La Absurdamente Lógica Psicología de Matías Hat

La Absurdamente Lógica Psicología de Matías Hat

Todos los doctores se regocijaron en su éxito y gritaban al unisono numerosas alabanzas a sus esfuerzos. Alguien había contrabandeado una botella del vino más fino que podían costearse. Al tratarse del más inteligente puñado de gente que existía en aquella época la mayoría se negó, pero sólo al principio.

La oferta del embriagante líquido, que en parte recompensaba su arduo trabajo, llamó la atención de casi todos en la sala. Aquellos que negaron dicha oferta pronto se vieron sometidos por amistosas amenazas y promesas tentadoras del descanso que tanto necesitaban.

La creación del "primer robot útil" de la historia era motivo suficiente para olvidar las inhibiciones y dejarse caer en uno de los tantos placeres que dispondrían luego de su éxito. El contrato gubernamental que todos firmaron se aseguraría de otorgarles cantidades ridículas de papel moneda y prestaciones inigualables.

Mientras todos se emborrachaban en la sala sólo una persona se quedó en el así llamado de forma tosca "Cuarto de Maquinas". El que podría ser considerado el padre del recientemente manufacturado androide. 

Su nombre tiene poca importancia ahora al igual que como lo tendrá antes. No quería ser nombrado ya que su involucración en el proyecto fue por mera curiosidad. La mente más brillante en el círculo de genios exigió formar parte del equipo sólo para ser partícipe y testigo de lo que él catalogó como: El primer paso hacía nuestro tropiezo.

Nada más se escuchó de él.  Los aporte matemáticos apenas recibieron explicación y su conocimiento en robótica y electrónica rara vez exigía un intercambio de palabras. Era el padre perfecto para el robot desde un punto de vista simple: frio y distante.

Pero a diferencia de su progenitor, el robot no estaba programado para tales acciones. El encargo fue hacer a la "máquina política perfecta". Eso, a los ojos del público, significaba que debía velar por sus intereses y mostrar una empatía que no podía verse en un ser humano.

Le dieron la inteligencia artificial más poderosa que podía concebirse, claro, sin cometer el error de darle la oportunidad de rebelarse. Tenía un cuerpo virtualmente indestructible y un carisma imposible con el cual atraería a las masas.

Era un epitome de vanidad sin alguien al mando. El primer autómata qué pensaría en los demás y para nadie más. Era un sueño que fue formado en un espasmo de benevolencia y hartazgo en contra de los malos gobernantes que abundaban en el mundo.

Tal vez todo fue financiado debido a un acto heroico, una borrachera o una locura con extraña lógica. Nadie sabe y a nadie le importó. El trabajo estaba hecho y no había vuelta atrás.

Otra de las peticiones durante su fabricación constaba de que no se le fabricara ninguna piel artificial, pues querían que se alejara lo más que se pudiera de un diseño que parodiara a un humano, y que usara un sombrero de copa alta. 

Ninguno de los que se encontraba ahí le halló sentido alguno a esta última petición pero la llevaron a cabo de todas formas. Algunos decían que era por un simple capricho, mientras otros argumentaban que se quería demostrar su abstinencia de querer ser igual a otros. 

El padre del robot tenía una teoría diferente: se trataba de un símbolo meramente machista; exigencia subconsciente del benefactor de su causa. Fuese cual fuese la razón le dieron al hasta ahora inerte futuro gobernante el sombrero que se les pidió, asegurándose que hiciera juego con el traje masculino de estilo victoriano que le colocaron previamente.

La razón de este último fue con la intención de que el usuario llevara a cabo una revolución y renovación social en todos los ámbitos de la vida diaria con sus habilidades especificas, al igual que la época en la que se utilizaron dichos trajes.

Se acercaba el momento de activar al robot fuera de sus pruebas constantes. El público tenía diferentes opiniones y sentimientos hacía él, sin embargo todos esperaron con ansias a que fuera activado.

El benefactor, un alto funcionario del gobierno se atribuyó todo el crédito de los matemáticos, científicos, e ingenieros que lo crearon. Ninguno se atrevió a decir lo contrario. Todos estaban muy ocupados pensando en qué hacer con su absurdo sueldo.

Al padre no le importó la ovación mal merecida del vanidoso burócrata, después de todo él era sólo un espectador y aunque se le describiera como una máquina, no pudo evitar sentir unas ansias no tan artificiales de activar a su creación.

Apenas recibió luz verde puso toda su restringida velocidad en darle vida a su creación. Debido a que su fuente de energía dependería completamente del sol, sería la única vez que recibiría un empujón y el padre quería ser quien se lo otorgara.

