La Acompañante

La Acompañante

Marcia esperó el autobús bajo el techo del paradero evitando mojarse por la lluvia. Levantarse temprano por las mañanas tenía sus ventajas, como lo era conseguirse el asiento para irse cómoda durante el viaje. Destacaba la cantidad de pasajeros en el lugar, tendría competencia, aunque ya estaba acostumbrada.

El bus arribó y Marcia se posicionó en el punto exacto donde abrían las puertas. Tuvo que empujar un poco para tomar el primer asiento subida los escalones. Se sentó pegada a la ventana y la música del celular era el escudo que necesitaba para no cederlo por nada.

Durante el recorrido la aglomeración descendió dejando un leve margen de personas mayores que necesitaban un puesto. El hombre a su lado le cedió el asiento a una señora un tanto obesa.

—Buenos días. —Marcia no le contestó a pesar de escucharla. Podía ser de esas señoras que te arrastran a su vida. Digo verdad.

Tuvo que apegarse a la ventana debido a la inmensidad de la mujer. Creyó ver una pizca de diversión en el hombre que bajaba del bus. Buena jugada viejo, pensó. Para colmo me toca llegar al final del recorrido...

Marcia se dignó a quedarse sentada. Si quería cambiarse debía esperar a que la mujer se levantara, y una discusión no estaba lejana de ocurrir al abrir la boca. Mejor lo evitaba como hacía con el olor de la mujer. El sol no estaba para hacerla sudar, pero aun así aguantó la respiración algunas veces. Incluso roncaba, música para sus oídos.

El último pasajero se bajó un paradero antes de la estación de buses y Marcia se alegró de que al fin llegara. Cuando el autobús dobló en el recoveco le pidió a la señora que se apartara. Quería aferrarse a la puerta.

La mujer abrió los ojos y movió las piernas.

—Pasa —dijo volviendo a dormir.

Marcia se le quedó viendo. Cruzó con dificultad el obstáculo que se le imponía y terminó posando una mano en su estómago. No le llamó la atención, que suerte.

El autobús se estacionó y el chófer abrió las puertas. Marcia lo agradeció y a pesar de la incomodidad, tardó sus segundos en apartarse por el camino.

—Señora, fin del recorrido.

Las palabras voltearon a Marcia quien por clara curiosidad la escena le parecía divertida.

El chófer subió a despertarla. A Marcia le impresionó que el hombre bajara corriendo hacia la cabina hablando por celular. Le impresionó que otros vinieran a ayudarlo y más cuando en uno minutos el ruido de sirenas le subieron una descarga desde su columna hasta la cabeza.

Un paramédico le sacudió el hombro para que se quitara. No lo hizo, tampoco cuando a unos metros pasó una camilla con un bulto envuelto en bolsa negra.

—¿Murió al llegar?

—No, casi media hora antes de eso.

La conversación dejó fría a Marcia. No existía un instituto al cual llegar, más tarde tendría que tomar otro autobús para volver a casa. Ahora recordaba la mirada de la mujer cuando le pidió que se moviera. No estaban vacíos, y tampoco tuvo problemas en soltar unas palabras al tocar su cuerpo.

Ese día estaba lloviendo, pero por un momento, creyó que el tiempo se detuvo solo para dejarla salir del autobús.


 

Fin



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En el texto hay: terror, relatocorto, bus

Editado: 06.04.2020

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