Atuk reconoce su error, llegar a ese pueblo fue su mala elección.
Si pudiera arreglar una cosa de su vida, sería no abandonar a su madre cerca a las montañas esa noche oscura.
Se lamenta de lo que hizo, lamenta su sordera...
Ahora que un pueblo está en su contra, solo le queda afrontarlo. Tal vez el líder pueda tener un lamento de él, tal vez pueda darse cuenta de que él no trajo a esas bestias.
Las personas que se esconden detrás de esas bestias los deja sorprendidos, ahora que no hay vuelta a atrás, solo les queda luchar con el pueblo inca y avisar en el imperio central sobre los sucesos que llegarán muy pronto.
—¡Te amo! -puede escuchar su lamento, la voz temblorosa mientras lo abraza.
Ahora que están en medio de todos los guerreros, Atuk solo logra decir con una ligera sonrisa:
—Opa sunqu suwa*—su respiración agitada se mezcla con la sangre carmesí de sus labios.
Samin Sayri no dejará que alguien más se vaya de su lado, no si es correspondido.
[ Opa sunqu suwa: Tonto ladrón de corazón.]