Cuando el último botón verde fue oprimido el cableado que se unía al robot comenzó a desconectarse de manera automática, las fuentes de energía eléctrica que lo sustentaban se desacoplaron con algunas chispas volando en varias direcciones, y la base en la que se recostaba se ponía en forma vertical revelando su estatura similar a la del humano promedio.

Un minuto tardó el androide en configurar sus sistemas de forma automática. Durante ese tiempo todos sostuvieron su aliento en espera del primer movimiento que haría la maquinaria del robot.

Incluso el padre se quedó viendo a su hijo para saber qué sería lo primero que haría. El silencio y ausencia de los flashes de las cámaras por parte del público dejaron que los movimientos del procesador interno de la atracción fuesen más ruidosos de lo que eran en realidad.

Cuando terminó y sus ojos se iluminaron, la habitación fue abrumada por la luz de las cámaras de los medios masivos de comunicación. Todos estaban atentos y los que no estaban ahí seguramente tenían sus rostros tan cerca de sus transmisores como les fue posible, como si eso los hiciera los primeros en saber lo que ocurriría.

El autómata finalmente se movió. Su cuello dio un leve giro de izquierda a derecha y en retroceso. Analizaba a la audiencia y preparaba su respuesta. No tenía muchas expresiones  disponibles y su diseño era bastante simple. Parecía que su cara solo tenía pintados un par de ojos y una boca con una sonrisa caricaturesca que mostraba una fila de dientes que se encendían conforme hablaba. No existía ninguna profundidad o volumen en las facciones que tenía sobre su cabeza en forma de copa.

No hubo mucho tiempo para reparar en su apariencia ya que casi todos los esfuerzos terminaron en los aspectos internos de su ser.

Solo pocos de los ahí presentes sabían cuando estaba a punto de "hablar" y ellos fueron los primeros en prestar atención. Los fotógrafos desgastaron los botones de sus cámaras y los camarógrafos trataron de mantenerse lo más estables que sus cuerpos les permitieron. Cuando todas las luces de sus dientes traslucidos se prendían y apagaban significaba que algo estaba diciendo, este fue el caso para una sencilla frase. 

— ¿Qué? ¿Tengo algo entre mis dientes?

El timbre de voz de un adulto de la región del mediterráneo era la opción más cercana que pudieron encontrar. Ese era un dato nuevamente irrelevante pues el resultado terminó por ensombrecer este hecho.

Todos en la multitud rieron y seguramente los millones que estaban al tanto de la noticia lo hacían también, encontraron irónico que las primeras palabras de un robot revolucionario fueran interrogantes sobre su apariencia personal. Dicho robot tenía potencial para la ironía.

La rueda de prensa fue todo un éxito y las reacciones de los espectadores fueron positivas, al principio. A decir verdad, no todos sabían por qué el robot fue fabricado o con que propósito, solamente se dejaron guiar por la histeria en masa.

Se planeó que el grupo de representantes gubernamentales contestara las preguntas que se les presentara, con un poco de ayuda del equipo que se encargó de crearlo, claro está. Ninguno contó con que el carismático robot se robaría el show.

Cada pregunta recibió una respuesta coherente con un poco de sarcasmo, ironía, y una dosis tenue de condescendencia. Algunos rieron, algunos bajaron la cabeza avergonzados. La mayoría se quedaron callados para no perder ninguna palabra por accidente.

El autómata se presentó ante un público hostil con "caras amigables" para tratar de impresionarlos. No tenía lo que los robots que la ciencia ficción mostraba en exceso, carecía de armas de destrucción masiva o de la inteligencia de una mente maquiavélica.
Trató en verdad de seguir su programación a la perfección y ganarse al público desde la primera instancia. Lo cual logró.

Los planes para incorporarlo en la política seguirían su curso y si todo iba a pedir de boca se convertiría en la cabeza de la nación en pocos años. Se esperaba que se convirtiera en un líder incorruptible que fuese capaz de guiar a la humanidad en la dirección correcta antes de que ésta cayera por la pendiente y no tuviera oportunidad de redimirse.

Pero antes de hacer eso el robot tendría que sobrevivir en contra de la persona más inteligente, además de su padre, que ahí se encontraba. Se trataba de una periodista que estaba en desacuerdo con su fabricación desde el principio y que con su influencia en el público por poco logra cancelar el proyecto. Usando únicamente la "critica popular".

Ella se negó a decir algo hasta que sólo faltaran unos minutos para acabar la rueda de prensa. Al alzar la mano todos comenzaron a murmuran insignificancias y aguardaron a las tan esperadas interrogantes.

A pesar de que el evento tuviera un formato de intercambiar respuestas a cambio de una sola pregunta por persona, las palabras entre ambos fluyeron con tal naturalidad que se concibió como un diálogo entre viejos conocidos. Prueba de ello era que ni siquiera comenzó con una pregunta por parte de la joven entrevistadora, sino como una explicación.

