La Albañil

Capítulo seis, parte 2

El agua corrió por su cuerpo, metiendo la cabeza bajo la ducha en lo que sus manos recorrían el comienzo de su cabellera, hasta el final de la misma, manteniendo sus ojos cerrados en el proceso en el que se sumergía, habiéndose liberado de la tensión con la que su cuerpo estaba lidiando desde el inicio de la mañana, aprovechando la soledad de su casa.

Ya había despedido a su hijo junto con su tía, lo que hizo que les cediera la camioneta para que fueran y volvieran en calma a la casa, sin prisa alguna por la búsqueda de un taxi o el transporte escolar que los dejaba a unas cuadras del residencial en el que convivían.

Estar así la llenaba de paz o al menos eso creía que estaba experimentando, consciente que la molestia en sus hombros cayó en picada durante los minutos que llevaba allí, acompañada de ese torrente lleno de tibieza del que no deseaba escapar por nada del mundo.

Para ser sincera, jamás había vivido algo de esa índole como lo era darse un baño a solas, sin interrupciones, ni llamadas a la puerta, ni trabajos atrasados de los que no podía escapar. Durante muchos años lo único que podía hacer era pasar por esa ducha, evitando las ganas de permanecer en ella, al tener que abandonarla como si corriera de alguna peste o algo parecido que estuviera allí.

Supo en ese instante lo mal que estuvo tratándose desde la muerte de Brans. La auto exigencia que tenía sobre sus hombros, el modo de escape de la realidad que la rodeaba con tal de apagar la verdad que seguía carcomiendo en su interior, siendo la reina de todas las tragedias al casi vivir lo mismo que su madre, aunque se avistaba en un escenario distinto del que se hacía cargo todos los días en medio de esa culpa por la pérdida, aparte de agradecer en el fondo no haberle sido infiel a la persona que amaba más que a su vida, esa que al final de cuentas, nunca optó por elegirla a ella, sino que prefirió un destino en una guerra donde la familia no era lo primordial.

Quizás por eso se sintió tan afín a Patrick al saber la verdad sobre Lianna, ese punto que le recordó una parte de sí que trataba de obviar a costa de lo que sea, por mucho que se hiciera partícipe en sus pensamientos, en las ideas, cuestionándose si ese hombre eligió el camino fácil por las puras ganas de acabar con su vida, de poner fin a lo que le rodeaba, de no seguir un legado lleno de tormentas en el que su existencia pendía de un hilo del que no quería estar sostenido.

Pensar en los años de trabajo de su madre, opacados al entrar en ese bucle de insatisfacción personal, muerto por las decisiones que debía de tomar, la poca importancia que le daba a su liderazgo en la oficina, al cuerpo de empleados que no dejaba de moverse de un lado a otro por mantener en pie lo que durante décadas fue de alguien, de esa señora, de esa familia intachable donde su descendencia no encajaba.

Luchar contra eso, estar bajo las sombras, con las peleas empresariales junto a sus designios fuera de lo legal, fue lo que le permitió mantener a flote esa Corporación, rodeándose de un egocentrismo, de un poder nulo junto a las mentiras que alguna vez le soltó a esas personas de las que obtuvo información.

Sin duda, el caminar de los Patrick se había convertido en una simple burla, en un desprestigio constante de la boca de otros, afianzado a intereses monetarios, a terminar contratos lo más rápido que pudiera, a beneficiar a sus accionistas y socios que luego se retiraban asidos de ganancia, dejándolo con una reputación a la que ni siquiera le hacía caso.

Pensar en lo que pudo haberle dado, en esa pequeña formulación que se armó en su cabeza uno de esos días al querer ir hacia esa edificación, hablarle de forma clara, atreverse a congeniar con en su presencia el destino de su obra, lo que por supuesto que no merecía, ni deseaba liberar de sus labios a pesar de las ganas que la acogieron, de los efectos de su cercanía, de toda la invasión que estaba empleando en su entorno.

Ni ella ni sus chicos necesitaban ganar algo así. Prefería seguir luchando aún si perdía por su influencia, por las pruebas que llegara a tener, porque su nombre lo cargaba de posibilidad de adueñarse del terreno, de lo que era suyo y fue entregado en sus manos como una obra de caridad, una disculpa eterna por lo sucedido, por el hecho que nadie pudo pagarla y con el que aún vivía en la profundidad.

No importaba lo que pasara de ahí en adelante, lo cierto estaba en que su destino serían mejores aunque tuviese el entusiasmo de ver esa estructura finalizada, recibiendo a las personas que amarían cada parte de ella, donde tendrían la oportunidad de un sitio acogedor, de un sistema amplio que buscaba su bienestar, al igual que capacitado para que cualquiera que entrara allí, saliera sin ningún rasguño o al menos, sin necesidad de ser cuidado por mucho tiempo en otro lugar.

Había puesto el alma en cada proyecto con el que se llevaba la oportunidad de trabajar, desglosándolo con los mejores acompañamientos, encargándose de buscar un personal capacitado, de armar un equipo que no abandonara sus sueños, ni muriera a sus opciones laborales, abriéndole puertas donde sea que estuvieran al recibir las mejores referencias de su parte para que hicieran un mundo mejor.

En esa construcción no buscó hacer la excepción. Llegar a ellos no fue la cosa más difícil del mundo, porque de hecho, estaban buscando trabajo, por lo que ese anuncio en el periódico y en varias redes sociales, les salvó la vida, dándoles una oportunidad al sentirlos tan familiares como ese día en que la llamada llegó mientras trabajaba en la oficina.




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