director finalmente se había presentado, y poco a poco los demás trabajadores llegaban al lugar, al igual que el equipo encargado de armar el escenario y los puestos para el evento de ese día.

—Me congelo — se quejó Gregory, sin poder dejar de temblar. Su nariz estaba helada y roja, por el frío.

Igari estaba por responder cuando la puerta de la furgoneta fue abierta, dejando a Loni a la vista, quien traía un par de cafés.

—Ya estás aquí —dijo Igari, mientras le sonreía.

—Ay, Loni, en serio te quiero —exclamó el rubio, tomando uno de los vasos que su líder le tendía—. Iba a despojar a Igari de su ropa, porque ya no siento mis extremidades.

—No se te ocurra hacer eso —regañó Loni, entrecerrando los ojos—. No entiendo cómo puedes ser tan listo y al mismo tiempo pensar que esa delgada camisa blanca va a protegerte del frío.

—También traigo un chaleco —dijo apuntando la prenda beige—. Pero en serio necesito cubrirme con algo o moriré de hipotermia —se quejó y le dio un trago a su bebida

Loni subió a la parte trasera del vehículo y tomó una prenda para después lanzársela al mayor.

—Asunto resuelto —dijo el de cabello bicolor, guiñándole un ojo.

—¡Estás loco! —exclamó Gregory mirando la prenda que su líder le había aventado, pues se trataba de la chaqueta de Hooked—Si ese gorila se entera de que la toqué siquiera, va a molestarse mucho y...

El rubio dejó de hablar de repente y su gesto pasó a ser uno malicioso.

—¿Sabes qué? — dijo alzando ambas cejas —. Tienes razón, voy a ponérmela.

—El que sonrías de esa manera me hace pensar que fue un error haber sugerido eso —dijo Loni, con tono arrepentido, mientras miraba al rubio colocarse la chaqueta.

—Hooked en serio se va a enojar—susurró Igari con nerviosismo

—Nos matará a todos—agregó el más bajo de la misma manera.

—Huele a mal humor y salvajismo —dijo el rubio, haciendo un gesto de desagrado—.—Y bien, ¿cómo me veo?—preguntó con emoción, estirando los brazos hacia abajo.

—Luces bien, te ves rudo —respondió Igari con timidez, intentando sonreír.

—Sé que solo puedo esperar cosas buenas de ti, Garito, así que gracias, pero yo necesito una opinión honesta. ¿Loni?—dijo mirando a su líder y este alzó ambas cejas.

—¿Quieres que sea honesto?—preguntó con burla.

—Claro—respondió el rubio con seguridad.

—Bien — dijo, mirándolo con detenimiento—. Es como si Hooked solo hubiese metido uno de sus brazos. Me sorprende mucho que tengas tan pocos músculos y seas tan delgado. Eres como una ramita, incluso Igari, que no tuvo el mismo entrenamiento que nosotros luce más...

—Ya, ya, ya. Demasiada honestidad —se quejó Gregory—Aun así voy a dejármela, hace frío.

El rubio se cruzó de brazos un momento y después volvió a tomar su vaso de café.

—Bueno, creo que Igari y yo saldremos un rato a que nos dé el sol —dijo Loni, abriendo los ojos con sorpresa y removiéndose de su asiento con rapidez.

—Pero, si está nublado —respondió Igari confundido.

—Bueno, entonces buscaremos un lugar más cálido —contestó y golpeó ligeramente el hombro del menor, para que este mirara hacia el exterior.

—¿Sabes qué?—dijo al darse cuenta de lo que su líder quería darle a entender—. Tienes razón, hay que bajarnos, ya —agregó y abrió la puerta del conductor.

Gregory los miró con extrañeza, pero en cuanto su puerta también fue abierta, cerró los ojos resignado.

—En serio los odio —susurró, aunque los otros ya se habían alejado unos metros.

—¿Esa es mi chaqueta?—preguntó Hooked con seriedad, mirando de forma amenazante a Gregory...

—Se supone que debíamos ser discretos —dijo Loni, al escuchar los quejidos de su hermano mayor, pues seguramente Hooked, intentaba despojarlo de su ropa.

(...)

La gente finalmente comenzaba a llegar. Hasta ese momento, ninguna de las personas disfrazadas presentaban alguna de las características necesarias, para calificarlos como sospechosos.

La música animada empezaba a sonar a través de las grandes bocinas, y globos de diferentes colores adornaban los alrededores, al igual que banderas y serpentinas.




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