— El sistema político en el país no es tan rígido como en muchos otros de los que, me imagino, has aprendido. Nuestros presidentes tienen un cierto esquema definido, un arreglo para actuar de forma sistemática, y un límite en el cual pueden improvisar. Él o ella han tenido que volverse uno con la ley del momento en el que ejercen, y luego pueden expresar su sentimiento con la regulación prescrita. Alabamos al gobernante por su genio en la elaboración de sus cimientos y la estructura de su mandato, pero esperamos que con su propia habilidad pueda florecer con estas variaciones. En cuanto a creación, todos seguimos la misma línea existencial, pero, si no nos alejamos de ella, tendremos suficiente libertad dentro de los límites de nuestra propia personalidad para la máxima autoexpresión.

— Eso sólo es posible cuando hay una tradición imaginativa muy fuerte que guie la mente de las personas. En otras partes, la política se ha alejado de lo popular y de la gente, en sí y se ha vuelto un secreto con convicciones y tradiciones propias.

— Entonces tienes que ser muy obediente a esta complicada doctrina. En este país la medida de su gobernante es equivalente a su capacidad de improvisar con su propia creatividad. Puede gobernar usando los mismos métodos como si fueran los suyos, si es que tienen el poder creativo para insertarse a sí mismo en la interpretación de la ley que es obligado a seguir.

— Requiere un alto estándar artístico para entender la gran idea de las acciones anteriores a la suya, así nadie más podrá variar de ella. Lo que se me enseñó es que estas variaciones son, por lo general, prescritas.

— Si se hubiera seguido la ley de la bondad, tendríamos libertad de expresión a su máximo concebido. El principio está ahí, pero el personaje que lo hace realidad es uno mismo. Nuestra política debería tener una dualidad de libertad y orden.

— ¿También las palabras deberían ser libres? Mejor dicho, ¿La persona tiene libertad de agregar sus propias definiciones a las palabras que profesa?

— Aquí tenemos algo que se conoce cómo democracia, ello nos da libertad para dar nuestra propia opinión y el poder de incluirnos a nosotros mismo en los escritos originales. Esto causa gran entusiasmo en la población  ya que se ven en constante asombro por el bello y espontaneo sentimiento agregado por otra persona.

— ¿Esto tiene alguna restricción?

— Si, bastantes. No puedes exceder estas limitaciones que se colocaron hacía varias personas; el causante debe estar sometido al ritmo y a sus tiempos. En otras partes tienes una cierta libertad en tu dialogo, pero no de difusión. Aquí tenemos libertad de difusión y diálogo sin libertad en elección de temas.

— ¿Puede la política local sobrevivir sin libertad de expresión? ¿Puede uno entender al país sin ella?

— Claro que no, ya tenemos suficientes promesas sin valor, que suenan como si se tratara de ocultar algo del público que escucha el discurso con parcial atención. Es necesario descubrir lo oculto, incluso si lo único que se tiene son suposiciones y teorías sin sentido.

— Algunas veces se sufre mucho. Algunas veces la verdad es descubierta pero deja enterrada a la esperanza.

— Verdad y alegría son como claroscuros y colores en la fotografía. Una simple fotografía en blanco y negro puede ser completamente hermosa; la introducción del color puede hacerla vaga e insignificante. Aun así el color, al combinarlo con las sombras, crea una grandiosa fotografía, siempre que no opaque o destruya su valor.

Así terminó la conversación, no podía concebirse algo más que decir el uno al otro. La gente que esperaba el desenlace se imaginaba una escena completamente distinta, en la que uno de ellos saldría victorioso con el ridículo del otro. En su lugar parecía que ambos llegaron a un acuerdo de coexistencia cuando se aseguraron de la fortaleza mental y práctica del otro. No que el robot tuviera la necesidad de deshacerse de la periodista, únicamente debía ganarse su aprobación.

La rueda de prensa llegó a su fin dándole al robot la oportunidad de aclimatarse a los hechos que sucedieron luego de ella. Pero antes una última pregunta se formuló de una persona de entre el público.

— ¿Cuál es el nombre del robot? — Al oír eso todos los que se habían retirado regresaron a sus asientos al darse cuenta que ni siquiera tenían un nombre para la primera plana de mañana o el noticiero de horario central.

El robot retiró su sombrero de copa de su pulida cabeza e hizo una reverencia a todos los que ahí se encontraban para cuestionar su razón de existir. Iluminó su fila de dientes y entregó su identidad a través de su sintetizador de voz.

— Matías Hat, a su servicio.




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