Recorrieron los largos caminos entre las cosechas de otros pueblos, preguntaron y entraron a hogares sin dueños, solo para buscar a los dos jóvenes desaparecidos.
Ahora se acercaban al pueblo central, el imperio inca. La llegada de personas desconocidas y con buena presencia, creaban temas de conversación en los pobladores.
Libiak y Qisu estuvieron agotados por mucho tiempo. La pequeña choza abandonada y su tierra fértil les sirvió de mucha ayuda en sus días tristes. Como las modificaciones exteriores de aquella choza seguían igual a como lo habían dejado, nadie podía sospechar que una persona viviera allí, sin embargo, Samin no era ingenuo, conocía la mentalidad de Qisu. Si la gente de un pueblo pasa los miles de habitantes, entonces entendería que podían estar a salvo y pasar desapercibido; aunque Libiak era alguien que respetaba su orden y limpieza, reconocía que estaban escapando, por lo tanto, haría caso a las indicaciones de la señorita.
Una persona puede estar sufriendo internamente y si no encuentra algo estable, puede explotar Fue muy sencillo para ellos llegar a donde estaban y ser destruidos por ellos mismos… era algo que producía pena, tristeza y pensamientos que podían llevar a una persona a perecer.
Pasaron días para encontrar a Qisu. Fue vergonzoso perder la dignidad llorando y rogando para irse con ella.
No la pasaron bien en el pueblo inca. Aunque rogaban a los pobladores, nadie los tomaba en serio; sufrían, eran de la nobleza, siempre estuvieron en un lugar cómodo y estar ahora queriendo obtener un poco de ayuda…les hacía creer que fue inútil alejarse del pueblo.
Un joven de la nobleza se apiadó de ellos, era hijo de un noble por prestigio al igual que ellos, y como existía un gran número de soldados, no se llegaba a saber de quién era su padre; les ofreció muchas semillas para sus frutos, el cuero de llama les sirvió para las noches heladas. Él fue quien los llevó a esa choza descuidada, como vio que no tenían a donde ir, les ofreció un trabajo simple como empleados de cosechas.
—Después del dolor, reina la felicidad.—recordaban sus palabras.
Así estuvieron viviendo hasta ahora, sin embargo, cuando escucharon que el líder y sus soldados estaban en ese pueblo, se escondieron. No trabajaron por pocos días, y eso causó la desesperación del soldado y su hijo.
En estos días, alguien estaba robando los alimentos de sus cosechas y que desaparezcan dos nuevos empleados… era significado de muerte para ellos. Aunque no tenían esa intención, fueron malintencionados con sus actos. Cuando el padre y el hijo fueron a la choza abandonada, descubrieron a los dos jóvenes escondidos y con miedo.
El padre los llevó molesto a ambos jóvenes al centro del pueblo. Las personas ya se habían reunido para ver el espectáculo; Samin y su grupo pasaban por allí, así que decidieron acercarse. “¡!” Cuando vieron a Libiak y Qisu, corrieron hacia ellos.
Aún era temprano, todavía no habían avisado al inca sobre los actos cometidos.
Los dos jóvenes arrodillados fueron jalonados por Samin Sayri y Sayarumi
—¡No!—El noble molesto sostuvo los hombros de los jóvenes.
“¿Cómo pueden llegar hasta aquí?” Atuk que estaba siendo sostenido por un soldado, se abalanzó para acercarse a sus dos amigos.
No había diferencia de estar amargo o feliz en el rostro del líder, se reconoció que era él por su feroz voz.
—¡Vendrán conmigo! No escaparán de mí esta vez.
—Si el soldado lo permite, llevaremos a estas dos personas a nuestro pueblo—Sayarumi bajó su cuchilla en signo de respeto.
El soldado miró de arriba a abajo viendo su vestimenta.
—¿Qué piensan hacer? ¡¿son sus cómplices?!
Los dos jóvenes arrodillados tenían la sensación de estar siendo partidos, ambos soldados de diferentes pueblos estaban jaloneando a ambos extremos, como si fueran a obtener algo si se quedaban con ellos.
La voz y cuerpo de Samin Sayri expresaban algo distinto, habló mientras jaloneaba a los dos jóvenes:—Se equivoca—se rio—, robaron a mis perros, no sé lo que pudieron hacerle, así que fui en busca de ellos para ver si aún los tenían, pero veo que no es así—miró a los dos jóvenes—, por eso quería darles un castigo mayor.
El noble no soltó a los dos jóvenes, no creía el cuento del otro hombre.
—Si ellos te robaron lo más preciado y a mí también…es mejor hacer una alianza para darles un gran castigo, algo que no olviden.
Algo que varios soldados hacen es: creerse mejor que el inca, no reconocen que el que tiene derecho y disposición es el inca y no cualquier otro soldado o poblador.
Sayarumi sacudió la cabeza en negación, es mejor mentir al noble en vez de ver a sus amigos sufriendo.
—Cobraremos la venganza en su memoria. Ellos son de nuestro pueblo.
Libiak y Qisu gritaban, no eran escuchados por nadie hasta ahora.
Sus voces eran inquebrantables, mientras sonaban al unísono.
—¡No! joven, por favor—lloraron—, que no nos lleven.
Qisu estaba más angustiada, no era por ser mujer, sino por las amenazas que le dijeron antes.
—Ellos son malos, no robamos nada a ellos y tampoco a ustedes—su cuerpo tembló—, créannos, si ya tenemos como sobrevivir, entonces ¿por qué haríamos algo como eso?, joven por favor que no nos lleven…
Rogaron y siguieron rogando.
—¿Se atreven a mentir delante de nosotros?—habló Samin con su voz seria—. En el pueblo traté de ser muy comprensivo contigo. Señorita, será mejor que tampoco crees aquí otro escándalo—miró a Sayarumi que miraba con tristeza a Libiak—. Vengan conmigo, tengo muchas cosas que hablar con ustedes… y grandes castigos por cumplir.
Él y Sayarumi colocaron sogas en sus muñecas y comenzaron a jalarlos, pero volvieron a ser detenidos por el noble.
—¿Por qué debería creerles? Si tomarán venganza, que sea en mi presencia y ahora mismo. Todo lo que uno puede lograr hacer es el bien.
Sayarumi se rio de sus palabras.