Desde el inicio, Libiak siempre ha tenido miedo de que Sayarumi pueda llegar a ser impulsivo o pueda atacar por la guardia baja. Lo representaba como una bestia, no podía estar tranquilo si se encontraba en un lugar como este. En este momento, Libiak estaba palpando el pecho de Sayarumi, según él había escuchado un ruido de cadenas dentro de él.
—Tengo que asegurarme, me puedes atacar en la noche o quién sabe,—sus manos temblaron—puedes atacar al líder… no estoy seguro, déjame seguir buscando.
Sayarumi que ya estaba a punto de retirar toda su paciencia sobre él, agarró violentamente la mano inquieta de Libiak haciendo que se sobresalte.
—Si solo quieres tocarme dímelo, si quieres algo dímelo, no me molestaré, tal vez pueda seguir tu juego.—sonrió.
Al principio Libiak no lo entendió, luego de pensar un poco sobre las palabras del otro se avergonzó y ruborizó, comenzó a forcejear para soltarse del agarre. Sayarumi tenía una sonrisa coqueta en su rostro haciendo que el otro se avergüence más por sus actos.
Samin Sayri puso en blanco sus ojos.
—Diganme si quieren un tiempo a solas para buscar otra cueva, no hagan estas cosas en mi presencia,—sonrió de lado—tampoco me gustaría ver cómo acaban en esta cueva.
Los dos jóvenes se pusieron rectos observando al líder, habían olvidado su presencia. Libiak era el que más se angustiaba por los actos que hacía, así que se intentó defender:—¡No es como usted lo cree, líder!—no encontró palabras para continuar—...solo me estaba asegurando de que se encuentre a salvo, sabe que con este tipo de bestias no se puede estar seguro…
Sayarumi abrió la boca sorprendido:—La única bestia aquí eres tú tocando sin mi permiso.
Samin no dejaba de reírse:—¿Por qué la vergüenza Libiak? ¿Sientes algo por Sayarumi?—sonrió—¿Como qué tipo de bestia lo ves?
Libiak tembló por un breve momento, se levantó con la espalda recta y dijo:—No es adecuado para el líder expresarse así de sus aldeanos, iré afuera a hacer guardia.—Su posición erguida podría demostrar respeto hacia el líder y compañía, pero su voz temblaba, como si hubiera sido descubierto.
Agarró su antorcha y se fue a hacer guardia, por fuera todo andaba sereno, mientras que dentro de la cueva los dos jóvenes no dejaban de reír.
Samin Sayri se acercó a la fogata y habló:— No entiendo—suspiró—¿por qué me dice líder después de toda la confianza que le brindo? Tal vez debería ser más suave con él a la hora de hablar.
—Te tiene mucho respeto. Fue igual conmigo al inicio, después se dejó llevar.
—Conmigo ya va más de siete años conociéndome;—sacudió la cabeza—lo he estado viendo estos últimos días y al único que lo trata de la mejor manera y puede expresarse de forma liberal es contigo... ¿Será verdad sobre lo que dicen los aldeanos?—calentó sus manos por el frío—Escuché que tomó mucho alcohol y se subió al estrado diciendo sobre sus sentimientos hacia ti, lástima que no lo vimos y tampoco sabremos si es cierto— intentaba aguantar su risa—…aunque puede estar seguro con nosotros, esto no debe decirse a nadie, no quiero ver morir a un amigo mío.
Sayarumi que estaba atento a sus palabras lo meditó por un rato y dijo:—Si sus sentimientos son verdaderos, no podría hacerle sentir bien. Lo mejor será que nos alejemos, no quiero que esto pueda perjudicarme y tampoco a él… por su comportamiento… yo también diría que sus sentimientos no son normales, pero no puedo corresponderle.—se levantó—Ahora iré a descansar un rato, no me interrumpas. Ve a molestar a Libiak.
—Por la forma en que lo miras tampoco puedes decir lo contrario. No te hagas el dormido, eres tú el que quiere molestar.—susurró.
Sayarumi frunció el ceño “¿gustarme él?”
—¿De qué hablas? Yo solo me adecuo a la situación, eso es todo.—sacudió la cabeza—Además él fue quien empezó todo esto.
Los dos jóvenes miraron al menor dando vueltas en la entrada de la cueva, Libiak había escuchado todo, era verdad sobre sus sentimientos y parece que Sayarumi lo dijo delante de él para que lo escuche. Intentó aguantar sus lágrimas, pero se desbordaron de sus ojos. Lo siguió por años; cuando él lo rescató, sintió como si un hechizo hubiera caído en él, cuando se enteró de que él era el mismísimo Sayarumi, esa chispa se prendió más y lo siguió como un perro sigue a su dueño.
Se mordió los labios y se sentó en el centro de la entrada de la cueva. Los minutos pasaron y Samin Sayri se acercó al joven, suspiró al verlo aturdido y se sentó a su lado.
—Las nubes de acá son más detalladas, están tapando la luna, no nos dejan ver el tiempo que transcurre—lo miró—¿Qué opinas Libiak?
Libiak no era capaz de responder, su mirada estaba perdida, seguía en su llanto silencioso, su cuerpo se sentía débil. Se escuchó un sonido ahogado, Samin Sayri lo meditó un poco y luego se dio cuenta de la situación, con un pequeño "ya veo" se arrimó al joven y lo abrazó.
Libiak no dudó en recibir su abrazo, soltó la antorcha, lo abrazó fuerte llorando como un niño indefenso en su pecho, Samin Sayri no sabía consolar a otras personas, no tenía la intención de ayudar a alguien cuando lo veía llorando, pero en esta ocasión se trataba de su amigo.
—Yaya, trata de hablar con él, sé que esto es mutuo.—pensó—Las palabras que escuchaste de él tal vez sea verdad, no quiere que ambos salgan perjudicados, así que tranquilo, mañana intenten hablar sobre esto…
Libiak respiró torpemente antes de hablar:—Él dijo que se alejaría...—susurró—será mejor que me aleje también.
Aún indefenso se soltó del abrazo y entró a la cueva dispuesto a dormir, Samin Sayri lo miró con compasión "tengo la suerte de no pasar por algo así, aunque las que me rodean siempre salen lastimadas, menos mal no tengo una fuerte conexión con ellas".
A la mañana siguiente partieron rumbo a las otras cuevas en busca de los cadáveres o algún Jarjacha que podría pasar, pero no pasó nada, en todo el camino se podía sentir el silencio incómodo.